
Los jóvenes españoles ya no compran casas. Es decir, según el Banco de España la compra de viviendas por menores de 35 años se ha desplomado en los últimos 10 años, hasta el punto en el cual tan solo un 36% de los hogares con miembros de 35 años, o menos, son propietarios de una vivienda en el país. En 2011 la cifra era del 70%. Es decir, salvo que heredes o dispongas de un salario que eleve inexorablemente la capacidad de hacer frente a una entrada hipotecaria abusiva, el punto en el que nos encontramos ahora mismo es de inmundicia económica. Y no por el hecho de vivir de alquiler, simplemente porque no disponemos de una capacidad de ahorro mínima que nos permita hacer frente a un simple gasto inesperado.
Pero tenemos Netflix y teléfonos de última generación. Se denomina progreso. El progreso del absurdo mediante el cual la realidad te hace cada día más pobre, aunque dispongas de más lujos rutinarios.
Tiempo atrás se advirtió que la nula capacidad de medios a nuestra disposición de los que antaño éramos jóvenes, para adquirir una vivienda, acabaría afectando a grupos de mayor rango de edad por el mero hecho del transcurrir del tiempo, pura matemática. Hemos llegado hasta aquí de forma inexorable, asumiendo la transición de un modelo de propietarios hacia algo mixto, en el que acabaremos siendo abrumadora mayoría los precarios económicos que ahora a duras penas sostenemos el sistema con nuestro esfuerzo laboral, malpagado y semi esclavista. Porque echarse las manos a la cabeza debido a la situación precaria de ciertos grupos de pensionistas (aun en inferioridad numérica) que no pueden permitirse más que el acceso a un cuchitril de alquiler debido a su nula capacidad económica, está muy bien. Esa indignación queda preciosa en un eslogan y te hace parecer una persona tremendamente concienciada, felicidades. Aunque se esté consagrando el futuro a que el 30% del total de los pensionistas a 25 años vista, sean precisamente los precarios. Claro que muchas veces he escuchado que no accedemos a una vivienda porque optamos por gastar ese dinero en otras cosas, o simplemente por engrosar nuestra capacidad de ahorro mediante otros activos financieros (véase fondos, depósitos o diversificación accionarial), pero no es así. El aumento de ese supuesto ahorro no cubre tan siquiera el crecimiento draconiano de la inflación acumulada en estos últimos años: un 40%. Y eso entre todos los grupos de edad, entre los menores de 35 la media del valor de los activos está en menos del 20%.
Los salarios llevan estancados 20 años. Es decir, el sueldo medio en España es el mismo hoy, que antes de entrar yo mismo al mercado laboral.
Pero continuamos centrando la atención dónde no está el problema, ligando las subidas de las pensiones al IPC, por lo que a su vez subirán las bases de cotización, pagando más cotizaciones (todos), mientras la capacidad adquisitiva del contribuyente neto (el trabajador del sector privado, ojito. Porque el problema del funcionario está ahí) continúa descendiendo. Se eleva el techo de gasto estatal para cubrir esa subida de las pensiones, generando aún más deuda mientras bajas el gasto en otros menesteres más relevantes, causando a su vez una atención paupérrima en atención primaria (por ejemplo) y generando con ello, problemas de salud e inconvenientes de un calado descomunal a medio y largo plazo. Mantienes así en funcionamiento la gerontocracia funcionarial, que te sostiene en el poder mediante voto cautivo (¿A qué público se dirigen siempre los únicos partidos con capacidad real de gobernar?), y empobreces aún más a las futuras generaciones que seguramente, no puedan disfrutar de una miserable pensión mínima el día que tengan que abandonar un mercado laboral inmisericorde debido a un problema de salud mal tratado.
A título personal puedes preguntarme cuánto quieras por qué no intento adquirir una hipoteca, y yo te diré con gusto algo tan simple como ‘no puedo’. Gano 1000 euros al mes, punto. Soy una persona que tuvo que pedir un crédito para adquirir un coche de segunda mano, porque mi salario se esfuma entre mis manos antes de llegar al día 30. Mi capacidad de ahorro es menor que la de un prepúber, pero consigo arreglármelas para mantener un paquete de acciones diversificado que me pueda dar un rendimiento insignificante, pero al menos, seguro; mientras tanto aparto una pizca de dinero cada mes. Insuficiente para asumir cualquier imprevisto, que tiene que gestionarse siempre a base de crédito y deuda, entrando en un bucle eterno que jamás podré abandonar. Todo esto sufriendo una inflación de dos dígitos, pagando el combustible del coche a 2 euros el litro, mientras mi capacidad adquisitiva ha menguado en apenas un año más de un 10%. La realidad es tozuda y las matemáticas también, pero no mienten.
La precariedad que empezamos a ver asomar hace unos años, está empezando a dar sus frutos en los indicadores hoy. Dentro de otros 20 años, nos encontraremos en un punto donde el sistema en sí mismo habrá quebrado. Entre medias viviremos una purga del funcionariado: donde entre administraciones duplicadas, policías y entes gubernamentales inservibles, tal vez el 20% acaben en la calle. Las pensiones sufrirán un recorte que hoy la mayoría no quieren ver. Y el futuro que muchos asumimos como nuestro, será el terrorífico presente de muchas personas que no son conscientes aun de la realidad que llama a su puerta.