
Al este, al oeste, si viajas al norte, en el lujoso sur; si navegas bordeando su costa, incluso si entras en cualquier edificio random de una de las ciudades que permanecen en pie, encontrarás nazis. En el supermercado, en las gasolineras y plazas, nazis en los niños que acuden escondidos a las escuelas, nazis en las señoras que venden flores en sus edificios derruidos, nazis en los puertos de dónde salen los pequeños barcos que faenan para vivir al día, nazis entre los que huyen y los que luchan. Los pequeños que aún se atreven a jugar en los parques entre bombas y granadas, las madres que regatean las balas y antitanques, nazis entre las paredes que no se han caído, nazis entre los tenderos que malviven, nazis aquí y nazis allá. Un país de nazis que no depone las armas y se niega a ser derrotado. El nazi cambiante, el nazi extraño que es agredido y se defiende.
Porque el relato ha calado. El relato ruso ha calado porque los rusos no saben hacer coches, aviones, armas, ordenadores, vajillas, camas, muebles, cortinas, televisores, neveras, motos, botellas de agua o de táctica militar, pero sin duda saben de trolls. Saben manejar las redes con sus granjas de ciudadanos malpagados, inundando la red de propaganda que pueda beneficiar al régimen lo suficiente como para intentar lavar la cara después de invadir un país y masacrar a su población. Una propaganda que ha estado vendiendo al mundo una aura de superioridad militar inalterable, cuando la realidad no era otra que un ejército de cartón piedra, con armamento caduco y un personal inexperto, mal alimentado y mal entrenado. Pero funcionó, hasta que se le vio el cartón en Ucrania. Pese a todo, la propaganda ha trabajado de manera incansable para que el mundo piense que Ucrania es la reencarnación del III Reich y Zelenski nada menos que un Hitler sin bigote con ínfulas de Mengele. ¿O no?, en realidad no. La propaganda no calado entre la gente, más bien los bots y promotores de la idea han creado la falsa imagen de que ha ido penetrando en el subconsciente de la gente Una campaña brutal de acoso y derribo en redes sociales, y ciertos medios señalando de manera constante al ucraniano medio como un depravado nazi.
El batallón Azov aquí y allá, una unidad insignificante con una propaganda magnificada que se encuentra presente en cada acto de guerra. Pero la mentira tiene las patas muy cortas y el relato no se sostiene, así que el Batallón Azov abre camino ya a todo el ejército ucraniano, una reunión de nazis, neofascistas y descendientes del Ku Klux Klan que se dedican a aterrorizar rusoparlantes atándolos a farolas con cinta americana, o grabándose a sí mismos apaleando soldados rusos capturados y después filtrando las imágenes a la prensa internacional. Un comportamiento incoherente, pero que siempre encontrará su lógica en todo aquel dispuesto a ser timado, comprador de conspiraciones y asiduo de Iker Jiménez, que mantiene la idea de que el mundo es un gran patio de juegos y estamos viviendo el argumento de Juego de Tronos, adaptado a los tiempos actuales. Todo se sostiene en una película o una historieta, porque siempre es preferible eso a pensar que el ser humano es cómo es y todo se rige por unos intereses primarios, que se adaptan a las necesidades del momento.
Mientras tanto tenemos a unos libertadores del nuevo cristianismo paneuropeo o el último frente ante el tan manido nuevo orden mundial, depende desde el extremo ideológico desde el que se vea. La derecha tiene la Rusia de Putin como un baluarte del cristianismo que invade una nación soberana para defender esos mismos valores europeos cristianos y rectos. Poco importa en su argumentación que Kadirov y sus ultras islámicos sean una de las puntas de lanza del ejército ruso. La izquierda tiene la Rusia de Putin como un estandarte contra el nuevo orden mundial económico y último frente contra el nazismo. Poco importa que estemos ante un país con uno de los movimientos neonazis más fuertes de Europa, con un partido de ideología abiertamente nazi en la Duma y con una clase oligarca que reúne la totalidad de la riqueza del país, arrastrando al resto de la población a la pobreza más cruda.
Rusia es el comodín, o al menos lo era hasta que se ha destapado ante el mundo como lo que realmente es. Lástima que haya roto el discursotrue left y alt right de nuestros ideólogos políticos de red social y coca cola en ristre. Una pena haber asistido al derrumbe de un castillo de arena ante los ojos del niño inocente. Una pena la crueldad con la que el mundo se ha abierto ante estos catetos de nuevo lustre. Una pena que la invasión de un país rompiese sus esquemas y hayan tenido que adaptar sus argumentos según vaya soplando el viento, mientras daban un triple mortal hacia atrás con tirabuzón lateral para defender la invasión de un país, sorteando sus principios. Bueno, eso el que los tenga, y no se llame Nikolai y trabaje en una granja de trolls en Grozni ganando 300 euros mensuales. Que de estos últimos abundan, y son la mayoría. Luego ya tenemos al troll a sueldo, normalmente un periodista de renombrado lustro, un político o analista de turno que te señala, con un criterio nada partidista y una cuenta bancaria que tiembla, que Rusia se ha defendido de una agresión ucraniana. Rusia, agresión ucraniana. Olvidamos ya el Donbás, eso es agua pasada… o no. Pero qué más dará, si allí también Ucrania era una tiranía nazi luchando contra los salvadores rusos. No olvidemos que Rusia lleva en territorio ucraniano unos pocos años más, 2022 ha sido el intento de guinda a un pastel que les ha reventado en la cara y ahora intentan salvar centrándose solamente en “desnazificar” el Donbás, por el camino dejarán el país convertido en un estercolero para que su reconstrucción tarde al menos cinco años. Y si cae alguna vida más por el camino, es ganancia de pescadores para Moscú.
Desnazificar, que término. Que gloria, Pensadores de nuestro siglo que se detienen a devanarse los sesos para idear un concepto tan puro… porque fascista ya ha perdido el toque, han ido un paso más allá y ya estamos en nazi. Se acaban las etiquetas con las que intentar defenestrar a todo aquel que se salga de su unidad de pensamiento. Son una mente colmena y los dirige un zote con una psicopatía grave, y las manos sobre el botón nuclear. ¿Qué puede salir mal?
Por cierto, no olvidemos que el país invadido es Ucrania, y digo esto para los que encuentran complicado diferenciar ciertos conceptos a la hora de dictar alguna que otra sentencia moralista en contra de una guerra. No era una guerra, fue una invasión que derivó en guerra porque el país invadido se levantó en armas y está defendiendo su territorio. Al final entre tantas diarreas mentales y discursos de mercadillo, nos están diciendo que la mujer de la que han abusado debería haberse dejado y la próxima vez, ir más recatada para que no vuelva a suceder. Igual es una analogía poco acertada, pero también, quizás, no es una idea demasiado buena tildar al invasor de víctima, mientras un país ha quedado arrasado y se ha generado casi 4 millones de desplazados.
Quizás no es desnazificación y solo una vil agresión.
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Sí, es vil agresión.