
Está muy bien llenar las redes sociales de carteles, memes e imágenes alabando la lucha por la salud mental, la preocupación infinita que tenemos por todos aquellos que padecen cualquier tipo de enfermedad psiquiátrica. No me cabe duda de que todo ese buenismo desinteresado, no cubre ningún tipo de mala intención o simple bienquedismo adornado con flores secas, y coronas repletas de espinas. Es decir, la preocupación por la salud mental acaba donde empieza una tibia imagen aleatoria, pues la preocupación es un mero artificio para sentir que hacemos algo, o somos partícipes de una lucha relevante, pero sin tener que sacrificar nada por la causa. Porque oye, mira ese loco del vecino que habla solo. Mejor no nos acerquemos mucho a él, no vaya a ser que nuestros prejuicios hagan que los memes que hemos puesto de estado en el Instagram, no surtan el efecto deseado. Tú ya has hecho tu trabajo.
Es preferible ridiculizar el problema cuando lo tenemos delante. Incluso ignorarlo. Porque hay muchos locos por el mundo, y no es nuestro problema. Con el loco que lidien en su casa, pero a mí que no se me acerquen porque perturban mi vida.
Es harto heroico sentirse un prohombre en la pelea por la cordura porque has subido un estado súper comprometido, donde enseñas al mundo tu alma pura y nos deleitas con grandes palabras, mientras no tienes un mínimo detalle cívico con el dependiente de la tienda a la que entraste por la mañana. Ni un ‘buenos días’, o algo tan básico como educación, para dirigirte a ese empleado que te sirve el café en el bar de la esquina: o para el que se arma de paciencia mientras revuelves montañas de ropa desordenando las pilas. Y es muy habitual escuchar: ‘que lo coloque él, que para eso le pagan’, mientras incides en que hemos de replantear el problema de la salud mental para no dejar a nadie atrás. Arroja la basura al suelo, porque ‘para eso pagan al barrendero’, y si no quiere recoger tu mierda, que busque otro trabajo. Nos gusta tanto sentirnos dioses, que muchas veces olvidamos que bajo ese trato vejatorio que dispensamos a los demás, se encuentra la fina línea que separa a muchas personas cuerdas, de la locura. La rotura mental la tenemos a una palabra de distancia, y encender la mecha a veces es más sencillo de lo que a priori pueda parecer.
Quizás los buenos modales y tratar bien a los demás, hagan más por la salud mental de gente al borde del quiebre mental, que una imagen llena de purpurina o infinidad de campañas de contenido inexistente. Pero claro, eso ya requiere realizar un esfuerzo por nuestra parte, y no computa tener que lidiar en esta batalla constante sacrificando algo tan importante como nuestro vacío orgullo. Es mejor optar por el bienquedismo, porque este no pide que entregues nada, tan solo palabras que se lleva el mismo viento al que llevas arrojando tus problemas toda la vida.