
Quizás a estas alturas a muchos os de igual, quizás por fin halláis pasado página y estéis viviendo vuestra vida como mandan los cánones y penséis que todo tiempo pasado es eso, pasado. Que está ahí, como un vulgar y oscuro recuerdo, una mera remembranza de nuestras vivencias, pesadillas inconexas de unos años que ya parecen tan lejanos, que recordarlos supone demasiado esfuerzo. Entiendo que a estas alturas muchos de vosotros penséis que la vida ya es plenamente normal, que todo a lo que nos arrastraron los gobiernos durante la explosión del covid es ya un mal sueño que apenas vivimos, una perorata de medidas absurdas y dictatoriales que han quedado enterradas en nuestro añejo pasado. Quizás a estas aturas muchos penséis que la vida es esto, que por fin ha regresado la vieja y ansiada normalidad que llevábamos esperando tanto tiempo, y que daba la impresión de que no regresaría jamás. Por fin, ¿verdad?
Quizás.
Pero no.
Estamos a 15 de noviembre de 2022 y el gobierno de España acaba de prorrogar un mes más las restricciones de entrada desde fuera de la Unión Europea. De esta forma, somos el único país, junto a China, que limita la movilidad de sus ciudadanos en el territorio nacional, condicionándolos a una prueba diagnóstica negativa o a la vacunación. Un español no puede volver a su país si no cumple cualquiera de esos dos requisitos, y parece que hemos aceptado esto como algo normal.
Esto de arriba, es gobierno al sector turístico que ayer clamaba por la eliminación de las mascarillas en los aviones, porque otra cosa no, pero aquí mandan ellos y eso tiene que quedar claro.
Ha quedado, tranquilos.
Qué más da, si hay normalidad.
Apenas protestamos, porque a nosotros no nos trastoca el día a día, o porque simplemente para qué vamos a protestar, cuando no se hizo ni cuando se segregaba. Es sorprendente como nos damos golpes en el pecho aduciendo nuestro derecho a que nos llamen elle o cibigénerotransheteroman, pero cuando vulneran nuestros derechos (los de verdad) y libertades, y segregan al vecino por no estar vacunado, estaba bien hecho.
Aceptamos barco porque barca suena a equipo de fútbol.
Por supuesto que, a estas alturas, en España mantenemos las mascarillas en centros sociosanitarios y el transporte público, con recomendaciones esporádicas de cierta caterva del ente político, que parece no haber pagado aun el ático en el centro. Necesitan unos eurillos más, primo. A estas alturas, noviembre de 2022 y encarando el final del año, España mantiene protocolos covid en hospitales y ambulatorios, e incluso el infame y segregacionista pasaporte de vacunación en Galicia. Pero del mismo modo, no causa ningún tipo de revuelo porque a nosotros apenas nos toca. Es la ciencia, ya sabéis, la ciencia que soporta las tesis de que un virus contagia en un sitio si y en otro no. De que contagia de pie, pero sentado no.
La ciencia que mantiene vigente la emergencia sanitaria en España a 15 de noviembre de 2022.
Por lo tanto, aunque pensemos que ya vivimos en una normalidad aparente, nada más lejos de la realidad. Para ser concisos, nos hemos atascado en una anormalidad sumisa cuasi perpetua, donde aceptamos ciertas restricciones porque no afectan al grueso de la población. Porque ya sabemos que no cuesta nada ponerse una mascarilla dos minutos en un autobús, o cuando vas al médico. A fin de cuentas, estamos salvando vidas, ¿no era así?