
Cuando uno entrega la libertad por una panacea irrealizable, abre puertas peligrosas. Cuando uno entrega la libertad a cambio de promesas de salvaguardar el bien común, abre puertas peligrosas. Cuando uno entrega la libertad sin luchar, arrodillado en eterna pleitesía ante dirigentes que no son más que meros gestores del patrimonio común, sin duda abre puertas peligrosas. Puertas que conducen a senderos oscuros en los cuales veremos lo peor del ser humano temerosos de Dios por recordar que nos lo advirtieron muchas veces aquellas voces discordantes que tachamos de paranoicos, obsesivos o negacionistas. En realidad, el adjetivo calificativo poco importa, porque todo viene a significar lo mismo. Y cuando entregas tu libertad, recuperarla no es un camino de rosas.
Criticar los confinamientos eran pataletas de egoístas, aunque avisásemos que abrir esa puerta iba a traer consecuencias nefastas para la sociedad. ¿Por qué?, es muy sencillo, ¿qué impide confinar a parte de la población por motivos aleatorios y absurdos? En aquellos momentos permitimos que nos encerrasen porque era el camino fácil, y en la vida siempre optamos por esa ruta. Da menos problemas. Dejamos a los políticos que optasen por cercenar derechos civiles, libertades y leyes, para no tener que preocuparse de nada más salvo de llenarse los bolsillos gracias a esas medidas ilegales que nos impusieron con el colaboracionismo de una parte de la sociedad demasiado grande como para desdeñarlo.
Confinamientos energéticos, confinamientos ahorrativos o por brotes gripales o cualquier otro virus que pueda asustar lo suficiente como para que el pueblo llano pida medidas a la voz de ya. Pero los dos primeros están a la vuelta de la esquina, pues en la avanzada Alemania parecen estar pensando que es una buena idea encerrar a la gente para que gasten menos energía. Por supuesto tras cortes de luz y gas mediante. El confinamiento no va a ser más que una excusa por la carencia de combustible, y antes de que la gente empiece a plantearse qué pasa, puedes estar encerrado en casa.
La libertad es nuestro bien más preciado, algo sin lo que no se entiende el humanismo, ni el avance de nuestra especie. La libertad es mucho más que una palabra o una bandera, es el compendio de todo, el derecho sobre todos los derechos. La libertad no tiene precio, es lo único invaluable en este mundo, y hemos decidido entregarla por temor a tener miedo.
No sigáis abriendo puertas, porque al final podemos dar con una que nos lleve al caos.
Imagen cortesía de Pexels.