Manifiesto por la libertad

La libertad es en un sentido amplio de la palabra, la capacidad del ser humano de actuar por voluntad propia, el libre albedrío. La libertad es según una definición más concreta, la facultad y derecho que tienen los seres humanos de elegir su forma de actuar de acuerdo a las normas que rigen una sociedad.  

No me gusta ninguna de las definiciones anteriormente mencionadas, me parecen simplistas y cóncavas. Vacías de contenido y causa. Dos definiciones intrascendentes que no otorgan toda la realidad que abarca la palabra y el hecho que abraza la libertad en sí misma. Las reglas rigen el instante, pero no pueden hacer mutar lo que ramifica del concepto en sí mismo, pues la libertad es una ley inmutable que trasciende a todo lo que somos y seremos. 

La libertad es una entelequia que hemos dimensionado hasta un punto introspectivo. La libertad nos otorga clarividencia, pero a su vez es una responsabilidad de difícil defensa y cumplimiento ante lo que entendemos como el imperio de la legalidad vigente. La libertad como idea puede ser terrorífica, pero es la única tangible que tenemos a nuestra disposición. La libertad repentina nos ahoga, pero la libertad necesita ser práctica pues en la teoría se disipa su irrelevancia. No soporta el trasfondo de la palabra, porque necesita un suelo físico bajo sus pies. Perderla es sencillo porque a duras penas se sostiene con el sacrificio de muchos, para el disfrute de pocos. La libertad se concibe como el todo que abraza al ser humano, un arma peligrosa pues nos incita a dudar. A ser algo más que meros espejismos o sombras por ‘un bien mayor’. La libertad es una idea omnipotente, y la única debilidad es no concebirla como real. La libertad no se negocia, se defiende. Se defiende permitiendo el contrapeso de quien no la ve como tú, ni entiende el mundo de la misma forma. La libertad se ramifica en cada palabra y cada pensamiento abstracto que permuta en su eco eterno. La libertad es elemental. La libertad es riesgo y fracaso. La libertad es levantarse y caer; caer y levantarse, elegir y optar. Decidir si eres o no eres; ser o no ser. La libertad no es una moneda de cambio, es el sistema en sí mismo y un sistema que ha sido y será, independientemente de las banalidades que inventemos para coexistir en esta falsedad que se abandera como sociedad. La libertad es el todo y la nada. La libertad no te hace libre, simplemente está ahí. La libertad hay que pelearla cada día, y cada día puedes perderla. No eres libre por nacer, vives bregando para ser libre un día más. La libertad es un concepto incomprensible que anhelamos, porque en la libertad está la capacidad de ser tú mismo. La libertad es ser quien debes ser. La libertad es un instante y trascender en la épica lucha inmemorial de egos y trasuntos irreverentes, de un mundo que avanza, estés o no estés listo. La libertad es la capacidad de entender que ser libre, tiene un precio, y ese precio abarca más de los simples caprichos que gobiernan tu vida materialista. La libertad es lo único que puedes decir que es tuyo. 

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