Nunca seremos como Francia

Es un fracaso. Un fiasco absoluto de un país con una sociedad elitista y demasiado pagada de sí misma. Una sociedad que observa el mundo desde su atalaya moralista, pertrechados en su torre de marfil con la consecuente seguridad que le otorga su clase, su pasaporte y su dinero, como todo arde a sus pies. Francia ha caído, ha caído por su autocomplaciencia, por su cobardía, por su clasismo exacerbado que han exhibido por bandera siempre que han podido, los españoles lo sabemos muy bien porque lo han vivido en sus carnes millones de nuestros compatriotas, que no fueron más que ciudadanos de segunda en el país galo. Han caído debido a su paternalismo, su condescendencia y falso comunitarismo de bandera partidista, como mero acceso a una palabrería que otorgue un buen puesto allí arriba. Su política de guetos ha demostrado al mundo más que una ceguera total ante un problema muy grave. Lo sucedido el sábado en la final de la Copa de Europa en Saint Denis, es la insalubre demostración de cómo una sociedad que deja de lado a una parte de la misma, acabará siendo devorada por su propia dejadez. Y es que durante décadas han aislado a sabiendas a millones de personas provenientes de sociedades violentas, aun sin ilustrar, donde el día a día no es otra cosa sino una batalla constante por su supervivencia y se han dado de bruces con que, esas personas, han reproducido en esas poblaciones el mundo del que provienen. Segregados y aislados, no se integran en un mundo del que no se sienten parte porque en muchos sentidos, no se les permite ser parte. El cinismo que aflora del elitismo francés, es la rabia que devorará su sociedad por los pies sin que puedan hacer nada.

Si, Francia ha caído, y quizás ahora lo están viendo. Es tarde. Es un país inseguro, un país en el que la policía patrulla con ametralladoras en Eurodisney como quien lleva una gorra en un día soleado; mientras han dejado de entrar en infinidad de barrios a lo largo y ancho del país, abandonando a millones de personas a su suerte. Han normalizado el absurdo. El sin sentido.

Y no me cabe duda de que en España tenemos problemas relativamente importantes con cierto tipo de inmigración, pero tampoco tengo duda de que lo hemos hecho mucho mejor que nuestros vecinos. No somos una sociedad segregadora por naturaleza, al contrario. Si bien imponemos mucha bravuconería en nuestras palabras, la fuerza se nos va por la boca y como sociedad no ejercemos esa condescendencia cínica sobre quien viene de fuera. Cuando sufrimos, solemos sufrir en conjunto. España se ha demostrado como uno de los países más integradores del primer mundo y creo que es algo de lo que deberíamos estar muy orgullosos. Somos una sociedad con muchas taras, pero con una madurez más demostrable que otras naciones con más pompa y propaganda que nos rodean.

No, España nunca será Francia.

Deja un comentario