Elitismo verificado

Está claro que pagar por algo nos duele a todos, porque ¿quién no querría todo lo mejor y siempre gratis? Lo gratis es bueno, porque no nos hace tener que perder nada para obtenerlo. A priori. Nos gusta tenerlo todo a mano, pero en general odiamos tener que desembolsar algún tipo de dinero por conseguir cuanto deseamos. Es por esa razón que la nueva ocurrencia de Elon Musk (nueva o primera, según se mire) al frente de Twitter, ha generado más controversia que la convocatoria de la selección española. Véase controversia como que muchos de los que tienen el ‘tic’ azul de verificado, han puesto el grito en el cielo porque un CEO de una empresa privada tenga a bien subir la cuota de Twitter Blue de 5 dólares, a 8, previo globo sonda de 20 dólares mensuales. Quien dice ‘blue’ dice premium, pero vamos, que ya pagaban por ese complemento desde hacía tiempo, aunque no montaron en cólera hasta hoy. Cosas de la vida, meras casualidades.  

O no… 

Al parecer, prefieren tener un comportamiento ufano y gritar a los cuatro vientos que es una desvergüenza que una empresa, de la que se aprovechan para generar repercusión, beneficios y darse publicidad casi gratis, quiera sacar algo de tajada también. Todo esto lo hacen porque la polémica les genera atención, visitas, dinero y ganancias, atacar a Musk se ha convertido en ‘trendy’, y se suman a esta nueva ola donde las masas actúan como una máquina previamente programada. He de suponer que todos esos influenciadores, personalidades, escritores y periodistas, ejercen su profesión cobrando en gestos y dulces besos a la hora de dormir, dinero no, porque está mal visto y es de retrógrados. Así que no tendrán el cuajo de pedir una recompensa monetaria por su esfuerzo. Porque ya sabemos que yo puedo usar tu red para, de forma gratuita y sin perder un solo euro, promocionar mis artículos de pago una y otra vez. Eso sí, no te atrevas a cobrarme por mantener el ‘tic’ azul de verificación, porque entonces serás un fascista.  

La igualdad mola mientras sea un discurso vacío de contenido y carente de objetivos. La igualdad mola, hasta que la igualdad de verdad pone en peligro tu chiringuito. En ese momento la igualdad es un atentado contra la información, y la libertad. Porque no debería sorprender a nadie que los arduos defensores de la igualdad (sobre el papel), sean los que más han montado en cólera por la decisión de Musk. Y es que no es posible que Carlos, un chaval de 27 años de Oviedo que trabaja de camarero 50 horas a la semana (asegurado 20), y ha conseguido algo de notoriedad en Twitter, pueda acceder a verificar su cuenta como cualquier procuenta con un millón de seguidores (tres cuartos son bots). Es entonces cuando los paladines de la igualdad clamarán cual tormenta, gritando al mundo que es absurdo que el populacho acceda a lo mismo que ellos, gloriosos profesionales del medio que aportan calidad y contenido a las redes sociales. ¿Cómo va a poder estar verificado un bloggero que no vive de ello?, no por favor, es preferible que la información la controle un niñato imberbe al que papá le paga su vidorra en Brooklyn, y factchekea los contenidos para una página que no lee ni su creadora. 

Huelga decir que yo con mi mierdicuenta tengo más interacciones que ella, con su millón y pico de seguidores. Guiño, guiño. 

Al final todo esto se resume en el elitismo más prosaico y personalista, donde unas personas que pasean la verificación como si se tratase de un logro que encumbre a la humanidad, tienen miedo de que cualquier mindundi pueda acceder a ella previo pago. Para toda esa gente, el ‘tic’ azul es una muestra de su superioridad y humanismo elevado, de que son mejores que el populacho, y una forma de sentirse respaldados para tratarte como a un despojo. Se escudan en su verificación para ejercer de jueces y verdugos, para desdeñar opiniones y silenciar debates. Porque, a fin de cuentas, es lo que les permite esa muestra de superioridad aleatoria.  

Por acabar diré que también me causa mucha ternura como gente que se ha gastado cientos o miles de euros en comprar seguidores, protestan como niños porque les suban la cuota de 5 a 8. 

Pio, pio. 

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