
‘Acabo de hacer Madrid-Galicia con una sola parada para cargar el coche, de 20 minutos’ y de paso me hago una foto y la subo a una red social, porque tamaña hazaña debe ser inmortalizada para que mis nietos puedan contemplar lo brillante que era su abuelo. Mi bisabuelo se hacía Grado-Oviedo en carreta de caballos y no he visto ninguna foto de aquella brillante epopeya familiar, aunque no me cabe duda de que tiene más relevancia la segunda que la magnífica anécdota del coche eléctrico.
He llegado a la conclusión de que comprarse un coche eléctrico hoy tiene como objetivo desgravar, conseguir ayudas para la instalación de cargadores en tu plaza de garaje y subir de vez en cuando alguna foto a una de las tres principales redes sociales, para fardar ante el mundo de que tienes un coche más caro que un piso pequeño que te sirve para ir desde Madrid hasta Galicia, y da gracias. La tristeza del acto resume a la perfección a la secta eléctrica, que ya se encuentra a la altura de hazañas de los crossfiteros y veganos, completando el triunvirato ecopijo después de años buscando el último brazo divino que divinice sus actos purificados.
Haces mejor ejercicio que nadie.
Comes mejor que nadie.
Conduces mejor que nadie.
Todo ello con una responsabilidad social que ya quisiésemos los comedores de carne roja que continuamos produciendo humos contaminantes con nuestras viejas máquinas a pedales, a la vez que levantamos barras oxidadas o salimos a correr con camisetas de Primark. Somos infraseres carentes de la menor dignidad y responsabilidad social que nos estamos cargando el planeta, y el planeta tiene que ser para sus hijos, no para los tuyos. Los tuyos son pobres, hacen feo.
Recemos al señor.
Jesús dijo a sus discípulos “Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero no las podréis comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad a través del pájaro azul, él os hará conocer toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y os anunciará su llegada vistiendo náuticos, polos LaMartina y pantalones habaneros. Él nos glorificará, porque recibirá de lo nuestro y os lo anunciará. Todo lo que es responsable es mío. Por eso os digo. Recibirá la responsabilidad social y os la entregará” Y es que todo el que quiera salvarse es menester que profese la fe ecojpija; y el que no la guarde íntegra arderá en el fuego condenatorio de un planeta calcinado pereciendo para siempre en la sangre violada que mane de su cuerpo moribundo. Porque en la fe ecopija se venera a un solo dios que son tres que se prolongan en los actos perpetrados por los fieles que trascenderán en el nirvana astral.
Porque todo esto al final se trata de la necesidad inalienable que tenemos de sentirnos superiores al vecino, y si carecemos de medios intelectuales para demostrar esa falsa superioridad, echamos mano de las ventajas materiales que pueda darnos nuestro estatus social y monetario. Por eso los lujos que nos venden como la única responsabilidad social posible, son precisamente eso: lujos. Un modo de vida alejado del realismo de la rutina de la clase popular de cualquier país, que sostiene las indistinguibles apariencias de aquellos que piensan que un coche mejor, hacer más repeticiones en una caja a 30 grados, o comer comida con etiquetas muy chulas que pagas al triple del precio de una normal, les posiciona por encima del populacho que no es consciente de los errores constantes que comete con su dañino comportamiento. Obviamente aquí el tema del coche cojeaba, porque mal o bien, hasta el pringao más pringao de tu bloque de vecinos, puede tener un coche de 60.000 euros (la segunda mano, el renting o el KM0 está ahí), pero la llegada del eléctrico fue para ellos la apertura de las puertas del cielo. San Pedro finalmente les permitió entrar a donde ellos pertenecen, y con un vehículo de 120.000 euros enchufable con menos autonomía que un patinete, se sienten de nuevo dentro del juego de la élite a la que siempre han querido pertenecer. Son entrañables.
Pero dentro de esa ñoñería que se gastan, ellos tienen los centros de las ciudades a su disposición, mientras tú cada día te comes más restricciones por el mero hecho de ser pobre. Con los impuestos que te sangran por un coche que apenas te acabarán dejando sacar de tu plaza de garaje, pagarás los lujos de aquellos que han conseguido apartarte de su día a día. Eres partícipe directo de tu propia marginación social.
Pero al fin la Santísima Trinidad Ecopija se ha completado y los años de odisea se han acabado para nuestros amados Eloi. Estamos a un paso de irnos a vivir al subsuelo, instalando ahí abajo las factorías e industria que alimente la sociedad de los Preferentes en la superficie, mientras la basura produce todo para que a ellos no les falte de nada. Y su mundo será verde, puro y siempre brillará el sol.