
Surgieron de la mente de Ilúvatar, y si bien es sabido que en la Ainulindalë se narra la creación por parte de Eru de la raza de los Ainur, antes que ellos hubo otros que aún persisten entre nosotros. Los Undomë moldearon el pensamiento de los Ainur haciéndoles componer la gran canción a partir de la cual Ilúvatar les enseña a los Ainur la visión que Él produjo gracias a la música que ellos habían creado. Pero algo sucedió, pues los Undomë irritados por la poca consideración que se tuvo con ellos, se revolvieron contra su propio creador sumiéndose en un profundo sueño que tan solo sería interrumpido cuando la Era de los Hombres se encontrase perdida y sin rumbo. Entonces despertarán de su eterno letargo para guiar a la creación definitiva de Eru e ir de la mano en su terrenal camino por el invisible emblema del tiempo. Y a diferencia de la mayor parte de los Ainur que se quedaron morando junto a Ilúvatar, los Undomë optaron porque ese letargo tuviese lugar en Eä, donde bajaron junto a algunos Ainur (Valar y Maiar). No ayudaron a darle forma, pero su sueño se tradujo en la lluvia y el sol que brilla. Los océanos son fruto de las lágrimas que derramaron por la traición y las plantas son la raíz misma de su corazón malherido.
Y despertaron. El auxilio del hombre les trajo a nuestro tiempo, donde vagaron con rumbo determinado enfundados en sus carcasas humanoides, mediante las cuales han ido promoviendo la palabra de la luz en las televisiones, páginas web, radios e infinidad de medios de comunicación. Nosotros, tristes mortales nauseabundos, no somos capaces de imaginar el sacrificio que ellos han hecho por alcanzar nuestra era y poder guiarnos a un bien mayor.
Por supuesto la realidad dista mucho de ser así, aunque la mayor parte de las personas que conocemos ligadas a la pandemia y su merchandising lleguen a creerse seres divinos surgidos de la idea misma de un gran creador de todo como pueda ser Ilúvatar, no dejan de ser personas como nosotros que han encontrado un filón del cual no se quieren deshacer. ¿Quién querría?, maldición, ahora se revuelven repletos de ira y rencor hacia los que, números y datos en la mano, llevan tiempo luchando por desmontar la farsa sobre la que han edificado un sistema de estafa piramidal pandémico.
Se revuelven sobre el sistema. Se revuelven porque el mundo poco a poco va volviendo a su lugar y pierden su cuota de protagonismo en una sociedad que les ha elevado a unos altares como falsos dioses. Muchos, pagados de sí mismos, intentan desde esa superioridad moral autoalimentada, desdeñar cualquier movimiento que pueda ejercerse contra su falso testimonio. Y arrearan con todas sus fuerzas, poco importa a quien ataquen, si ellos piensan que todo lo que han construido en base al dolor ajeno puede peligrar. Y peligra, lo hace porque no quisieron admitir la temporalidad de la situación y optaron por alargar una agonía incierta con falsedades y estadísticas trucadas. Prefirieron tirarse en tromba a los platós de televisión, radios y a publicar libros (Que poco menos te venden como epopeyas) donde narraban luchas imaginarias contra el sistema que les ha elevado ante la ciudadanía plebeya y común. Calumnias por doquier que no conocen la vergüenza, culpas y balones fuera enfrentando a la población entre sí. Porque son sabedores de que mucha gente aún consume demasiada televisión, y su turbada mente no es capaz de discernir más allá de la falsa realidad que les han plasmado frente a sus narices durante dos años. Y sabiendo esto, tergiversan el mundo a su antojo para que el abuelo siga creyendo que todo está derrumbándose fuera por culpa de su propio nieto, que es un egoísta incapaz de pensar en alguien más que en sí mismo y no se pone la mascarilla.
Menudo egoísta.
Porque la industria que se ha ido construyendo es muy jugosa. Hay que renunciar a comisiones, a apariciones, a contratos con editoriales y sobre todo, a seguir en el candelero y sentirte una persona que está por encima del bien y del mal. Hay que estirar el chicle, porque estirarlo supone acercarse más a poder llegar al sueño del humano medio de poder vivir sin hacer demasiado y vivir bien. Muy bien. Si de paso tenemos que destrozar unas cosas de por medio, es por el bien mayor Fe si cuenta corriente.
Cero quejas, que las quejas no traen beneficios.
Y aparecerán culpando de todo a la generación que no consume sus mentiras, con plásticos con dos rayas de color rojo bien brillantes y acompañados siempre de un mensaje lastimero. Regalando positivos mientras ponen ojitos de cachorro, y te hacen creer que acaban de conquistar Normandía. Héroes de nuestro tiempo, que mantienen una pelea constante contra Melkor. Madre mía Melkor, que sería de nosotros si no les tuviésemos a ellos plantando cara al mundo por nuestras tristes vidas, ante un enemigo que no existe en una guerra que solamente tiene relevancia en sus cabezas atormentadas. Y al final el flujo de información sale de unos medios de comunicación que llevan dos años haciendo el agosto mediante publicidad ligada a la pandemia, clickbait puro y duro en relación a un virus residual y hacer emerger el miedo de forma constante entre la población. Y su canal de comunicación son supuestos expertos que mantienen siempre el mismo discurso alarmista, aunque tengas la dignidad de mirar a tu alrededor y darte cuenta de que en realidad, el mundo sigue girando y el COVID es ahora mismo algo similar a un triste constipado. Y es que perder la cuota de poder y volver a la realidad donde eres uno más, tiene que costar cuando llevas más de dos años pontificando día a día.
La Era de los Hombres pertenece a los hombres, no a los Undomë.
Me apasiona la comparación-alegoría tolkiendili. Me imagino también que perder una mina de oro como es la pandemia no les gusta demasiado a ciertos personajillos