
Podemos, podemos serlo y está quedando claro que vamos a serlo. Nos encontramos a 28 de marzo, primavera del año 2022, más de dos años desde que estalló la pandemia, más de un año vacunando, más de dos años con el virus circulando, con una presión hospitalaria inexistente, una atención primaria destruida hasta los cimientos por los que optaron por encerrarte, antes que por mejorar dicha situación, y con medidas restrictivas vigentes. A 28 de marzo del año 2022, somos el único país de Europa y América del norte que mantiene las mascarillas, restricciones de entrada y aforo, o que no tiene una fecha fijada para retirar todas las medidas que se mantienen debido a la pandemia. Una pandemia que en Europa ya es historia, pero en España nos vamos a afanar en mantener un poco más, por si suena la flauta.
Digo lo de la flauta por no decir que somos unos tontos redomados, o mantenemos unos intereses ocultos que van más allá de nuestra maniatada comprensión. Y no os quepa duda de que lo somos, lo primero digo. Lo somos porque hemos permitido cada desmán de quienes gobiernan en plan ‘sujétame el cubata’, hemos tolerado que nuestros hijos a 28 de marzo sean los únicos niños europeos que van hoy a clase con su mascarilla bien ajustada al rostro. Hemos permitido que nos mangoneen cada instante de nuestra vida. Hemos permitido los abusos sistemáticos, sin alzar lo más mínimo la voz. Hemos permitido que pisoteen nuestros derechos a cambio de una falsa sensación de protección. Hemos permitido que nos quiten nuestros trabajos. Hemos permitido que nos roben nuestra libertad. Hemos permitido que nos traten como a delincuentes. Hemos permitido la segregación por motivos de “salud”. Hemos permitido que se aísle a una parte de la población durante semanas (en Galicia aún se hace) mediante pases gubernamentales de buen ciudadano. Hemos permitido que nuestros abuelos falleciesen en las residencias, sin ningún tipo de oposición. Hemos permitido que un perro tuviese más derechos que nuestros hijos durante dos meses. Hemos permitido cada atropello que se les ha ocurrido, e incluso hemos colaborado.
Ese es el problema, que hemos colaborado. Nos hemos convertido en una sociedad sumisa y entregada, sin el menor atisbo de orgullo personal, que es incapaz de anteponer su propia libertad individual, su puñetero libre albedrío, a los desmanes de una clase política incapaz que ha visto cómo gobernar en base a actos de caciques de tierras baldías, es posible gracias a un colaboracionismo que ni yo mismo, pesimista díscolo) ciudadano impropio de una sociedad medianamente evolucionada.
La verdad es que, a 28 de marzo de 2022, los españoles continuamos atrapados en un bucle pandémico del que parece imposible salir. Hemos asistido a un cambio de protocolo que inicia hoy, y que parece que por fin da el paso para gripalizar un virus residual y sin apenas impacto en la sociedad. Pero no ha gustado, no ha gustado a los santos del cotarro porque parece ir poniendo fin a una etapa sumamente lucrativa de sus vidas. Una etapa en la que durante meses, se han sentido los reyes del mundo, sentando cátedra sobre una población dominada, mostrando sus carencias y tapando la ineptitud de la que hacen gala a diario, con una falta de escrúpulos y moral alarmante. Hay personas que ven su chiringuito peligrar, y cuando ves que un nivel de vida que no mereces (o al menos, que no te has ganado como debe hacerse) se hunde en mitad del océano, te agarras a cualquier salvavidas que aparezca. Por supuesto que van a patalear, estos últimos días se les ha visto desesperados por vender una séptima ola, una ola asesina de gripe, un resurgimiento de la gripe a; todo les ha servido para intentar contener la fuga de interés. Diría de euros, pero eso lo damos por sentado.
El caso es que, esos infames seres han estado gritando a los cuatro vientos contra las pocas medidas consecuentes que se han tomado. La alarma es su modus operandi, y son incapaces de responder con argumentos válidos más allá de tildarte de negacionista o sacar tablas de 2020, en muchos casos trucadas, para defender unas políticas que nos han conducido a la mayor crisis de la historia moderna y que no se ha demostrado que frenasen la cadena de transmisión, o impidiesen algún fallecimiento. Se intentó ponerle puertas al campo, y aparte de tirar el poco dinero que teníamos, nos hemos endeudado para construirlas. Por el camino, hemos perdido la decencia y entregado la libertad.
No ha sido lo que se dice un negocio redondo.
Y mientras tanto, a 28 de marzo de 2022, mientras el mundo ha decidido avanzar y no dejarse arrastrar a la hecatombe económica (al menos, no agravarla más de lo que ya es), los españoles optamos por no fijar una fecha para poner fin a las medidas liberticidas que se mantienen en el país. Los españoles hemos decidido vendernos al peor postor, y preferir quedarnos sin leche antes que levantar la voz contra un gobierno acomodado en la complacencia de una población sumisa. Felicidades a todos, somos por fin campeones del mundo occidental en superchería y magufismo. Somos los primeros en ser los últimos. Padres, ciudadanos, habéis sentenciado a una generación de niños entregándoos a unos políticos que os han vendido un crecepelo a las 4:00 en la Teletienda y lo habéis comprado. Que demonios, habéis comprado todo el lote, toda la producción; habéis comprado acciones de la compañía, habéis comprado la compañía.
Si algo ha demostrado esta situación, es que indudablemente podemos ser más tontos. E intentamos superarnos día a día, porque nos creemos más listos que nadie siendo precavidos ante la nada, creyendo que colgarnos un cristal en el cuello nos protegerá del mal de ojo, que rezar a una madera nos solucionará los problemas, que ponernos un trapo en la cara impedirá que muramos. Nos hemos creído dioses de pacotilla, pero solamente hemos demostrado que siempre podemos ser más tontos. Siempre un poco más.
Podemos podemos, danos tiempo