
Vamos a contar una historia que pasó hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia no tan lejana donde los jubilados eran la especie dominante y el trabajador miserable sostenía un sistema quebrado con el sudor de su frente marchita. Quizás ficción, quizás no.
En diciembre se cumplirán tres años desde la firma de un convenio que lo cambió todo para no cambiar nada. Un convenio que dejó las cosas tal y como estaban sin moverse un ápice para bien, aunque sí dejaron la puerta abierta para irse por el mal camino más pronto que tarde. Un convenio que permitía a las grandes cadenas del comercio minorista continuar haciendo y deshaciendo a su antojo en la región del jubilado, troceando las esperanzas de unos trabajadores que se contentaron con 50 euros y dos días más de vacaciones al año. Quizás los carteles de apoyo a cierta compañía de canción pegadiza no surtieron el efecto deseado. Yo creo que tenían que haber sido aún más ruidosos y elocuentes, tatuándose el logotipo de la empresa en el culo y las ofertas de la semana en la cara. Tal vez así… o no, porque las cosas son como son y siempre serán así. Pero siempre veremos apoyos plegados a los intereses del patrón, abandonando a tus compañeros de armas; esos que están deslomándose día a día a tu lado sufriendo las mismas miserias que tú. Pero como eres más espabilado que nadie, vives pensando que si lames el culo de la forma correcta al sinluces que tienes por encima, quizás te lancen el hueso con algo de carne.
¿Has despertado ya? Porque ese sinluces al que sigues como un perrito y que se cree Aegon Targaryen a lomos de Balerion conquistando Poniente, no es más que un Quijote que también despertará de su fantasía caballeresca por las malas. La única diferencia entre vosotros, es que tú anhelas esa paranoia ficticia en la que vive.
Volvamos.
Las continuas negativas de cierta empresa de dar a los trabajadores que sostienen la compañía unas condiciones medianamente aceptables para desempeñar su labor – que no eran otras que valorar su trabajo y pagarles en consecuencia, además de reconocerles la antigüedad y categorías específicas – desembocó en un intento de huelga en plena campaña navideña (digo intento porque se quedó en eso). La huelga generó algo nunca antes visto, una contrahuelga promovida por ciertos trabajadores en apoyo al empleador, manifestándose en favor de la compañía con un fervor que provocó muchas cosas, y ninguna buena. La imagen del trabajador quedó por los suelos, el respeto del ciudadano de a pie desapareció, y las condiciones laborales se fueron degradando a raíz de eso, cada día un poquito más. Después de que cierto sindicato ligado al partido gobernante claudicase, siempre por orden del partido, accediendo a sí mismo a las condiciones que imponía la empresa, el intento de huelga se disipó y las cosas nunca volvieron a su cauce. Un sindicato que hoy en día brilla por su ausencia, porque ya sabéis que ‘es lo que hay’, mejor esto que morirse. Pero por los puestos del comité se pelean a cuchillo, porque hay que llenar estómagos.
De aquellos barros, estos lodos.
Hará tres años que cierta empresa, llevando la voz cantante en aquella negociación del convenio colectivo del sector, pensó que ligar al IPC las subidas salariales era la idea más brillante que se les podía ocurrir. Se firmó con una inflación del 0,8, y unas previsiones para dos años de un aumento hasta el 1,5, más o menos. No había que ser demasiado listo para saber que con las políticas monetarias que se estaban llevando a cabo en occidente (sobre todo en Europa desde 2012, ya os hablé entradas atrás de ello. Así que buscadlo, no me seáis vagonetas), covid o no mediante, la inflación acabaría disparándose por encima de cualquier previsión gubernamental (¿alguna vez aciertan?, pues eso) una vez explotase la burbuja. Se veía venir. Lo que me deja bastante patidifuso es como las mentes brillantes (bueno…) que ejercen cargos de más renombre que el del currito medio de la compañía, fueron incapaces de anticipar algo que cualquier mierda infrapagado con dos dedos de frente veía venir. Me imagino que alguien sentado en una silla cual Emperador Padishah, se creyó el más listo de la clase, y sus comparsas no se atrevieron a decir esta boca es mía. Y es que heredar una empresa, pese a tener una licenciatura en empresariales o económicas, sabe dios cual porque tienen la mima utilidad una que otra: ninguna. Vamos, a lo que iba, y es que al parecer no te convierte precisamente en el más listo de la región. Y aquí uno piensa, ¿dónde estaría ese tipo de gente si no hubiese nacido en una cuna de oro creada gracias al enchufismo familiar, y el dinero público que recibieron sin control a ciertas conexiones políticas del partido de más peso?, me imagino que con los del cartel en la contrahuelga, porque en realidad tienen menos luces que una patera a la deriva. Pero luego de cenorra con los amigotes, presumen de ser emprendedores, y de que su negocio es fácil de llevar si solo contratas subnormales, como hacen ellos. No está muy bien el darse aires cuando vives de prestado. Por ir avisando. Todo vuelve.
Casualmente, creerte el más listo de la clase ha conseguido que esa empresa firmase un convenio que ahora va a dejar sus cuentas temblando. Y es que tendrá que abonar unos retrasos considerablemente altos a sus empleados, y eso no les gusta por lo que están pataleando como niños. ¿Su solución?, empezar a recortar personal antes de fin de año para que el pago sea a la menor gente posible. Y de paso, no contratas nueva mano de obra, porque te das cuenta de que con lo mínimo el trabajo sigue saliendo. ¿Qué sale mal?, qué más da, si tú ya vendes por inercia. Todo vale hasta que la empresa se venda a alguien de ojos rasgados. Mientras tanto disfrazas esos recortes de ‘que mal está la cosa colega’, mientras camelas a los cuatro serviles que tienes ganados desde hace mucho tiempo con el cuento de la ‘familia’ y el ‘todo por la empresa’, para que transmitan tus órdenes de la peor manera posible. Pero oye, que por la empresa lo mismo que la empresa por mí: nada. La fidelidad ciega ya he dicho muchas veces que la tienes comprándote un perro. La del currito la adquieres pagándole lo que le corresponde, y no pidiéndole un solo movimiento más allá del que se contemple en su contrato. ¿Pagas sueldos de dependientes?, tienes el desempeño de un dependiente. Si quieres un profesional del sector, pagas el sueldo que amerita a un profesional del sector, con su consiguiente categoría laboral. Y creo que es sencillo de entender. ¿O en tu negocio vendes percebe a precio de mandarina? Ya conocemos la respuesta, gracias.
Contarán muchos cuentos de aquí a fin de año, pero cuentos de verdad los que pedían que les contases los Celtas Cortos, lo que provenga de ciertas bocas tiene una credibilidad nula, y mientras el dinero siga fluyendo hacia otros lados me dejas claro que hay músculo financiero de sobra para afrontar tu chulería de hace tres años, sin tener que machacarme a diario por tu propio error. Y la próxima vez que te quieras creer el más listo de la clase, igual te lo piensas un poquito mejor. Porque la situación ficción que se vive ahora mismo en esa empresa, solamente se debe a que es el currela el que va a pagar el error de cálculo del mismo que le amedrenta cada día en su puesto de trabajo. No se debe a una carencia económica, o a un descenso continuado en el tiempo de los beneficios. Pero como se ha tragado con todo hasta la fecha, ancha es Castilla y a cantar la gozadera. Porque Miami se lo confirmó.
Al final del día somos mierda prescindible que forma parte de una mierda aun mayor que se llama clase baja. Pero puedes vivir a crédito, qué guay.