Sacrifícate tú, plebeyo indeseable

Tienes que sacrificarte porque nos adentramos en un momento histórico de la historia europea. Crucial, desde la II Guerra Mundial, según nos repiten desde todos los frentes posibles. Tenemos que aceptar la dureza de un invierno que se atisba crudo y oscuro, la pérdida de un poder adquisitivo que en realidad muchos nunca hemos tenido, la resiliencia por bandera, porque al parecer es la única opción disponible. No ofrecen una sola alternativa viable. Y llamadme iluso, pero si lo único que te sale es anunciar el apocalipsis tras el verano, diciendo por activa y por pasiva que no se puede hacer nada para solucionar lo que está llegando, o al menos atenuarlo, quizás deberías dejar tu puesto a otro gobernante que, al menos, haga el intento de hacer cualquier otra cosa. Porque mejor que no hacer nada, es intentar hacer algo. 

Pese a que no aportan soluciones, no dejan de repetirte que tú debes sacrificarte. Porque tampoco hiciste nada salvo trabajar y vivir hace 10 años, pero también tenías que sacrificarte en plena crisis de deuda, por un bien mayor y todo eso. Y es que la única constante de las crisis, es el sacrificio que debes acometer tú, sea el que sea. Entiéndase sacrificio siempre como ser el espectador de un descenso prolongado de tu ya de por si esperpéntico nivel de vida, acercándote con cada crisis un poquito más al subsuelo de la indigencia primermundista. Pero el bien común es lo que tiene, y hacerlo es la única posibilidad para que esos que te piden dicho sacrificio, puedan continuar con un tren de vida grosero en el que restregarte su opulencia siempre que se les antoje. Porque ellos tienen que hacerlo, ¿o no lo entiendes? Tienes que sacrificarte para que ellos puedan continuar viviendo la ‘dolce vita’. Mientras tú comes insectos, te regulan la luz y el agua que pagarás a precio de diamante, te mueves en bicicleta o en un transporte público deficiente y dejan la calle a oscuras; la élite tras los altos muros dorados y torres de marfil lo suficientemente grandes para que entren sus indecentes egos, continuará acaparando lo que te pertenece por derecho. Porque su trabajo es hacerte ver lo malo que eres y tu comportamiento errado. Su trabajo es decirte que la situación es por tu culpa, no por causa de unas políticas suicidadas llevadas a cabo durante más de dos décadas y pregonadas por ellos mismos.  

Has vivido por encima de tus posibilidades. Tú, que no llegas a fin de mes. Tú, que ganas 1000 euros pelados. Tú, que el único capricho que puedes permitirte es comprar un pantalón en Primark. Tú, que conduces un coche más viejo que tus hijos. Tú, que tus vacaciones son ir a un centro comercial a refrescarte en verano (Ahora ni eso). Tú, que cuentas cada euro como si fuese el último, porque puede serlo. Tú, que estás a una carta de despido de la indigencia. Tú, que tu mejor amigo es el responsable de comunicación crediticia del banco. Tú, que vas por casa intentando no encender las luces. Tú, que controlas cada vez que tienes que poner una lavadora. Tú, que compras el lavavajillas de marca blanca porque el Fairy es inasumible. Tú, y solo tú, has vivido por encima de tus posibilidades. Y algunos habéis comprado ese discurso. Algunos habéis asumido la culpabilidad dogmática, si el que os la pide es el de vuestro color. Pero la asumes tú, solo tú. 

¿Habéis visto durante todo este tiempo algún dirigente decir en voz alta algo como esto→? ‘Si, el rumbo que tomamos era equivocado y nos ha traído hasta aquí, asumimos nuestro error y vamos a realizar un viraje total de las políticas monetarias y energéticas para solucionar la situación’. No, el mantra es cargar el problema sobre tus hombros, porque saben que la mayor parte lo aceptará sin rechistar. 

Porque no hay admisión de culpa, solo pomposas declaraciones de apocalipsis energético y social, jamás un reconocimiento primario de una situación a la que se ha llegado por unas políticas energética y monetaria suicidas. Porque admitir eso sería tener que cambiar el rumbo radicalmente, y eso se traduce en el fin de las prebendas, comisiones y corruptelas varias que sostienen los restos de este sistema carcomido hasta lo más profundo de su ser. Hemos aceptado que los políticos declaren cual analista, siempre sin responsabilidad sobre la situación, a pesar de que toda ella recae sobre sus comportamientos y decisiones. No entraré a debatir el sometimiento del colaboracionista pobre de pedir, el vecino que lleva más de veinte años aplaudiendo el rumbo equivocado que se tomó y nos ha traído hasta aquí. Pero de aquellos barros, estos lodos.  

En tiempos de bonanza puedes permitirte gobernar y votar palabras vacías cubiertas de purpurina, pero la bonanza tiene fecha límite. Bienvenidos al punto de no retorno. 

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