
Ayer por la tarde me llegó un vídeo procedente de TikTok, como muchas otras veces, hasta aquí todo normal. Vídeos de unos pocos segundos que intentan, de alguna forma, manipular tus sentimientos con un contenido vacío pero directo, de una falsedad enorme que suele conducir siempre hacia la viralidad del mismo, porque para eso mismo están pensados. Aunque hay algunos que me gustan, sobre todo relacionados con animales haciendo gansadas. Pero bueno, es otro cantar. El vídeo era el de un niño limpiando un coche en un semáforo en un país que me parece, no nombran, pero tengo la impresión de que es una nación hispanoamericana. El crío estaba pasando el trapo por el lateral del coche, y la ventanilla de atrás comenzó a bajar. Una vez hecho, aparece otro crío que comparte con el que limpia un juguete y algo de comer. Y ya está, con esto tienes un producto listo para lanzar al mercado en el que se vuelve, una vez más, a romantizar la pobreza extrema y la explotación infantil, dejando a un lado todo lo que está mal en el vídeo para centrarse en cómo el crío que ha tenido la suerte de nacer en un mundo mejor, “comparte” sus cosas con el pobre diablo que seguramente no tenga para comer ese día. Pero es precioso y un ejemplo.
Al vídeo en sí le acompañaron miles de retuits y mensajes, todos del tipo ‘ese niño gobernará el mundo’ o ‘cosas así te reconcilian con la humanidad’. En realidad, ese niño que está siendo explotado, cuando crezca, solo querrá quemar el mundo injusto en el que vive y en el cual ha sido condenado a nacer, desarrollarse y vivir sumido en la miseria más repugnante, aunque a ti te parezca encantador que la explotación infantil, o ver a un crío trabajando, sean ‘trendy’ porque te genera cierta paz de conciencia durante un par de minutos, y además puedes conseguir algunas visitas añadidas a tu perfil. Pero ese niño crecerá hundido en el resentimiento y el odio, generándole una impotencia y complejo de inferioridad gigantesco, mediante el cual centrará su ira en lo que tenga más cerca y alimentaremos el círculo vicioso delictivo tercermundista, un poco más. ¿Qué hay excepciones?, las hay. A veces en verano, puede hacer frío. Pero la norma social es impepinable.
Todo esto me trae a la cabeza esas fotografías que pululan por la red de una madre o un padre con la mochila de Glovo o Uber Eats (por decir dos empresas del sector), con su niño a cuestas y repartiendo en bicicleta bajo una tormenta del carajo. Siempre acompañadas de la leyenda ‘si quieres, puedes’ o ‘un ejemplo de lucha’. Tal y cómo cuando el abuelo cebolleta de turno nos sopla al oído que en sus tiempos apenas tenían para comer y mucho menos juguetes, pero ‘eran felices’. No, señor, no eras feliz, lo que eras es un niño que tenía que conformarse con lo que tenía y vivías en una época dónde si no te morías de tifus, podías considerarte el tipo más afortunado que existía en tu barrio. Pero no eras feliz. No lo eras porque creciste siendo un resentido. Creciste con ese resentimiento acumulado dentro, que te hace ver a las generaciones venideras como inferiores y caprichosas, donde tienes que recalcar una y otra vez que tú no tenías nada, porque en el fondo te reconcome que los que han venido después tuviesen la vida más fácil que tú. No eras feliz, te conformaste con lo que tenías porque es lo que había, pero en cuanto tuviste dinero en el bolsillo, ¿a qué no volviste a vivir así? No renuncias a las comodidades porque las comodidades son verdadero progreso (no la patochada de la que hablé ayer). Las comodidades y los avances vienen para hacernos la vida más fácil, no para continuar anclados en las chabolas de adobe sin luz, donde la droga pasea a sus anchas y la realidad es un mero concurso de popularidad entre delincuentes de bajo cuño.
Porque la pobreza es una mierda.
La pobreza mola mucho a través de la pantalla o en hoteles de 5 estrellas, pero ir de safari a cualquier barrio bajo de una ciudad medianamente grande, y observar a cientos de personas con hijos en el colegio a los que no pueden comprarles ni lápices mientras pelean en trabajos de mierda durante 14 horas al día para ponerles un plato de comida en la mesa, es encantador. El sacrificio de esos padres que no tienen tiempo para respirar, porque sus hijos tienen que seguir haciéndolo, es ‘trendy’. No me cabe duda de que están encantados con tus vídeos de diez segundos en los que te parece maravilloso como la explotación a la que les sometemos de manera sistemática, te genera sentimientos encontrados y lágrimas en los ojos. Porque ese afán de superación es digno de admirarse, pero si esa admiración se ciñe a un vídeo, mejor que mejor. Porque luego si tenemos a una familia de bajos recursos viviendo frente a nuestra puerta la romantización deja paso al temor, porque ‘mira que pintas me traen’. En este caso me imagino que darte de bruces con la realidad, ya no parece gustarte tanto. Y es que tener que lidiar con la miseria que existe en el mundo y de la que tú te has aislado lo suficiente, como para que te haga sentir mal su pesar, es una mierda. ¿Verdad? Tener algo frente a tus narices que te recuerde día a día que existe miseria, pobreza y barbarie, no deja que el filete te entre bien.
La pobreza ya no mola tanto, me imagino.
La pobreza es una mierda. La pobreza genera desigualdad, delincuencia y conduce al caos. La pobreza es un cáncer que nos acompañará siempre, por desgracia. La pobreza conoce distintos grados de ‘ser pobre’. La pobreza es una factoría de resentimientos y problemas. El pobre no es ‘atrezzo’ en tu mundo de fantasía, no es una atracción a la que observas para conseguir una lágrima fácil o cuatro ‘likes’ en tu publicación. La pobreza mata, la pobreza destroza, la pobreza es la mayor causa de muerte que existe, ha existido y existirá. La pobreza es hambre. La pobreza es sed. La pobreza es depresión. La pobreza es tristeza. La pobreza es el fin. La pobreza no es una virtud ni el epítome de la bondad. La pobreza no es sacrificio por el bien mayor, ni mucho menos algo loable. Y seguir por ese camino es seguir el juego a todos aquellos que les viene bien que el actual sistema no evolucione demasiado, que la pobreza se erradique creando más pobres sociales o de clase media transparente.
El pobre de pedir; el miserable explotado y con harapos por ropa que no tiene para comer, quiere lo mismo que tú, pero la engañifa del sistema es que él nunca podrá conseguirlo, y lo sabe desde el primer día. A ti te camelan haciéndote creer que si trabajas ‘un poco más y mejor’, podrás tenerlo todo. De esta forma, la máquina sigue su rumbo de movimiento perpetuo, generando siempre carnaza que alimente sus motores. Y así, los que descansan en su hedonismo enfermizo en ‘suites’ con vistas, podrán seguir devorando almas, consiguiendo que esta cadena de prostitución social no se derrumbe sobre sí misma.
La pobreza es una mierda.