
Que sueño tengo. Me sobreviene un cansancio imperturbable que amarga la gris rutina, incluso cuando caminas por los parajes del reino de Morfeo, los ángeles etéreos no me envuelven en sus esponjosas alas, su canto no son más que breves sonidos sin sentido que van y vienen, sobrevolando la veleidad de miradas finitas. Las nubes derriban su lluvia metálica sobre mi cuerpo maltrecho, y las pesadillas asoman por los recovecos de caminos infinitos. A duras penas soy un hombre, más bien un despojo; un ser humano con un mal encuadre carente de objetivos realistas, con las limitaciones propias de un infante de teta y cuna que no deja de llorar. Por eso tengo sueño. Y el sueño agota y mata, mental y anímicamente. Porque nadie te ayuda a dejar de tenerlo, tan solo no lo tengas y sigue caminando. Lo opuesto a la ilusión, porque el sueño no acaba y contrario a tus deseos, la crueldad se apelmaza en el pecho, convirtiendo la vida en una pesadilla perpetua de sueños incumplidos. Tengo sueño, y el sueño contamina mi vida, el sueño perjudica a quienes te rodean.
La destrucción atrae a tu centro de gravedad a todas las personas que se introducen en tu vida, porque de la frustración que se ha vuelto hábito, emana el cáncer insidioso que cristaliza en anhelos perecederos. Absurdos.
Tengo sueño.
Todos tenemos sueño, y aquí me encuentro escribiendo tonterías para ver si consigo que de nuevo la chispa acuda a mi mente. No lo hace. Lleva años sin hacerlo, y comienzo a pensar si tengo talento para esto, o simplemente soy un inútil más de este mundo sin sentido. No lo sé. Tengo sueño y el sueño no me permite dejar de soñar. Sueños de fracasos perentorios. Tengo sueño, pero no talento.
Talento. Que palabra más absurda, cuanto alberga en su interior y que poco valor tiene en este mundo fugaz. Como casi todas las palabras de ese estilo, nadie se fija en ellas más que para trascender en el escapismo de una vida sin sentido. Y de otros. Nadie sobrevuela lo que conocemos, nadie concibe sin que nosotros lo pidamos, porque el entendimiento siempre se enfoca en lo que queremos entender, no lo que debemos comprender. Nadie tiene sueño sin que otros estén despiertos. Nadie sueña, sin que otros tengan pesadillas. Intercambio equivalente.
Pero ellos no tenían sueño, todo lo contrario: ellos eran el sueño.
Tal vez yo soy un sueño de alguien más, y mi mera existencia no es otra cosa sino un residuo de pensamiento.