El mundo es mundo porque nosotros le hemos dado forma, un disco plano y absoluto donde los océanos se desbordan por cada arista y los continentes son una amalgama de piedras que se fijan a la tierra misma mediante un ancla metálico. Y en el centro de ese disco, hay un hueco en el cual un potente sol ilumina una civilización ancestral, la cual con sus portentosas naves intraoceánicas, circunnavega el cielo absoluto que sobre nuestras cabezas se impone. Las estrellas salen porque no se van, simplemente una enorme pantalla opaca se eleva para tapar los portentosos abrazos de nuestro astro, supongo que también plano, evitando así tener un día perpetuo en un orbe que no es orbe. Al fin del mundo vas y vienes en línea recta.
Supongo que ese primer párrafo repleto de tonterías sin el menor significado, podría tenerlo para cualquiera hombre mujer o niño que prefiera dejar el sentido común colgado junto a esa prenda de ropa que no se pones desde la comunión de su primo el de Llanes. Allí, apartado en el fondo, entre abrigos apolillados y camisetas raquíticas, cuelga lo que antaño se llegó a tener cual estandarte presuntuoso. Porque, ¿existe el sentido cuando el sin sentido nos gobierna? Hemos de suponer que la tierra es redonda porque así se atestigua, hay infinidad de pruebas que demuestran tal hecho e innegable es la creencia, porque no puede ser creencia. La Fe no nos guía, lo hacen los hechos: la ciencia.
La ciencia. Dios de mi vida, la ciencia. La ciencia cambia, porque la ciencia no habla de absolutos. La ciencia no determina invariables, y por supuesto no es un dogma inamovible que se basa en la inquebrantable creencia de que es porque tiene que ser. La ciencia para ser, primero demuestra qué es y prueba el camino antes de llegar a la meta. Y una vez allí, se da cuenta de que tal vez la meta no estaba en ese lugar y hay que volver a trabajar por otra sinuosa y lúgubre carretera… y el laberinto de probabilidades se abre en un infinito de determinantes. La ciencia no es Fe, la ciencia es ciencia. Pero, ¿qué sucede cuando el dogma se abre camino? La diamantina creencia de creer “porque si” aparece cuál brillo estelar cuando el cabestro de turno (llámese político) opta por usar ese vocablo tan desgastado que llamamos “ciencia”, para aplicar su palabra por encima de cualquier cosa. Al político le mueve la intransigencia, al político le transita por su corazón la desidia hacia sus semejantes y la vanidad pertrechada como una prenda de moda. No existe más que el mañana, pues no pueden pensar más allá de cualquier otro día. Se mueven en círculos repitiendo axiomas que les aúpen cuatro años más a un altar que ellos construyen, y nosotros sostenemos. Ellos están corriendo en la rueda, y nosotros somos la rueda.
Hoy en día número ingente de políticos han encontrado en “la ciencia” las enormes ventajas de justificar sus decisiones y atropellos a los derechos civiles, sin perder un solo voto por el camino; todo lo contrario, se ha vuelto competición por intentar ser más demagogo que el vecino. Consejos de expertos inexistentes y recomendaciones científicas basadas en modelos aleatorios o simplemente, cimentadas en mentiras, han conseguido marear lo suficiente a la masa ciudadana para que ésta se vuelva incapaz de discernir lo que es y lo que no debe ser. La comodidad de vivir siendo represor y reprimido, nos ha hecho olvidar que nuestra vida no debe ser dictada más que por nosotros mismos, y que el destino le pertenece a aquel que lo protagoniza y no a quienes han decidido anularlo. La infantilización de una sociedad sumisa, impregnada con el miedo ancestral a lo desconocido y ignorancia más trivial y absurda, nos ha conducido a una época tenebrosa donde cada espécimen sin el más mínimo decoro moral, nos impone el absolutismo desde su despacho, vía zoom. Inundados de información, nos perdemos en un mar de palabras como si fuese el océano infinito.
Hemos aceptado amuletos en forma de mascarillas, portándolas a diario bajo el falso amparo y creencia de que nos protegen de un virus que en cada ola no ha hecho más que infectar con más ahínco. Nos han hecho creer que podíamos frenar el avance vírico, incluso que podríamos anular dicho avance en un mundo de más de 7000 millones de personas totalmente globalizado (perdón, planizado). Nos hicieron pensar que encerrándonos en casa y aplaudiendo una vez al día, seríamos dioses de la creación. Que seríamos héroes. Salvadores de nada y perdedores de todo.
Ponte la mascarilla y salva vidas. Lo dicen “los expertos” así que tiene que ser verdad, optemos por llevarla en cada momento de nuestra vida, y si de paso podemos desmoronar a una generación de niños (o varias) en el proceso, hágase tu voluntad así en el cielo como en la tierra. Hemos aceptado la culpabilidad de las infecciones y olas crecientes, asimilando que hemos sido nosotros “por ver al abuelo, por tomar una caña, por quedar con los amigos… o simplemente por vivir”, ¿cómo te atreves a querer ser feliz? Tienes que sufrir, porque si no sufres no eres solidario: estamos en pandemia. Hemos bajado la cabeza tras cada restricción. Hemos sido sumisos. Hemos aceptado y callado, mientras pisoteaban al vecino. Hemos pisoteado al vecino. Hemos asistido al nacimiento de una nueva religión amparada en la Fe inamovible de que tiene que ser porque dicen que es. ¿Quién lo dice?, lo dicen “los expertos”. Y que mejor defensa que la ciencia, aunque la ciencia brille por su ausencia, en la defensa de una nueva religión. Desde el momento que aceptas sin rechistar, y desechas cada argumento que desmonta eso en lo que crees a ciegas… eres un fanático. No es Fe, porque la ciencia no es Fe. Si te amparas en la ciencia y la ciencia misma te desmonta tu palabra, no es ciencia. Y la ciencia no es Fe. La Fe es creer sin razonar. Creer porque si. Y cuando impones, eres un fanático.
El covidianismo ha llegado, Dios salve al covidianismo.
Herejes a la hoguera.
No se puede decir tanto en tan poco. Brillante
Las personas aún están sumidas en el miedo y no han salido de una para meterse en otra. Honestamente dudo que lleguemos a estirar el punto de fanatismo que tenemos ahora durante demasiado tiempo. La guerra acabará por abarcarlo todo.
“Hemos aceptado amuletos” me quedo con esas tres malditas palabras. Paños en la cara creyendo que nos hace indestructibles. Y ha calado a lo bestia entre los espaistaníes
Nos han convertido en majaras
Menuda puñetera religión se han montado, pero tiene los días contados
Parecen integristas a mi me dan miedo
Menuda secta
La Semana Santa va camino de sustituirse por una fiesta del covid
Están como cabras. Pero como puñeteras cabras
Nos enfrentamos todos los días esos enajenados y creo que vamos perdiendo
Pura Fe absurda e igual de inestable que acabará por explotarles
En mi trabajo son como talibanes.