Enciérrales en casa, pero no les toques las fiestas

Cartel de San Mateo 2022, promovido por el ayuntamiento

Has apoyado la segregación, has defendido los encierros y estados de alarma inconstitucionales, has patrocinado el uso indiscriminado de mascarillas y las medidas acientíficas desde el día uno. Y todo porque te reportaba un beneficio electoral y sabe dios de que otro tipo. Has sido uno de los alcaldes más magufos que se han padecido en el país, siendo promotor de tonterías a mansalva en confabulación con el magufo mayor del principado, el felón de Laviana. Lo has hecho sin ningún tipo de consecuencia, al revés, te ha dado rédito porque el ciudadano abducido por la paranoia no ha visto en las violaciones continuadas de sus derechos y libertades, nada extraño e incluso era solícito en pedirlo. Nada punible, circulen. Has defendido estados policiales, encierros municipales indiscriminados, también sin ningún tipo de consecuencia más allá de conseguir incluso más ventaja electoral en las encuestas. Que bien vivías y no lo sabías. 

En definitiva, has sido un hombre feliz en la anormalidad, porque la anormalidad ha traspasado la razón. 

Pero te has atrevido a tocar las fiestas locales de una ciudad insignificante que de lo único que puede presumir es de ser una capital de una provincia decadente, y que dios te coja confesado, porque van a acabar contigo. Querido Canteli, quizás tenías que haber mantenido los chiringuitos, pero que, para asistir a las fiestas, nos pidiesen el pasaporte sanitario. Estoy seguro que, de esta forma, solo nos habríamos quejado cuatro subnormales y los que el viernes te montaron una protesta en el ayuntamiento, y compartido la parafernalia por redes sociales, no hubiesen abierto la boca. Al revés, estarían contentos porque se harían las fiestas con responsabilidad. Y si añadías distanciamiento social, ni te digo. Algarabía y jolgorio por las calles, aunque las calles se caigan a cachos. Aunque eso qué más da, por eso no protestan, no. 

Creo que los políticos estáis perdiendo el toque, Canteli. Se os daba mejor cercenar derechos vía decretazo, y es que cierta parte del electorado se encontraba cómoda en esa situación y para vosotros gobernar resultaba más sencillo, ¿verdad? Claro que, tampoco puedes esperar mucho de un alcalde que su idea de gestión del ayuntamiento es la misma que la de un club privado donde él ordenaba, y los demás obedecían. Aun así, el alcaldísimo de la grandérrima capital astur, no es el mayor problema que nos acontece en esta situación. Bueno, sí. Lo fue y lo es, pero por otros menesteres que tampoco parecen importar, amén de los que voy a enumerar a continuación. 

El problema principal (que raro) son los colaboracionistas y promotores necesarios de la infamia, los vendidos, los culpables de todo, expertos en el lavado continuado de manos. Los entregados a la causa religiosa, aquellos que guardaban silencio mientras los trenes pasaban frente a sus casas repletos de personas que iban directas al matadero, porque ‘era la ley’ y claro, ‘lo normal’. Cómo iban a saber ellos que el jabón con el que se lavaron las manos durante dos años, estaba fabricado con grasa humana. Qué horror. 

En realidad, si lo sabían, pero miraron hacia otro lado hasta que el hedor de los cadáveres ya era insoportable. Ahí cambiaron la careta. 

Se ha permitido que nos encierren, que nos multen por salir de nuestra casa, que nos impidan trabajar o nos revienten haciéndolo para enriquecer a tres, que ahora nos lo agradecen de las “mejores” formas posibles. Hemos permitido que nos prohíban enterrar a padres y abuelos, o despedirnos de ellos en hospitales vacíos y residencias aisladas de la civilización incivilizada. Se ha permitido que nos impongan cualquier incongruencia que se les ocurriese, siempre amparada en la “ciencia” (la que tenían ahí colgada), porque ni siquiera hubo interés en entender que estaba pasando. Se ha señalado a quien se plantaba frente al abuso, y se ha abusado de forma indiscriminada. Se ha delatado y sentado cátedra sobre el supuesto comportamiento cívico, ayudando a cargar esos trenes con entrega y voluntariedad. Se han ido repartiendo carnets de moralidad, de ética y responsabilidad, siempre cerveza en mano. Se ha aceptado como sirvientes y masa sometida, las mayores aberraciones que se recuerdan en la era moderna, porque claro, patatas. Se ha permitido la violación del estado de derecho, que se instaurase un estado policial o que arruinasen la infancia de vuestros hijos, sin levantar la voz ni una sola vez, porque había que ir siempre con la masa ‘no vayan a señalarte’. Se ha permitido todo eso, mientras se enriquecían a nuestra cosa amparados en un virus que hace más de un año que ya no significa nada. Se ha entregado la libertad, mientras se sonreía porque ‘al menos nos dejan ir a la playa’. En fila india y a poder ser, con aforo limitado y la mascarilla bien apretada que si no los que ‘apatrullan’, te multan o detienen. Se ha permitido la segregación de nuestros vecinos, hermanos y amigos. Y no se abrió la boca en más de dos años, porque al parecer, no se encontró ningún motivo para hacerlo. Nada alrededor encendía ningún tipo de alarma, todo lo que pasaba era normal. Aceptable. La nueva normalidad parecía deleitar al ciudadano de tal forma, que protestar contra el abuso fue motivo para tildar de negacionista y asesino a todo aquel que se posicionase en contra. Prefieres ir de cañas y matar a tu abuelo, que ser responsable. 

Pero ay amigo. Ay amigo, que han tenido la indecencia de tocar las fiestas locales para beneficiarse ellos y sus amiguísimos. Porque el tener a toda la ralea de la casta política, empresarial y sindical haciéndose de oro desde hace más de dos años a nuestra cosa, en la que es la mayor trama de corrupción de nuestra historia, no hizo sospechar a esos que hoy levantan la voz ante tamaña tontería festiva. Ser de los pocos países que mantenga mascarillas, más allá del ámbito sanitario, o una absurda emergencia sanitaria y requisitos de entrada, incluso el pasaporte segregacionista, no supone ningún inconveniente. Incluso se ve como algo normal, aceptable. Que un Harry el Sucio de pacotilla, aun tenga la potestad de multarte por ir sin mascarilla en el transporte público, se entiende como una nueva normalidad con la que podemos vivir. Adelante con ello, porque no pasa nada. Es lo que toca. Que obliguen a vuestros hijos a ir en el transporte escolar con mascarilla, también es algo normal. Porque la vida es así, como diría la canción.  

Si no han defendido a sus hijos, qué coño van a defender nada más allá de su chiringo. 

Pintarrajear las calles con indicaciones pandémicas, cambiar semáforos y señalizaciones, inundar de pegatinas, folletos y todo tipo de parafernalia relacionada al covid y las precauciones que había que tomar… no hizo que las alarmas sonasen. El desfalco de dinero público, concesiones a empresas afines y corrupción galopante que ha dejado todo lo relacionado con la conversión pandémica de la ciudad, se aceptó con total y pasmosa nueva normalidad. ¿Sabéis por qué?, porque ahí pillaron cacho todos. Todos. Los promotores de las protestas por San Mateo pusieron el cazo que iban llenando cual hormiguitas, ¿cómo iban a abrir la boca? Pero la corrupción está volviendo a su esencia, es decir: mete mano el que tiene el poder. Y eso ya no les gusta a ciertos nombres, que encontraron en el virus la oportunidad de sus vidas. Saben que no tocarán trono, pero no pueden renunciar a las prebendas. 

Pero el ciudadano medio se suma a las protestas hoy, el ciudadano de a pie que no se ha beneficiado de nada, pero ha sufrido cada abuso perpetrado por la autoridad, participa en ese burdo montaje llevado a cabo por los de siempre. El ciudadano que no abrió la boca. Que bajó la cabeza y acató absolutamente todo, sin rechistar. Porque el señor nos lo imponía desde su atalaya, y si está en una atalaya, es que es mejor que nosotros y tiene razón. Ni una protesta. Ni una. 

Pero han tenido el atrevimiento de tocar las fiestas de San Mateo, y de la noche a la mañana se convoca una manifestación/concentración/protesta y arden las redes sociales en esta residencia de ancianos al aire libre que llamamos Oviedo. Porque al parecer, en las mentes pensantes de los organizadores y participantes, todo lo anterior es asumible, entra dentro de lo normal y no amerita ningún tipo de protesta o queja, más allá de dejarse llevar porque ‘es lo que hay’. Pero que les quiten un chiringuito es motivo suficiente para quemar las calles, y convocar dios sabe qué frente al ayuntamiento. Los motivos que sobraron en más de 24 meses, pero no encontraron, han aparecido ahora y son suficientes para destituir al alcalde, para quemar el ayuntamiento y la ciudad.  

Si, amigos, quemadlo todo, y tiraos vosotros al fuego después. 

Deja un comentario