
La normalidad es una cosa extraña, ¿verdad? Es como el control, no es algo a lo que le des demasiada importancia, hasta que lo comienzas a perder. Entonces es cuando empiezan los problemas. La normalidad y la coherencia no suelen ir unidas en comportamiento, aunque en multitud de ocasiones van unidas en el descontrol de mentes demasiado absorbentes. Bueno, digo esto como mero objeto fuera de toda duda objetiva, porque el mundo se transforma en un mundo inconsecuente donde la incongruencia se tiñe de un dulce color blanco, mientras el aroma de la inconsistencia perfuma el aliento del cadáver que gobierna.
Por Asturias volvemos a tener al presidente sentando cátedra tuitera, asumiendo un rol que nadie le ha pedido que tome pero que él se digna a capitanear, porque lo vale y poco más. Porque Barbón está perdidamente enamorado de Barbón y tiene que hacérnoslo saber siempre que tiene ocasión. Eso sí, su fijación con Ayuso, a la que el pobre hombre no le llega ni a la altura de las rodillas pero intenta con ahínco igualar, le está haciendo mella a nivel regional y nacional. El lavianés tiene en su contra la total carencia de carisma, un discurso de baratillo, un léxico tanto sumiso y unas compañías que, bueno, por decirlo claro: dan puta pena. (¿Se puede decir puta? Bueno, no me lee ni mi madre, así que imagino que puedo). Y es que, amigo Adrián, que el único político que te haga caso en España sea la ameba mental de Revilla, no es que diga mucho de ti. Claro que, no podemos pedirle al señor Barbón que genere mejores compañías, cuando preside la autonomía más irrelevante de la nación. El asilo al aire libre más grande del mundo (genialidad de @erlik). Pero el tipo es feliz sintiéndose relevante en la red social del pajarito azul, mientras capa las respuestas que le incomodan e impide que los ciudadanos le digan las cosas como son. Porque claro, la realidad no es tan de color de rosa y no surte el mismo efecto afrontar el mundo sin el paraguas de la censura.
Creo que en el fondo Adrián pensó que su futuro estaba en Madrid, alejado del mundanal ruido rural asturiano, donde no tendría que juntarse con los pillastres que le han aupado a un puesto que le queda demasiado grande. Lástima que su hombre de ensueño, Antonio, tenga las horas contadas en Moncloa. Está claro que no lo vio venir, y su error de cálculo ha sido bastante grande. Eso sí, creo que llegados a este punto me da la sensación que se conforma con gobernar el asilo asturiano, mientras engordan su red clientelear un poco más de cara a apuntalar el futuro de la FSA en esta vergonzosa región norteña. Porque, ¿para qué ser punteros cuando puedes ser un mantenido?, que pague Madrid.
Gobernar Asturias se ha convertido en una de las cosas más sencillas que existen, porque en realidad tampoco tienes que hacer demasiado. No debes preocuparte por facilitar el dinamismo de un tejido empresarial, porque no existe. Todo lo que se genere en subvenciones va a parar a la misma empresa, que a su vez chupa todo lo que puede de las ayudas que entran al Principado. Todo va quedando en casa. Además, sabes que tu nicho de votantes te va a seguir apoyando así empieces a quemar vivos a los treintañeros en plaza pública, porque estamos ante una hornada de jubilados y prejubilados a los que lo único que les importa es continuar sosteniendo el chiringuito que nos ha llevado a la ruina. Y de esta forma, se gobierna Asturias. Das un bandazo aquí y otro allá, y mañana todo se olvidará. Si empiezan a fallar las cosas, creas una empresa de mascarillas con ciertos amigos de arriba, y empiezas a repartir ayudas públicas entre los de tu círculo. Todo queda en casa, mientras la población trabajadora y que cada día está más ahogada, pierde su propia casa.
A fin de cuentas, qué más da, mientras podamos tener al prejubilado de HUNOSA cobrando 2500 euros y su hijo esté bien colocado en la empresa cobrando un pastizal por hacer nada durante 8 horas diarias, ¿no? Pero tranquilos, que mañana Melendi saca otra canción para relanzar el orgullo por una tierra repleta de parásitos que enarbolan una bandera azul al viento, sin tener ni puñetera idea de lo que significa la cruz que lleva bordada.
Y tendremos bable. Menos mal.