
Llevamos unos días a vueltas con la decisión (o intentona) del magnate sudafricano Elon Musk de comprar Twitter y da la impresión de que ha sustituido a ciertas noticias como trendy del momento. Parece ser que, a ciertos sectores de la red social no les ha sentado demasiado bien la supuesta OPA lanzada por el creador de Tesla y se han levantado en armas como paladines de la neolibertad de expresión que campa a sus anchas por las redes sociales. Una supuesta libertad de expresión pertinentemente modificada para que no pueda salirse demasiado del discurso oficialista, y este no es otro que el ala de poder que dirige Silicon Valley con un puño de hierro liberticida y absurdo, en el cual unos algoritmos carentes del más mínimo criterio, deciden qué es y qué no debe ser en esos reductos digitales. Nosotros, pobres poseedores de una palabra en mitad del océano, campanos bajo sus directrices adaptándonos como bien podemos a baneos aleatorios, aunque siempre dirigidos hacia los mismos sectores. Expulsiones organizadas generalmente por grupos del ala extrema de una izquierda oligofrénica y ejércitos de trolls que siempre enfocan sus ataques hacia el mismo sector del espectro ideológico. Casualidad o no, las cosas son como son y es complicado llevar la contra cuando nos encontramos ante tales abusos a diario.
Por supuesto el ala “intelectual” más acérrima de los Estados Unidos (la española también, pero a esta hace tiempo que nadie les hace el más mínimo caso y se conforman con decir tonterías en prime time) ha salido en tropel contra la idea de Musk, tildando la intentona de menos que liberticidio y ascenso de Reich. Weimar se tambalea ante los misiles dialécticos de un hombre que maneja las redes sociales (pensamientos aparte de su persona) como un maestro. Es su campo, lo domina. Y se mueve como pez en el agua. El wokismo llora porque Musk podría controlar una compañía en manos de la familia real saudí, me imagino que esto sería un caos para la libertad de expresión, ¿verdad? No menos ha sido la queja en la red social de Al Waleed bin Talal, que ha salido a circunnavegar el océano de los derechos fundamentales con su fina prosa indicando su negativa a que Musk pueda tomar el control de la empresa.
Supongo que la familia real saudí entiende por libertad de expresión y derecho civil y social algo muy distinto a lo que comprendemos nosotros con nuestra mentalidad occidental supeditada al NWO, pero no me cabe duda de que nos lo podría explicar Jamal Khashoggi con pelos y señales.
O no, porque vaya usted a saber si en realidad la libertad de expresión aquí no importa demasiado.
Me imagino que tener a Jeff Bezos controlando el Washington Post, uno de los diarios escritos más relevantes de los Estados Unido, y usando sus editoriales a su antojo y beneficio, no trastoca tampoco demasiado la libertad de expresión ni la idea que tenemos del cuarto poder como ejercicio de libertad. Supongo que tampoco importó que Facebook comprase una red de mensajería instantánea llamada Whatsapp, o incluso que intercediera de forma muy poco equitativa en las últimas campañas presidenciales del país de las barras y las estrellas. Ahí la alarma contra la libertad no estaba activada, porque se contribuía a una paz social maquillada mediante la amenaza de romperla si algo no salía como ciertos sectores querían que saliese.
Musk en Twitter, si. O algo parecido.
No seremos tan tontos como cae en la trampa de pensar que Musk viene a crear un oasis de libertad en las redes sociales, tampoco sabemos cuales son sus intenciones más allá de la propaganda y la verborrea vacía que pueda soltar para llenar sus arcas un poco más. A fin de cuentas es un empresario y como tal, su papel en la sociedad es el de ser un poco más rico cada día. He de suponer que puede ser una maniobra de cara a publicitar un poco más sus empresas, o una manera de meter presión a ciertos sectores. Lo único que se puede aseverar con cierta consistencia y realidad, es que nos encontramos ante el levantamiento en armas de un estamento social que parecía navegar con calma y tranquilidad en este barco de la censura dirigida, suspendiendo cuentas a presidentes que no concuerden con sus ideas; mientras asesinos y torturadores dirigen la compañía e invasores de países pululan a sus anchas soltando su propaganda si ningún tipo de filtro ni control. Me imagino que, llegados a este punto, nos vamos a dar de cabeza con el muro de infructuosa ideología que interpondrá en sus últimos coletazos, la rabia ante la razón. Derrotar la idea no es sencillo, pero silenciarla es una manera efectiva de posponer el momento oportuno.
Parece que se activa la alarma silenciosa de la pérdida de control social, y llegados a este punto, tenemos a un sector ideológico-empresarial-intelectual, muy preocupado por las posibles consecuencias que nos pueda acarrear. Imagino que el haber abusado durante años de su poder ficticio, les ha elevado a la categoría de dioses digitales, sin darse cuenta de que las tornas cambian más rápido que un político de chaqueta.
Musk no es ningún salvador, pero en apenas una semana ha destapado las vergüenzas que esos que hoy se levantan en armas, llegaron a creer que estaban bien cubiertas. Pensaron que controlaban la verdad como quien controla el temporizador del microondas, que sus capacidades excedían más allá de lo terrenal. Se alzaron sobre la palabra y la idea con el abuso como único estandarte, cercenando todo aquello que no concordaba con su forma turbia de ver el mundo. La porquería ya olía debajo de la alfombra, y solo ha hecho falta la amenaza de levantarla para que sepamos quien la guardó ahí debajo.
¿Qué sucederá?, en Twitter lo más seguro es que nada cambie, a corto plazo, pero el poder mediático que han ido acumulando se agotará a medida que su discurso pierda fuelle. Y en ese momento, se encontrarán entre la idea y la pared.
Buen análisis
Man me encanta tu analisis, lo tomo como algo periodistico, la verdad no habia leido articulos asi que lleven metaforas y escritura literaria. Muy bueno