
Cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿No pensamos eso todos cuando miramos atrás? Solemos hacerlo, máxime cuando nos anclamos a los recuerdos de la infancia. Esos años en los que no teníamos ninguna responsabilidad más allá de estudiar, y el mundo era aún un sitio inocente en el que vivíamos totalmente alejados de la realidad.
Sin duda, cualquier tiempo pasado fue mejor… hasta ahora.
Nos hemos hartado de escuchar por activa y por pasiva una expresión que evoca tiempos en los que todo era más sencillo y menos problemático. Y de ese modo, nos empeñamos en ensalzar unos años en los que la vida era de todo menos buena. Elevamos a los altares tiempos que desde nuestro más profundo subconsciente, sabemos que no eran tan brillantes como se han quedado en el ideario colectivo, pero cuando los productos nostálgicos empiezan a bombardear para que consumamos las bondades del sistema y nos empecinamos en creer que los años de plomo, en realidad fueron los años de los abrazos, al final acabamos tragando con todo.
Véase mismamente la añoranza con los 80. Reconversión industrial, la heroína destrozando familias, el plomo de ETA despertando soñadores y las bombas lapa enviando al infierno todo tipo de sonrisas y almas bienpensantes. Y fuera de nuestras fronteras no era mucho mejor, pero nos hemos empeñado en pensar que los 80 fueron 10 años de luz y color, buena música y arte desenfrenado, donde los niños jugaban sin preocupaciones y los adultos eran felices sin importar nada más. Por supuesto, no fue así, pero el ideario colectivo de una generación que en esos tiempos eran críos sin responsabilidades, ahora subyace en los adultos que dirigen ciertos aspectos de nuestras vidas.
Tuvimos Verano Azul y Fortunata y Jacinta, pero Javi y Fortunata no pueden salvar una década en la que la heroína se extendía más rápido por la piel de toro que una gripe.
Los 80 fueron una porquería.
Viajamos hasta los años 90, donde el paro, la delincuencia, las drogas y ETA, asolaban España, mientras los Balcanes y Europa, vivían sumidos en el infierno. Bombardeos a pocos kilómetros de muchas capitales europeas, y el terrorismo asolando una y otra vez nuestro país mientras multitud de españoles perdían todo por lo que pudieron luchar. Pero ahora parecen hacernos querer ver que los años 90 fueron los años felices; la mejor década del siglo XX y el principio de un siglo prometedor. Volvemos a recaer en los niños que en esos tiempos vivieron ajenos a la realidad, disfrutando de una vida cómoda y sin preocupaciones, que ahora comienzan a dirigir ciertos aspectos de nuestras vidas.
Tuvimos Compañeros y Médico de Familia, pero Quimi y Chechu no pueden salvar una década en la que gran parte de nuestras ciudades parecían un suburbio de la Cañada Real.
Los 90 fueron una porquería.
Nos adentramos en los 2000, donde quizás España ha vivido los años de mayor estabilidad que se recuerden en la era moderna, al menos hasta bien entrado el comienzo de siglo con la crisis de 2007. Y aun así, de por medio tuvimos a ETA dando sus últimos coletazos y el perenne problema del paro estructural. Una estabilidad que nos duró menos de 10 años, pues nos adentramos en un pozo del que no hemos sabido salir y continuamos cayendo sin saber siquiera si tiene un fin. Pareciera eterno, y da la impresión de que la velocidad ya se estabilizó en modo crucero.
Tuvimos 7 Vidas y Aquí no Hay Quien Viva, pero Sole y Emilio no pueden salvar una década en la que la precariedad laboral era moneda de cambio habitual.
Y viajamos hasta la década de 2010. Los años fatídicos. Unos años que parecen empeñarse ciertos nostálgicos del poder en dibujarnos como una época maravillosa de luz y color. A ver, que fue cuando ganamos el Mundial, veníamos de ganar una Eurocopa y ganamos otra, el deporte español dominaba con puño de hierro, el combustible era barato y teníamos Frigopies y Frigodedos a un precio asequible. No había Calimas y disfrutaban de un Real Madrid en el infierno. Los 2010, con el 15M acechando, la crisis económica destrozando los sueños y esperanzas de millones de hogares, el desempleo desbocado como Mbappé llegando al área, y España yéndose al sumidero a una velocidad de vértigo, fueron de todo menos buenos.
La hermana fea de la crisis, la Prima de Riesgo, quitaba el sueño a millones de españoles que no habían oído hablar de ella en toda su puñetera vida, mientras que la economía bordeaba el precipicio de la quiebra una y otra vez, la banca pública (Las Cajas) si se cayó por ese acantilado. El paro alcanzó cotas nunca antes vistas, rozando el 30% de la población, mientras las empresas cerraban y el ladrillo se partía en millones de pedazos imposibles de salvar. Las calles ardían y el descontento poblaba el ya de por sí destrozado país. Y todo esto a la vez que las revueltas en el mediterráneo, con la inestabilidad que generan las guerras, y el futuro destrozado de millones de personas por los anhelos de dos sátrapas.
Tuvimos a una Selección de Fútbol ganando el Mundial, pero el gol de Iniesta no le importa a los que por aquel entonces perdieron todo y subsistieron con 400 euros.
Los 2010 fueron una porquería
Por supuesto, quienes empiezan a anhelar los años 2010, son esos infantes que hoy con 20-22 años, se enfrentan a un mercado laboral incierto y un mundo que no les da ninguna esperanza, pensando que por aquel entonces, la vida era purpurina y color, con un sol arriba en el cielo alumbrando cada paso que dábamos. Pero me temo que tengo que deciros que no es así. Esa desesperanza que sentís al enfrentaros al mundo ahora mismo, esa carencia de fe y desazón que os envuelve con el manto de la depresión, nos acompaña a muchos desde hace más de 10 años. Vosotros, simplemente, entráis en la rueda del mundo y en la etapa adulta de vuestras vidas, un camino en el que la inocencia ya no existe y el mundo se planta ante ti como en realidad es, con toda su crudeza y tonalidades de gris. Y creedme que lo siento, pero la frase ‘es lo que hay’, amerita en esta ocasión casi más que en ninguna otra.
Se vienen años terribles, duros y oscuros, pero no viene nada muy distinto a lo que no se viviese ya en otros años. Tan solo nos tocará enfrentarlo con un país aún más devastado y una clase política mucho menos preparada, más egoísta y tal vez, con menos escrúpulos. Pero el mundo, a pesar de todo, es un lugar maravilloso. La vida merece la pena ser vivida, y no podemos empeñarnos en recordar únicamente lo malo, ¿verdad? Y es por eso que en el ideario colectivo quedan los buenos recuerdos de nuestra infancia, esos tiempos en los que disfrutamos como enanos y no teníamos ninguna preocupación. Por esa razón se anhelan los 80, los 90 y los 2000, porque los que fuimos niños por aquel entonces éramos felices, a pesar de todo.
Mi pregunta ahora es, ¿esta generación de niños recordará su infancia como una época feliz? Embozados 8 horas diarias, entrenando en el patio con la mascarilla, restringidos durante dos meses y medio en sus casas con un confinamiento criminal, culpabilizando a cientos de críos de la muerte de sus abuelos o señalandoles por querer ser niños y divertirse. Hemos sumido a una generación de niños en un hoyo de malos recuerdos, y aunque hoy no pensemos que esto pueda pasar factura, estos niños serán adultos algún día y todas estas vivencias nefastas que les hemos obligado a pasar y sufrir, serán parte de su ideario colectivo. Hemos creado un monstruo y aun no somos conscientes de hasta qué punto nos ha podido destrozar el futuro a nosotros, y al resto de generaciones venideras.
Cualquier tiempo pasado fue mejor… hasta ahora.
Gracias por este artículo que invita a la reflexión. Es una perspectiva única.
Mejor explicado imposible. Mis dieces
Bravo
Que gran verdad. Nuestros mejores recuerdos y lo que nos hace personas, son los buenos años de la niñez… si joden eso, joden todo
Solo te puedo aplaudir. Se me ha hecho largo pero qué gran verdad
El símil generacional me encantó., a un medio nacional debería ir pero ya
Muchas gracias por este artículo que nos pone a reflexionar sobre la importancia de ser siempre lo mejor para el planeta un fuerte abrazo desde Westchester