
Te van a salvar a ti y a los tuyos, porque su magnánima forma de ser les hace transformar sus actos en obras divinas que no están al alcance de un ciudadano de ámbito común. Son más listos, más leídos, más altos, más guapos, con orígenes más limpios, saben más y conocen tus necesidades mejor que tú. Son hombres y mujeres con desempeños superiores, adelantados a su tiempo y capaces de ver el futuro. Les rodea un aura de infinita sabiduría sobre la cual construir un nuevo país y llevarnos a cumplir nuestras más ansiadas metas como nación y grupo social, porque serán capaces de dárnoslo todo sin apenas tener que sufrir demasiado por conseguirlo. Y además, tienen lemas pegadizos que puedes repetir una y otra vez. Los colores de sus formaciones pululan entre el rojo, azul, morado, naranja y verde, suele ser así. Llaman la atención o ejecutan un arte del politiqueo de salón de té más voluble. Obrando su talento bajo el telón de este teatro llamado mundo.
Son marionetistas de la idea, tejedores de oraciones, médiums económicos y gurús del comportamiento.
Se alzarán sobre todos nosotros y abrirán las aguas del océano en el que nos estamos ahogando. Permitirán nuestro paso a través del sólido suelo, mientras el enemigo se ve asediado por las aguas que les arrastran hasta el fondo. Son seres de luz ante los que no podemos más que arrodillarnos y mostrar un respeto cuasi divino. Nos llevarán a nuestro hogar, no tendremos que vagar 40 años por el desierto. Es una pérdida de tiempo.
Tienen las herramientas y los medios, disponen de la voluntad y la disposición para arreglar cualquier problema. Tienen el valor necesario para luchar contra viento y marea, o al menos eso es lo que garantizan en cada discurso que podemos escuchar, o entrevista que podamos leer. Porque otra cosa no sé si realmente sabrán hacer, pero hablar, hablan por los codos. Lo más común es que hablen y no digan nada, palabrería inconexa que va sacando cosas de aquí y de allá. Sus arengas están vacías de contenido, aunque siempre inclinan la balanza hacia la culpabilización externa de los problemas que la sociedad ha ido creando con los años. Librar de la culpa es siempre una forma útil de hacer política, porque seamos claros, si alguien nos dice que no tenemos la culpa de ninguno de los males que asolan a la sociedad, automáticamente les entregaremos las llaves de casa. Hacen girar la rueda de su pensamiento “crítico” en torno a dos o tres temas, y van moviéndose como las agujas del reloj, saltando de uno a otro a conveniencia, mientras gritan lo suficiente para que no nos paremos a pensar si tiene algún tipo de sentido todo lo que nos están diciendo. Entre sus gritos tampoco podremos oír lo que tiene que decir el de al lado, no vaya a ser un subversivo peligroso que intenta aportar algo constructivo.
Tienden a venderse como enemigos del sistema, pero es difícil encontrar a alguno de esos “antisistema” que no prosperase dentro de este sistema. Y decir prosperar, no es bregar por ti mismo y llegar lejos, es que papá medrase por ti y te otorgarse un buen puesto sobre el cual ir construyendo tu supuesta carrera de éxito. Normalmente este tipo de gente lleva metida en el partido o el ente público toda su vida, sin experiencia alguna en la empresa privada, serán capaces de averiguar las necesidades que tiene la economía de un país y hallar siempre la respuesta a los problemas de las familias. Problemas sobre los que normalmente no tienen ni puñetera idea, pero claro, disponen de multitud de asesores capaces de identificarlos y explotar esa rabia que crece en la gente día tras día. Sobre todo, cebada y engordada en años de crisis económica y de sentido común. Porque refugiarse en el salvapatrias es el desencadenante al que nos enfrentamos tras muchos años de indecencia de la clase política moderada.
El salvapatrias es un ser sin escrúpulos que busca tocar poder y construir su propia red clientelar, devolver los favores a los que le han impulsado (Cuidado aquí) y llenarse los bolsillos de manera apropiada. Identificar los problemas intrínsecos de la sociedad como meras armas arrojadizas contra un grupo concreto de personas y dirigir el cabreo hacia ellos, no deja de ser la vieja política extremista de la antigua Europa. El salvapatrias reverdece por Europa como un ave fénix. Cada comienzo de siglo parece encontrar el terreno abonado, tal vez por los cambios que vive la sociedad o vaya usted a saber, halla su nicho de voto y apoyo creciendo como una Hidra en nuestros corazones. Su ponzoña alcanza cada rincón de un país del mismo modo que la esperanza lo va abandonando. Y conseguirá vender falsa perspectiva de futuro, asentando su proyecto en el espejismo de un cambio radical que nunca va a llegar. Romper con un sistema corrupto que le ha aupado a él dónde está, promesas de quebrar el statu quo para negociar uno nuevo, sin decirte que ese contrato que van a firmar tiene el mismo contenido que el antiguo… Tan solo cambia el nombre del firmante y el color del papel. Y cuando la realidad haga acto de presencia, tal vez sea demasiado tarde y nos encontremos sumidos en un destrozo aun mayor del que veníamos. Sentenciando ya no solo nuestro futuro, si no el de nuestros propios hijos. Porque, al final del día, dejarse llevar por la ira solamente te va a llevar al caos. La ira no abre camino a nada bueno, no deja paso a la esperanza ni a la concordia. La ira es violencia enmascarada.
Cuidado con dejar que la fe ciega os nuble lo que tenéis delante y dar todas vuestras cartas a un solo nombre, porque podéis perder la partida y las manos.
Hemos perdido la perspectiva del gobierno a largo plazo, de la política de alcance y de altura de miras. Nos hemos abotargado en el ya, en el pronto pago y las necesidades más simples respecto a los que no tenemos ningún tipo de control. Pedimos que el sentido común no exista, pero si el dinero infinito. Exigimos que el gobierno lo haga de cara a la galería, que ejerza su poder ejecutivo con gestos y poco más, mientras nosotros somos más preciosos y monos que nadie. Abonamos el terreno para el salvapatrias, y tras dejársela botando a puerta vacía, lloraremos cuando marque gol y perdamos el partido en el pitido final.
La culpa es mía, la culpa es tuya.
Son peligrosos y turbios. Creo que es de lo más acertado que has escrito
Pues están ahí y los vamos a padecer pero a base de bien