Pollock y la pesadilla del genio

Pollock y Krasner ante una de sus obras

Nos atamos a infinidad de fechas y motivos, pero olvidamos que Roma no se construyó en un día, que la vida se cierne sobre los momentos que arden en las almas de genios incomprendidos en su época. Y uno de esos genios irredentos, permanentes en la historia, fue Jackson Pollock. Un prodigio de la brocha, del pincel y de la vida, maltratado por sus propias vicisitudes, en un tiempo en el que la vida era más una amalgama de crueldades impropias, que de esperanzas predichas. Pollock combatió un alcoholismo cruento, en un Nueva York que empezó odiándolo para terminar entregando su alma a uno de los pintores más prolíficos del Siglo XX, o más bien de la historia. Un revolucionario, un hombre hecho a sí mismo que edificó su leyenda sobre los lienzos en blanco, pintando sus sueños y pesadillas, frustrando sus anhelos, y mitificando la figura de un destino que transcurrirá entre sus demonios internos y una copa.

Con Pollock nos encontramos a un extraño ser incomprendido, que viaja entre la locura y la copa vacía, plasmando en un lienzo los fantasmas de una vida incoherente. Y Les, su compañera de vida y penurias, asomando por los nubarrones que atribuían sus días de un modo terrorífico. Lee sufrió las penurias del amor, de la lealtad y del arte ingrato que durante los once años de matrimonio resguardó las penurias de Pollock. No eran más que dos personas inconsecuentes, pero unidas por los lazos del arte real y tangible. Su revolución del panorama artístico fue también una involución en una vida personal atribulada y repleta de oscurantismo. Malas decisiones, llevadas por una mente desgastada que no conseguía establecer una conexión perpetua con el mundo real.

Pollock fue el alma atormentada del artista, el artista hecho hombre y la deidad de las pinturas a través de unas manos mágicas que plasmaron su tiempo como solamente él pudo hacer. Un hombre con mucho que decir, que mediante el uso de la pintura, de la brocha, del pincel y de la estética, le contó al mundo lo que no podía hacer con la palabra. Quizás sus pinturas expresan más de su personalidad, que la que los teóricos del propio arte quisieran admitir. Un trastorno que va más allá de la locura, de la genialidad ligada a su obra. Pollock se sumerge en un océano de intransigencia a través de sus cuadros, expresando todo aquello que su alma quiere gritar y su boca no se ve capacitada a hilar. Las pinceladas trascienden en lienzo y nos dibujan un hombre angustiado, atrapado en su cabeza y encarcelado en un mundo que no comprende y que no le entiende. 

La bebida se convirtió en su principal vía de escape, porque la pintura le acabó atrapando en sus garras. El vaso podía llenarse con pesadillas, y una vez que se las bebía, desaparecían bajo sus sueños rotos. 

Los genios se rompen antes que las personas normales, porque tal vez el genio está atrapado en una cabeza inoperante. Por qué es así, nadie lo sabe a ciencia cierta, pero al menos nos ha legado su obra entre crisis y problemas, una obra que trascendió más allá del tiempo, que alcanzó su cénit a finales de los años 40, que ha servido de inspiración a multitud de pintores y de generaciones. Una obra incapaz de avejentarse, que no conoce el transcurrir de los años, porque es atemporal. Una obra pura y delicada, contraria a lo que era el hombre que la creó y le dio forma. Y suele ser, pues el genio no es más que un ente incapaz que sirve como avatar de la dignidad divina, fabricando nuevos universos sobre los que cimentar la civilización y sus avances.

Grandioso pues, aquellos que con sus manos crean y nos hacen ir más allá de lo que cualquier vehículo pueda llevarnos y sin movernos del mismo sitio en el que nos encontramos. Pues el rojo intenso de la furia se une con el puro blanco de la delicada historia que teje entre rayos de sol la verde pradera del Edén.

Y cuando el genio cae, su genio perdura. 

Su esposa le sobrevivió, y aunque para muchos su altura no será jamás igualable a la de Pollock, huelga decir que Krasner ha sido tal vez la pintora expresionista más influyente del siglo. Puede ser objeto de discusión, pero su obra baila entre lo notable y sobresaliente, así como el fuerte carácter que forjó a una mujer que perduró a pesar de luchar contra unas vicisitudes impropias.

Dos genios unidos por el arte al que no renunciaron, aunque el arte amenazase con abandonarles a ellos en multitud de ocasiones.

5 comentarios

  1. Magnífico acercamiento a un artista excelso

  2. Krasner me parece una de las figuras más infravaloradas que hay, Pollock la eclipsó pero ella ha sido una de las arrugas más influyentes que ha habido

  3. Uno de mis artistas predilectos

  4. Maravillosa exposición

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