Un cisne llamado Avilés

La plaza del ayuntamiento

Como es domingo, hoy he optado por dejarme llevar y escribir algo un poco más positivo que lo de estos pasados días. ¿Por qué?, si soy honesto tampoco lo sé. No me apetece ni empezar con un chascarrillo, ni una ácida crítica a todo lo que estamos viviendo. Ya tendré la semana que entra para volver a sumergirme en la oscuridad del mundo. Hoy quiero presentaros a alguien, una dama desconocida de mi provincia; una chica que si bien habréis oído hablar de ella, no es tan conocida como sus dos hermanas mayores y ese lastre ha sido una losa para ella durante muchísimos años. Losa que yo mismo le he quitado no hace mucho tiempo, pues la propia idea que tenía de su imagen (por otras circunstancias) cayó también en el error del tópico barato. ¿De quién hablo?, pues no es otra que la villa de Avilés, el patito feo en el triunvirato asturiano de la Gran Área Metropolitana astur, véase Oviedo, Gijón y Avilés. Patito feo, que no tiene absolutamente nada que envidiar a las dos grandes, y en muchas cosas, para mí, creo que las supera.

Quizás también sea cuestión de gustos, pero los gustos son como las piedras del camino: hay muchas y no todas son iguales, aunque lo parezcan.

Desde muy pequeño la idea que he tenido de la villa es de una ciudad industrial contaminada, tosca y gris. Ensidesa en sus días, Arcelor hoy por hoy, no ayudó a modificar una imagen damnificada en el que fue el núcleo industrial más importante de Asturias. Grandes columnas de humo, chimeneas infinitas, depósitos eternos, y una ría contaminada que impregnaba con un olor exasperante todo lo que crecía a su alrededor, eran el paisaje habitual cuando cruzabas sus fronteras y el abrazo de la vieja dama rodeaba tu maltrecho cuerpo. Edificios colindantes sucios, negros de hollín que ya se fundían con la neblina anaranjada formando un ente difuso en el que no eras capaz de distinguir un horizonte con precisión. Pero no cabe la menor duda de que es el pasado. Avilés es hoy en día la joya del norte y tal vez, una de las ciudades más infravaloradas de esta zona de España. Esa fama hace que muchísima gente (cada vez menos, me alegra escribir) pase de largo cuando llega de visita al Principado, y decide no darle una oportunidad a una villa que espera a sus visitantes con una alegría desbordante, callejuelas de ensueño y un ambiente que abraza los sentidos en un cálido beso de verano.

En lo que se refiere a lo personal, para mí Avilés tiene algo que sobresale por encima de cualquier otra cosa y es su Casco Histórico. El Niemeyer es de sobra conocido, incluso el propio cementerio de La Carriona, podríamos ir hasta Los Canapés o inclusive el viejo barrio de Llaranes, pero Avilés tiene la magia en su pasado más alejado, y es ese pasado el que a mi me traslada a épocas en las que solo puedo disfrutar mediante la lectura. Tiene ese poder de llevarme de la mano a tiempos inmemoriales, y transportarme sin moverme del sitio, a su gloria más vívida con una claridad apabullante.

En Avilés puedes perderte por el Casco Histórico más hermoso de Asturias, y no querer volver a encontrarte jamás, pues entre leyendas y cuentos, sus personajes absorben tu alma y la conducen entre las nubes de los sueños. Dejar que tus sentidos naveguen entre cuentos de hadas e historias de marinos intrépidos. Desde el Barrio de Sabugo, por el cual podrás volar mientras caminas al pasado eterno de la hermosa calle de Bances Candamo, y te dejas arropar por la imponente iglesia de Santo Tomás; volverás al presente en el precioso Mercado de Abastos con sus innumerables bares donde poder disfrutar en sus terrazas del gentío y la vida alegre de la ciudad. Navegarás desde el Mercado hasta la Plaza de Camposagrado, para deleitarte con el precioso edificio que alberga la Escuela Superior de Arte del Principado y su fachada de estilo barroco, no sin antes conocer un poco más la historia de la villa en el Museo de Historia Urbana de Avilés. Porque a fin de cuentas, una visita es más que una visita si te impregnas de todo lo que rodea y subyace en el lugar en el que te encuentras. Si el museo no ha sido suficiente y quieres sumergirte un poco más en sus raíces, tendrás que ir a visitar la iglesia de San Antonio de Padua, lugar de reposo de Pedro Menéndez, el adelantado de la Florida, su navegante más ilustre y explorador y fundador de la ciudad más antigua de los Estados Unidos: San Agustín de la Florida. Y llegas por fin al corazón latente de la urbe, o lo que es lo mismo, la Plaza de España (coloquialmente conocida como El Parche), donde podrás encontrarte con el ayuntamiento y las ramificaciones en forma de pasos mágicos que pueden conducirte casi a cualquier parte de la ciudad. Porque si todos los caminos llevan a Roma, aquí todos los caminos te conducen a El Parche. Colindantes a la inmensa plaza, tienes la Ferrería o la de Rivero, antigua zona de artesanía y dedicación tradicional, que es a su vez, paso obligado para el peregrino que anhela Santiago, pero se queda en Avilés. Entre soportales eternos y calles empedradas, encontrarás la célebre Calle Galiana, hogar de carnavales y estilo barroco que finaliza en la plaza Carbayedo.

Iglesia de Sabugo

No menos importancia tiene la naturaleza, pues en pleno centro nos encontramos con el Parque Ferrera, hogar de batallas veraniegas, pues fue aquí mismo donde en 2012 pude disfrutar de la conocida Batalla del Tridente, en las Tierras de los Ríos, lugar en el cual culmina la rebelión de Robert Baratheon contra los Targaryen, venciendo éste a Rhaegar Targaryen y poniendo fin a la dinastía del dragón. Reconozco que esperaba más resistencia de Rhaegar, pero salí bastante satisfecho con el espectáculo.

No, esto último no es una coletilla graciosa, es un hecho verídico que cualquier asistente a uno de los festivales de literatura de ciencia ficción y fantasía más importantes de España, podrá atestiguar. Hablo, por supuesto, del festival Celsius.

En definitiva, encontrarte con Avilés es dejarte llevar por la magia y la seducción de una villa marinera que mezcla modernidad, orgullo y respeto por lo que fue y no quiere dejar de ser, viajar sin moverte y poder decir que has tocado el pasado mientras permaneces en el presente. El encanto que rodea la ciudad es a su vez un deleite para los sentidos y un brillo renovador para el alma.

No perdáis la oportunidad de ir, máxime si queréis ser los protagonistas de un cuento… Avilés es vuestro sitio.

Un comentario

  1. Me apunto la visita

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