Llamas en diferido

El país arde como la hierba seca devorada por las llamas en mitad del caos. Ya no importa el precio de la cesta de la compra ni el combustible, al parecer el sector del transporte trabaja a pérdidas pero no parece que les importe demasiado. Me da a entender que han untado a los representantes como es debido, y mantener el silencio cómplice con este gobierno que roza lo criminal, ya es el pan nuestro de cada día. Porque no pasa un día sin una infamia, sin un chanchullo, sin un nuevo caso de clara corrupción en la que tengamos a sus furibundos defensores bramando por las calles en su apoyo. Porque poco importa lo que hagan, ante cualquier hecho hay una justificación que sirve de argumento para los mismos que al contrario le pedirían hasta la fecha de caducidad del DNI. Y todo esto mientras gritan que ellos son consecuentes, personas con dos dedos de frente que no tienen ningún problema en admitir que “los suyos” lo hacen mal. Claro, nunca lo hacen por lo tanto tampoco tienen que admitir nada. Vivimos en el ahora donde todo lo que importa es lo que podría suceder mañana y si puede copar un titular lo suficientemente jugoso. Que vivamos un aumento súbito de la delincuencia, no parece tener una relevancia más allá de poder culpar a alguien que se acople al discurso de turno. Y el fuego devora hasta las entrañas de un país negacionista, sumiso y entregado a la vida sedentaria. No somos más que el gordo de turno que cambia de canal apoltronado en su sofá, mientras se queja del mundo que le rodea. Ese tipo incapaz de levantarse a mear y que debe de hacerlo en un pequeño barreño a sus pies, y cuando desborde, que todo se pudra a su alrededor.

Pero amigos, el mal olor y la insalubridad acabará llegando hasta la parte superior del sofá.

Dimiten a la directora del CNI, porque patatas. Tenemos un gobierno que recula ante los abusos de socios minoritarios porque la poltrona es muy jugosa, y sacrificar los secretos de estado para mantener caliente el sillón un par de meses más, es aceptable. Entra dentro de los cálculos electorales, y nadie de tu cohorte de felones va a decirte lo más mínimo por hacerlo. Y así, al final del día, todo se resume en prevalecer entre las llamas. Siempre y cuando las llamas no te consuman a ti. La indignidad se apodera de cada aspecto de la rutina, de la política y de la antaño orgullosa soberanía nacional.

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