
Damos por bueno todo ataque a la libertad, siempre y cuando ese ataque derive en medidas que consideremos que se acoplan a nuestra forma de pensar. Damos por bueno cualquier cepo al libre albedrío, máxime si ese cepo viene acompañado de un subsidio, o las intenciones de implantar algo que nos mantenga en un estado constante de enajenación social. Lo único que parece que no queremos dar por bueno, son los intentos que realizan unos pocos luchadores por el bien común, que sacrifican sus miserables vidas en pro de una justicia socialmente entendible, donde el abuso se quede en la corte judicial, y acabe entre rejas. Donde la libertad sea de nuevo una bandera que podamos lucir con orgullo, alejada de la charlatanería de mercadillo y la brillantina sin ápice de ética. Más allá de cantinelas de cualquier tipo, en las que los intentos de malmeter de los enemigos de la vida, se transforman en miserables reflejos de inalterable ponzoña moral.
Damos por buena la aceptación del extremo como única forma de luchar contra las imposiciones ilegales de gobiernos, empresas, o derivados. Y aceptando esa base errada, permitimos la entrada de cualquier salvajada argumentativa o ideológica, siempre y cuando se adapte a una o dos de mis posiciones principales. Defensores de los ajusticiamientos públicos, pero muy agradables ellos porque critican la vacunación obligatoria como yo. Prohombres que se baten en duelo con el dislate de justificar cualquier comportamiento despótico, siempre y cuando se ampare en la moralina que ellos creen correcta. Porque no me importa que quemen en la plaza pública al que no comulga con su enfermiza ideología, siempre y cuando lo haga también al que ha defendido el uso de las mascarillas. Lo que metan en el paquete a mí me da igual, siempre y cuando en ese paquete añadan al covidiano de turno.
Extrañas alianzas.
‘Si hubiesen existido redes sociales, antes y durante la segunda guerra mundial, la Alemania nazi habría tenido defensores’ No creo que tengamos que irnos tan atrás para rebuscar porquería, cuando tienes personas ejerciendo de voceros de comportamientos similares en pleno 2022. Sin esconderse, o sentir ningún tipo de vergüenza, porque su odio mal dirigido les ha conferido un aura de superioridad; una sed de sangre que, al parecer, sacian con comportamientos de matón. El nazismo, enmascarado de mil formas, campa a sus anchas por donde quiera que mires. Se puede justificar desde la defensa de un país invadiendo a otro y culpando al invadido, hasta defendiendo legislaciones gubernamentales de supuestas democracias liberales y avanzadas, en las que se ha segregado a la población, como si fuesen judíos en los años 30. No importa que te consideres un progresista, si lo que entiendes por progreso es aquello que facilita la implementación de tu mierda ideológica, y ansía enterrar todo lo que no se adapte a tus oscuros intereses: lo siento, pero tienes las bases perfectas para empezar a construir tu propio nazi alrededor de ti mismo. En unos pocos pasos, podrás alzar la mano derecha como si llamases a un taxi, mientras con la otra, sostienes la bolsa para que la multinacional de turno financie tu hipocresía.
El filonazismo es una moda tan aceptada en nuestra sociedad, que personas que se consideran opuestas a dicha forma de pensar, actúan y se comportan como tal sin darse cuenta del terreno que están pisando. Fangoso y hediondo, pero en su enajenación creen que el bien común se antepone a cualquier derecho individual, y el bien común es lo que ellos digan. Olvidan que el punto de partida de toda ideología totalitaria, no es más que el trillado bien común de cierta parte de la población, que debe anteponerse a cualquier otra cosa que no sea ese fin. El bien de unos elegidos por el líder iluminado de turno, esa voz a la que siguen porque les promete el paraíso en la tierra, siempre y cuando cumplan con unos pocos mandatos liberticidas. No importa los medios, siempre y cuando la meta sea ‘el bien común’. Y evocar el ‘bien común’, es el primer paso para desterrar la libertad.