
La administración pública, o algún enchufe en una subcontrata de la administración.
¿Quieres progresar en Asturias?, empieza a hacerte a la idea de que, si no es en una de estas dos ramas, el único progreso que encontrarás en el Principado será en un supermercado, una cadena de comida rápida, u hostelería, o en una cadena de tiendas trabajando a horas, con la consiguiente explotación laboral ligada siempre al correspondiente ramo al que decidas dedicarte. Tus derechos tendrán la misma relevancia que el papel que tiras a la basura, porque a fin de cuentas ¿qué le importa a la empresa que protestes, si da una patada y salen 20 para cubrir tu puesto? Eres mercancía prescindible, de tercera división, y de fácil acceso para el patrón: sobras. Y como tal vas a ser tratado, no le des más vueltas. Intentarás pelear por lo que piensas que es tuyo, pero acabarás dándote cuenta que nadie lo hará a tu lado, que el sindicato no te respalda y la empresa se ríe en tu cara, mientras tus compañeros llevan la procesión por dentro, más o menos como tú. Estás más solo que la una en una batalla por la dignidad laboral, siendo plenamente consciente de que la precariedad es la tónica que te está devorando por los pies. Y no tienes ninguna escapatoria más allá de estudiar algún grado, e intentar medrar para que alguien te meta en la administración, o en una subcontrata de ésta. Es todo, no hay más salida.
Tienes, bien es cierto, la opción de abandonar el principado en busca de pastos más verdes, porque si eres de los tristes que decides quedarte aquí, o que por avatares de la vida has tenido que quedarte a padecer la no vida asturiana, sufrirás las consecuencias en tus carnes viejas y rasgadas. Consecuencias que te arrastrarán por el fango a la menor oportunidad, porque salvo que estés lo suficientemente conectado en ciertos puntos de la sociedad, la única oportunidad que vas a tener de progresar alejado de la administración pública, será amarrando tu vida a un crédito, e hipotecando lo poco que tengas con un banco que estará encantado de sacarte los higadillos para enriquecerse un poquito más con tus esperanzas, esas que se irán transformando en nítido sufrimiento letra a letra. Quizás puedas intentar meterte por el recoveco que te abre el chiringo del bable, una nueva inversión en I+D del gobierno asturiano para que las plazas públicas se queden en los asturianos de pro, y no se malgasten con inmigrantes de segunda generación, o personas llegadas de otras autonomías. Ya sabemos cómo va el tema de las lenguas muertas sostenidas con chorros de dinero público, siempre evocando ese cutre provincialismo que tanto gusta en España. Agitan la bandera autonómica con orgullo, defendiendo un idioma que no habla ni Dios (o que directamente, no existe) y que tiene meno futuro que tú y que yo, que ya es decir, pero que servirá para malversar un poco más de dinero público. Total, qué importan unos millones más, si nadie los va a echar en falta. Porque así se genera riqueza, así se atrae inversión, así se conserva el talento y se consigue llamar a nuevas generaciones para que intenten rejuvenecer una autonomía podre desde sus cimientos, vieja y sin futuro: malversando fondos públicos.
Mientras tanto tú trabajarás por mil euros al mes, pagas prorrateadas, o te reventarás en un bar de mala muerte durante 14 horas diarias con contratos de 20 horas semanales. A la vez que escuchas lo orgulloso que tienes que estar por ser asturiano, por pertenecer a la estirpe de Don Pelayo (algún día habrá que meterse con esa trola convertida en leyenda) y por ser de la tierra de la sidra, la fabada y Fernando Alonso, aunque ahora que no gana no sé si sigue siendo motivo de orgullo, tengo que preguntar. Y cuidado si no lo dices bien alto, porque tendrás al ufano defensor de la dignidad y gallardía asturiana mirándote como si estuvieses como una cabra, y medirán tus niveles de asturianía para ver si eres digno de haber nacido en alguna de las chatarras que llaman hospitales públicos.
Asturias es un enorme muro que impide la entrada de un progreso dinámico y sostenible, aislando a su población de un país que tarde o temprano, saldrá adelante. Se ha conformado con ser la cuna de jubilados aburridos, prejubilados alcoholizados y un ejército de trabajadores públicos demasiado grande para una población tan pequeña. Asturias ha decidido ser un erial, siempre y cuando ese erial perpetúe en el poder a los amigos de sus amigos, mientras que tú sostienes los pilares de una casa a medio derruir que llamas vida. Sudando gotas de sangre, sabiendo que no vas a progresar nunca, pero conservando la esperanza de que tal vez tus hijos lo hagan: pero no lo harán. Asturias es una autonomía donde estamos a unos cinco años de tener menos trabajadores privados, que personas dependientes de la administración. Pero no importa, porque irán a Madrid con la mano por delante para pedir un poco más de dinero, y lo invertirán con responsabilidad para asegurar el futuro.
Bueno, a ver, cuando digo ‘futuro’, por supuesto que hablo del suyo.