
Jugar al fútbol es una cosa ciertamente graciosa, porque desde un punto de vista práctico y consecuente, es uno de los deportes más absurdos que existen. Darle patadas a una bola para meterla entre tres palos con una red detrás en un prado con rayas blancas pintadas en el suelo, llegando al punto de que por ello puedas ganar unas cifras monetarias tan salvajes, que pensaríamos que estamos hablando de mordidas debido a las mascarillas. Pero no, en realidad cobran unos millones salvajes que el propio deporte genera. Un deporte que mueve a las masas como ninguno a nivel mundial y atrae contratos de emisión y publicitarios con cifras que marean solo de oírlas. O era así. Porque desde hace unos años hemos iniciado un bucle devastador donde los estados petroleros han entrado a saco en este mundillo donde los corruptos antes eran otros, pero eran corruptos sin un aparato estatal detrás. Corruptos de andar por casa con los que se podía ir lidiando, o al menos ir cambiándolos de vez en cuando. Demonios, eran nuestros corruptos, delincuencia nacional coño. Ahora no. Hoy tenemos petrodólares, estados gestados en base a la venta del oro negro, que dilapidan derechos y personas con una facilidad pasmosa, que maltratan libertades sin detenimiento, mientras adquieren equipos para blanquear unas dictaduras ominosas ante las que desde la vieja Europa se rinde eterna pleitesía. Y mientras besamos sus pies entretenidos con el destrozo que hacen en algunos equipos, campan a sus anchas invirtiendo, comprando y deshaciendo en muchos gobiernos con la confabulación de los estamentos futboleros como comparsas en este teatrillo al que asistimos. La crisis energética les ha venido que ni pintada, para entregarles los cientos de millones de euros públicos por una energía aún más cara y distante, mientras nosotros pagamos el combustible a un precio que supera lo abusivo.
No pasa nada, no destrozan lo que tocan porque vienen a salvar la sociedad y el deporte. Entregan el fútbol al aficionado, porque el aficionado quiere fútbol FIFA y burbujas sobre las cuales cimentar su falsa idea de un mundo hecho a su medida. La inyección de dinero público sin límites reventará equipos, sociedades y partidos. Se llevará por delante muchísimas cosas cual tsunami. Dejará agujeros insalvables y aficiones lastimeras que caminarán por las esquinas de sus ciudades como plañideras de corazón roto.
Después tenemos al parabolico y entendido, que te defiende una gestión abusiva porque ‘se jode el Madrid’ sin darse cuenta de que el jodido también es él, su equipo y sus ilusiones sobre este deporte. Y te comparan que un equipo grande que es de sus socios te pida un crédito bancario, con que un petroequipo de fútbol reciba inyecciones de dinero público sin límite y saltándose toda normativa vigente, porque ‘el fútbol es de los fans y cuando ellos ficharon estrellas no se quejaban’. Con gente que te hace esas comparaciones, no puedes ir a ningún sitio porque a fin de cuentas son personas de discurso de mercadeo, camelleros encubiertos de entendidos, calvos random con cuentas repletas de highlights de jugadores que ni ellos conocen, pero han encontrado navegando por la Wikipedia. Gente que no diferencia entre un equipo que tiene que cuadrar cuentas en cada ejercicio, con otro que cuadra pérdidas con la algarabía de quien canta con solera una tarde de verano, es gente con la que no merece la pena perder el tiempo.
La burbuja reventará porque es insostenible seguir gastando un dinero que no tienes, que no generas y que en realidad, no es tuyo. Mientras tanto, el fútbol es para los fans y las mascarillas evitan el contagio.