Orgullosos

El orgullo es una cosa loca, ¿verdad? Nos enorgullecemos de nuestros hijos, de nuestros logros, de nuestros equipos, de nuestra ideología e incluso de nuestra Fe. Durante años nos hemos enorgullecido de todo lo posible, porque enorgullecerse forma parte del hecho de ser humano. Nos enorgullecemos cuando vemos a nuestros hijos salir adelante en la vida, porque es síntoma de que lo hemos hecho bien. Nos enorgullecemos a la hora de votar (algunos), porque supongo que es lo normal a fin de cuentas. Nos enorgullecemos de una bandera o de unos colores, incluso de que nuestro equipo fracase; porque estar a su lado en el peor momento es digno. Nos enorgullecemos de multitud de cosas, porque el orgullo nos hace más humanos. Luego tenemos al Consejero de Salud asturiano que se enorgullece del uso generalizado de las mascarillas y se jacta de ello, motivos no le faltan la verdad. Si, si, ese mismo tipo que el 4 de abril de 2020, mientras contemplaba los avances del hospital de campaña que se abrió en Gijón, indicaba que las mascarillas no serían utilizadas de forma generalizada ni obligatoria, porque los técnicos no contemplaban su uso más allá del personal sanitario.

Ese mismo Consejero que ayer nos dice que la situación en Asturias es límite a nivel hospitalario (mentira, pero qué importa ya la verdad en esta situación) y hoy nos enseña una estadística donde se indica que el asturiano es el ciudadano más covidiano y mascarillófilo de España, que orgullo por amor de Dios. Me imagino que ellos mismos son conscientes de la incongruencia del hecho, pero estamos ante personas a las que el tema sanitario, en realidad, les importa menos que nada. Viven en su burbuja, en esa misma que llevan instalados un bienio. Son conscientes de que la pandemia se acabó hace más de un año, pero han encontrado un filón monetario que no se veía en Asturias desde que empezaron a fluir los Fondos Mineros. ¿Qué tiempos, verdad?, millones y millones de las antiguas pesetas que fueron a manos de la cúpula sindical y del partido, donde jefazos sin oficio ni beneficio y con menos aptitudes que una caja de cartón, se convirtieron en millonarios. Pues, nos encontramos en una situación más favorable para esas mismas personas, pues una vez enriquecida la clase sindical, toca permitir que las élites de la FSA vivan la dolce vita. Se embolsan dinero en partidas de material, test y para colmo, el dinero que tendría que ir a reforzar el tejido sanitario asturiano se va perdiendo por el camino, desviando los focos hacia temas menores e irrelevantes. Con una atención primaria moribunda y una gerencia hospitalaria repleta de altos cargos con sueldos indecentes, pero bien ligados al partido, el covid es la excusa perfecta para continuar haciendo y deshaciendo con libertad sin que la población de este parque de atracciones de jubilados llamado Asturias, levante la voz.

Por supuesto luego te dirán unos y otros que si el asturiano es luchador e infinidad de milongas de ese tipo, pero es una leyenda urbana y bastante cutre. Sí se ha luchado, o mejor dicho; han luchado. Han luchado por proteger los privilegios indecentes y el nepotismo ligado a HUNOSA. Unos privilegios que le otorga a la FSA una red clientelar lo suficientemente potente como para continuar haciendo lo que mejor sabe: meter mano. Después tenemos a la derecha castiza asturiana que al final del día comen en la misma cochiquera que los de arriba. Una élite empresarial acomodada, con más años que el caballo del Duque de Alba, que a falta de ideas y clarividencia empresarial, se han alimentado del dinero público que ha ido entrando por el Negrón.

Y en el medio, muchas personas sin fuerzas para levantar la voz.

El Consejero de Salud se enorgullece, y no porque uses mascarilla y eso sirva para algo (Spoiler, no sirve para nada), lo hace porque pueden seguir riéndose en tu cara mientras expolian las arcas públicas con tu diligente colaboración. Porque, llegar al punto de que nos roben y les estemos pidiendo con devoción, que nos roben más, era algo que no vimos venir. Y en unos años, cuando todo salga a la luz, hasta el más colaboracionista negará con vehemencia que estuvo de su lado, pero lo harán disfrutando del solar que han dejado en Asturias, mientras ellos disfrutan de la vida y un futuro asegurado.

Asturias no tiene futuro, pero al menos tendrá bable. Y mascarillas. Bable y mascarillas.

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