La historia no será benévola

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Tiempos oscuros, de guerra desgraciada, de líderes inoperantes y una sociedad rota. Un destino alienado con objetivos intrascendentes, sin una meta y en espera de que aparezca una señal en los cielos que nos diga a donde tenemos que ir. Los bárbaros han entrado en Roma, y están prendiendo fuego a cada cimiento con nuestra inestimable colaboración. Somos espectadores, colaboradores imprecisos ante lo que se demuestra un fin de todo y el principio de algo nuevo. Un resurgimiento que nos ha tocado vivir, a pie cambiado y en mitad de otra gran crisis que amenaza con llevarse muchísimas cosas por delante. Quizás a ti y a mi, quizás a tu vecino, quizás a todos. Las cenizas sembrarán las naciones y las nuevas generaciones crecerán admitiendo que metimos la pata como pocos, a lo largo de la historia. Esa historia que sí, sin duda nos va a juzgar y dudo mucho que sea con el favor de su balanza.

Un cambio de paradigma que no nos parece competer, pues mientras el mundo vuelve a intentar regresar a una difusa guerra fría 2.0, con dos frentes en cada extremo; Rusia se entierra en la irrelevancia y Europa intenta dar el pego de ser una unidad de acción y decisión, pero las luchas internas dividen a unos socios incapaces de ponerse de acuerdo más que para hacerse los duros al paraguas de unos Estados Unidos que saborean la victoria, sin arriesgar ni perder nada. El orbe se adelanta a su destino y la carretera delinea un horizonte de sucesos amotinado e imposible de sortear por cualquier medio conocido. Somos incapaces en esta tormenta, capeada por un ejército de inhumanos con ínfulas sostenidas por un ego desmesurado. Nos preparan para lo que ellos creen que está por venir, cuando son incapaces de otorgar una relevancia apropiada a los acontecimientos acaecidos estos dos últimos años, para determinar el arquetipo en el que se ha internado este nuevo mundo en el que nos ha tocado vivir.

Somos un pollo sin cabeza correteando por el gallinero, mientras el ejecutor espera que caigamos para poder llevarnos y comernos. Entretanto, se fuma tranquilo un cigarro mientras se divierte con la grotesca escena.

La guerra es un evento político o la política violenta. Y en realidad, la guerra es un acto ridículo que destina al ser humano a la nada mientras las futuras generaciones perecen en un campo de batalla repleto de barro y sangre. La metralla acribilla las esperanzas de unos jóvenes que seguramente no querían eso, al tiempo que cinco generales y un par de presidentes ejercen el poder desde la comodidad de la distancia, intentando darle algún sentido a una pérdida absurda de vidas en las que nosotros asistimos como espectadores, intentando comprender cómo demonios hemos llegado aquí. Luego nos dirán que pecamos de buenismo o sabe dios qué más cosas, que el mundo es un lugar complejo y hay eventos que nosotros no alcanzamos a entender. Pues mirad, no. Y soy consciente de que la guerra resulta algo intrínseco al ser humano, pero también lo era vivir en cavernas hace miles de años y hoy no lo hacemos. También era algo intrínseco ser nómadas, pero la agricultura vino a cambiar un comportamiento que estaba arraigado a nuestra especie. Tal parece que en la evolución social hay estamentos a los que no puede llegar, que por A o por B, existe un límite por el cual nuestras capacidades de diálogo no pueden ir más allá.

La paz es algo complicado, porque la paz requiere una altura de miras a la que no todos pueden aspirar. La paz es una quimera irrealizable en nuestros tiempos, porque aún nos encontramos en una transición oscura y complicada. Estamos en un intermedio generacional, donde no somos ni de lejos nuestra mejor versión, pero tampoco la peor. Un limbo evolutivo donde no podemos encontrar la salida, aunque lo intentemos hasta la saciedad. La paz para nosotros es una utopía, pero tenemos que ser capaces de poner los cimientos para que ese objetivo se concrete en un futuro, y que no sea un futuro condicionado. Un futuro tangible en el tiempo, no un futuro abierto en el que ‘quizás pase algo o quizás no’. Debemos ser esa generación capaz de dar el paso. No tenemos mucho más que perder, porque estamos muy cerca de perderlo todo, pero tenemos la oportunidad de legar un mundo mejor a nuestros hijos, a vuestros hijos y nietos. Tenemos la oportunidad de dar ese paso al frente y romper de una vez con un pasado caótico, y encabezar la transición hacia un mundo donde la sociedad pueda convertirse en algo más que una masa sin cerebro que puede ser manipulada con una facilidad pasmosa. Ser algo más que la propia idea que tenemos de nosotros mismos.

¿Es fácil?, no lo es, pero la alternativa es continuar en este círculo vicioso en el que llevamos atrapados más siglos de los que deberíamos. Y no hay una disculpa lo suficientemente válida para no salirnos del camino.

2 comentarios

  1. Es una obra maestra

  2. Una reflexión precisa e interesante

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