
Menudo filón, amigos. Ni la crisis, ni el fútbol, ni los escándalos, ni un gobierno cometiendo tropelías como si se tratasen de delincuentes, ni los salvajes ataques a lo largo y ancho del país, ni el regreso de Juan Carlos. Nada había llenado tantas primeras planas, nada les había permitido hacer y deshacer a este nivel desde hace más de dos décadas, porque la llegada del Internet masivo les puso contra la espada y la pared, sentían el aliento de la parca en su nuca y se prepararon para lo peor. Nada, durante años, les había insuflado tantísima vida. Nada. La prensa patria ha encontrado un maná que no va a dejar escapar, aunque sientan la caricia de la cuerda atándose en su cuello. No lo van a soltar, porque soltarlo significa dejarse ir hacia el más allá definitivamente, y no pueden tolerar eso, porque ellos son los que tienen que informar. Válgame dios. No un pringado con un blog que da su opinión del mismo modo que un cuñao de barra de bar. Ellos son los que deben transmitir al pueblo la palabra sacrosanta.
Zoonosis para suplir el rigor.
Llevamos unos cuantos días con la Viruela del Mono siendo trending topic nacional (Me atrevería decir que mundial, salvo en Ucrania, Sri Lanka, África, gran parte de Asía) y asistiendo al nacimiento de otro asustaviejas pandémico con el que llenar primeras páginas y hacer nuevas sopas de letras con todo tipo de palabros ligados a la situación. Asistimos perplejos a la aparición (o más bien transformación) de los santos pandémicos del covidianismo en santos viruelistas expertos en monos, orangutanes, chimpancés y renombrados César en un alzamiento masivo del mundo primate ante la razón humana. Con palos y antorchas, el simio derrumbará el orden, alzándose como único ser razonable y de inteligencia probada en este mundo repleto de CO2, humo y coches eléctricos sin autonomía, donde lo verde primará sobre el gris comportamiento humano.
Estamos perdidos.
Pero los medios, ¡ay los medios! La séptima ola del covid no cuajó demasiado entre sus consumidores, las lecturas y clickbaits iban descendiendo, Mbappé ya no llena portadas tampoco… Iban viendo como su fuente se agotaba sin remedio, y es que publicar un test de antígenos positivo ya no interesaba demasiado al lector de turno, incluso una quiebra nacional no es algo que atraiga consumidores (Digo consumidores, porque la prensa nos trata como tal. Su deber único es informar, pero eso ha quedado en un tercer plano ante lo que se impone desinformar y mentir) por lo que necesitaban con urgencia otro ticket dorado para poder entrar en el paraíso. Y tenemos la Viruela del Mono, que desciende de los cielos para intentar provocar una nueva ola de histeria entre la gente y generar de nuevo un tsunami de clicks en las noticias, gracias a titulares alarmistas y consejos absurdos de los vendedores de crecepelo oficialistas. Porque un virus que lleva siendo conocido desde 1958 e hizo zoonosis en 1970, va a derrumbar los cimientos de la civilización de una vez y para siempre. Una enfermedad benigna que a las 2-3 semanas desaparece del cuerpo, es hoy el mayor problema de un mundo en recesión y abocado al caos. Por supuesto, vender coherencia es vender realismo, y el realismo muchas veces no es atractivo. Es preferible que la histeria nos domine, ya que gracias a ello igual podemos tirar el verano y luego intentar resucitar un poco el covid de cara a la campaña de otoño-invierno, gracias a la incidencia de la gripe. Y es que flurona no fue demasiado sinuosa y la gente optó por empezar a sospechar, ¿verdad?
Quizás la histeria sea solamente eso, histeria. Quizás nos encontremos en una situación de normalidad total. Eso sí, como tengamos que prestar atención a cada virus, enfermedad y brote derivado que exista en el mundo, vamos a acabar desquiciados. Esperemos no tener un nuevo brote de ébola, porque puede ser el acabose social. Pero tranquilos, que vuestra mascarilla anti todo os cuida y protege las 24 horas del día, incluso ante la razón.
Igual de esta sí salimos mejores.