El sueño europeo de Ucrania arde en Bucha

Una víctima fenece bajo la tiranía

La bruma se cierne cada noche sobre los horizontes de millones de ucranianos que ven cómo sus expectativas son consumidas por el fuego de una guerra que ellos no buscaron. Sus noches son crueles, sus días fríos y su futuro inexistente. Pero no decae el honor de la lucha por su tierra, por un pedazo de mundo que para infinidad de personas es menos que insignificante, que multitud de almas no sabrían situar en el mapa, pero que para ellos es su pasado, presente y futuro. Porque si te despojan de la tierra no te queda nada, eres un fantasma errante, un espejo de lo que alguna vez fuiste; te transformas en un pedazo de carne sin corazón.

Y la guerra te despoja de todo eso. La guerra te despoja de la inocencia innata.

Las imágenes se suceden día tras día, carnicerías, saqueos, asesinatos a sangre fría, crueldades inhumanas con las que hemos aderezado cada desayuno como si se tratase de la más trivial de las normalidades. Nos adaptamos rápido a la oscuridad, nos cansamos rápido y las novedades a duras penas duran un lapso mayor que un chasquido de dedos. Perdemos rápido el interés por lo que nos va llegando, hasta el punto en el que la indignación inicial, abre paso a la indiferencia más cruel. La propaganda no suele rendirse y va tomando poco a poco fuerza en esta batalla lejos de las balas, en una encarnizada lucha sobre la que sobreponer la realidad. Pierde la verdad. La maquinaria trabaja a destajo, todos los días, no puedo aseverar si con agentes pagados por el Kremlin, o simplemente la indecencia se adueña de ellos para hacerles el juego a los invasores. Tal vez un poco de todo, tal vez solo lo segundo; el caso es que nos hallamos en una disyuntiva donde lo más importante parece dejar de tener relevancia. Luchan cada día, mueren cada día, pero su verdad se disipa entre una red de mentiras tejidas con la sangre de cadáveres aún humeantes.

Las esperanzas de un pueblo maltratado se van de camino a la nube que forma el humo que desprenden sus cadáveres con las llamas recién sofocadas.

Bucha es una nueva muestra de lo que la cruenta guerra puede hacer, pero la mayor parte del discurso se ha perdido entre una red de falacias creadas por un interés decidido e impuro. Se ha olvidado que Ucrania es un país que se ha levantado en defensa de su territorio, con valentía y empuje, ha dicho no al invasor ruso, que tras décadas amedrentando a sus países fronterizos, auguraba una victoria rápida ante un rival que ha desdeñado desde el primer día. El problema que ha encontrado Rusia, amén de la resistencia ucraniana, es que la propaganda en la batalla no dispara balas. La propaganda no construye armamento puntero, o entrena unidades que parecen famélicas y abandonadas. Estrategias brillantes, otrora invencibles, creerán pensar. Bucha es una de las mayores carnicerías en suelo europeo desde las cometidas en la antigua Yugoslavia, y a un lado tenemos a cientos de periodistas, gobiernos y servicios de inteligencia aportando pruebas; testigos oculares de lo vivido sumidos en la desolación más atroz, y al otro disponemos de dimes y diretes de tuiteros y mensajes crípticos en otro tipo de redes sociales con extraño y difuso origen. Pero ante esa barrera de verdad, existe mucha gente que no es capaz de decidir a quién creer, porque para ellos les sirve el argumento de ‘no has estado allí para verlo’, y para ellos parece ser un argumento definitorio.

No hemos estado en muchos sitios, como Treblinka o Auschwitz, pero sé que más de un millón de personas fueron ejecutadas dentro de sus muros. No he estado en la Luna viendo el alunizaje, pero sé que hemos estado allí. No necesito pasear por Bucha en persona para ser consciente de la matanza, una matanza perpetrada por un invasor desesperado ante un país que cada día de guerra que transcurre, se crece un poco más y va igualando una contienda que no parece tener fin. Porque Rusia ha ido a desnazificar Ucrania, y en el proceso ha enviado al Grupo Wagner, una coalición de mercenarios a sueldo del Kremlin en la cual su líder Dmitry Utkin lleva tatuados a fuego el águila imperial nazi y las runas SS (Schutzstaffel). Poco importa ya si la propaganda ha calado. Nos hallamos inmersos en una mentira constante, donde la desinformación tiene las patas muy largas y aunque te estés muriendo frente a una cámara, ejecutado por un soldado ruso, podrán decir que está trucado, que son actores o tan solo que no es más que una recreación por ordenador. Todo sirve en la guerra y la falacia, todo sirve porque hay bandos que no disponen de otros medios por los que imponer su versión tergiversada de la historia.

Y se repetirá hasta que nos cansemos: Rusia invadió un país, y éste país invadido se alzó en defensa de su territorio. Todo lo que nazca a partir de ahí, solamente tiene un culpable: Rusia. Todo deriva de una invasión a un país soberano, que se defiende con los dientes afilados. Y esto no es viejo, porque quizás en 2014 erais muy jóvenes, pero toda esta historia de atrocidades rusas y desinformación ya las veíamos en Ucrania y Siria; mientras los rusos derribaban un avión comercial neerlandés en suelo europeo. La desinformación viene de lejos, pero la verdad también y hay que hacer que prime contra cualquier mentira.

Rusia ha invadido un país, y la guerra existe debido a que Ucrania se ha levantado en armas ante esa agresión.

Arrojados en el suelo como despojos de una sociedad destruida, se nutren de los restos quemados en un pueblo olvidado. Sus perros ladran a la vera de un carcasa desnutrida, las fotografías capturan el instante final de almas descarriadas. Iban a comprar, a ver a un familiar o a sus parejas, o simplemente a dar un paseo. Personas que en mitad del infierno intentaban mantener un atisbo de normalidad para que al menos la poca cordura que les quedaba, no se perdiera en la calima de la eternidad. Hemos asistido al fin de todo, abandonado a su suerte a los que anhelaron nuestro paraguas más que la vida misma. Hemos traicionado las esperanzas de un país y derruido la poca fe que mantenían en un ente que consideraban mayor a cualquiera que se asomase por los rincones de sus desgracias.

El sueño europeo se desvanece entre explosiones y propaganda. Los ucranianos renuncian a su futuro por defender el presente con uñas y dientes, mientras los europeos observamos desde la distancia como un país se quiebra hasta sus cimientos, negándose a desaparecer de la historia. Un presente recluido en una prisión de casquillos y metralla, donde el hambre llama a su puerta, las enfermedades se proclaman vencedoras y la destrucción es el único credo en el que poder tener fe. Les vendimos durante años esperanza, una adhesión que llegaría tarde o temprano, un refugio en Bruselas que sería el fin del camino ante el sufrimiento, el pasaporte comunitario que podría otorgarles la ansiada libertad… y ahora se encuentren con el fusil frente a sus ojos y las promesas rotas en el suelo. Ha sido el fin de su camino y del nuestro.

La esperanza es una amiga veleidosa; una compañera cruel y vanidosa. La esperanza no es más que el fruto de un árbol muerto y seco.

Europa ha muerto en Bucha, el anhelo europeo de Ucrania, ha caído en Bucha.

7 comentarios

  1. Que horror. Es una carnicería

  2. Sigo sin comprender cómo somos capaces de mirar siempre hacia otro lado. No tenemos corazón

  3. Que crudo y que duro

  4. Me destroza el corazón. Un país consumido por los caprichos de un sátrapa

  5. Lloro de impotencia viendo esto y leyéndote

  6. Y siguen cayendo las bombas sube los pobres ucranianos

  7. Increible que en el siglo XXI podamos encontrarnos con estas imágenes por los delirios de algunos.

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