
Arde la calle al sol de poniente… Bueno, arderá en algunas partes de España, porque lo que es en el norte, mantenemos un calor asintomático que por el momento da gusto. Supongo que al ir sin mascarilla el verano acabará contagiándonos, pero oye, se soluciona con un poco de playita. Aunque la verdad, visto lo visto, quizás prefiero mantenernos así, que irme a dormir con unos calores de 35 grados y la ropa pegada al cuerpo. Más que nada, porque luego nos da un golpe de calor y tenemos que ir corriendo a Urgencias e igual nos ganamos una soberana bronca de uno de nuestros sanitarios estrellas en redes sociales por malgastar su tiempo y los recursos hospitalarios de la nación.
Me imagino que acudir a Urgencias es algo que nadie desea ni disfruta. No te levantas una mañana y dices ‘oh, hoy disfrutaré de este soleado día de verano metido en una sala repleta de enfermos y sanitarios déspotas’. Por supuesto que no, porque no es ni un planazo ni un elemento de gozo ni en familia o en solitario, tampoco una especie de cita romántica para ir conociendo un poco a más a tu pareja, ni mucho menos. Pero cierta gente parece creer que sí, que nos despertamos un día con la idea de que tenemos que ir a meternos allí a destrozarles a ellos su guardia. Porque claro, siempre es preferible no tener que hacer nada a tener que ganarnos el sueldo un poco. Siempre es preferible criticar al paciente, que desviar las miradas hacia quien de verdad tiene la culpa de una situación insostenible en una red sanitaria herida de muerte. Y digo esto porque llevo varios meses leyendo a sanitarios que ‘supuestamente’ trabajan en Urgencias, quejarse a diario del trabajo que hacen y de los pacientes que acuden a esas zonas específicas de los hospitales, siempre con cuentos y sin dolencias aparentes. No puedo evitar recordar en esos momentos, a una amiga de mi madre que acudió a urgencias por un molesto dolor de garganta y la despacharon con un desdén y malas formas, que incluso ella se sintió culpable por haber ido sin, en apariencia, tener nada. Obviamente acabó yendo a su médico, que le diagnosticó un principio de otitis (como en Urgencias). Esa mujer acabaría falleciendo tres meses después de cáncer de garganta galopante. Y de esto hace ya muchos años, tantos como casi 15. Pero es que no es cuestión de covid o no covid, ni cuestión de pandemia o no pandemia; los infraseres que lo eran hace 30 años, hace 20 o 15, siguen siendo infraseres en pleno 2022. El problema es que vienen de un año y pico en el que la sociedad los elevó a un falso trono del que, por supuesto, no tienen la menor intención de bajar.
Y es que, acudes a Urgencias por temor a un infarto, y tienes que soportar como el médico que te atendió sube tu electrocardiograma a las redes sociales para ridiculizarte con el mantra de ‘dejad las Urgencias para las Urgencias’. Porque no sabía que tenía que tener al menos 3 años de medicina, antes de acudir a Urgencias por una dolencia. El ciudadano común es un ser estúpido e incapaz de hacer nada por sí mismo, como descartar un enorme dolor de pecho y latidos acelerados de un vulgar infarto. Si es que llegamos a un punto de ignorancia que acojona, ¿verdad? No, no es verdad. Pero tal vez el ciudadano medio acude a Urgencias porque va a su centro de salud a pedir cita y le cuadran (y esto con suerte) en una semana, incluso dos. Y ya si eso, telefónica, porque verte es ejercer un esfuerzo titánico del que no amerita en ese preciso momento, salvo que te estés muriendo.
Idiota de mi, siempre pensé que en Urgencias usaban un triaje mediante el cual filtraban los casos relevantes de las dolencias leves, siendo estas últimas motivo de tenerte esperando la tarde entera para ser recibido. Bueno, aunque esto depende, pues mi madre acudió la pasada semana de tarde por un dolor terrorífico en el menisco de la rodilla izquierda (esperando operación, tras haberle operado la derecha casi cinco años después de haberla citado para ello. Porque al parecer caminar, no es prioritario) y estuvo allí de 16:00 a 21:30, nada mal. Y por supuesto, si te quejas siempre saltará alguno diciendo ‘no hay personal’ y yo, cansado, le tendré que decir, ‘no es mi problema’. Lucha, sal a la calle por lo tuyo y ponte en huelga contra la administración que te está destrozando. Pero no, eso no lo vamos a hacer porque la cantidad de estómagos agradecidos que hay en las altas esferas, y mandos medios (en Asturias por lo menos) es inversamente proporcional a la falta de médicos y enfermeros en los estratos más bajos. Te dicen que nos quejemos los usuarios, que nos plantemos nosotros. Básicamente, que nosotros luchemos por ellos, mientras los propios afectados no arriesgan nada. Y esto, queridos sanitarios, no funciona así. Si yo quiero conseguir algo en mi trabajo o me siento maltratado, esa guerra la hago yo. Pero es más sencillo ridiculizar al paciente en una red social, que plantar cara ante los verdaderos culpables de la situación.
Y mientras tanto, Urgencias se convierte en un terreno más de esta guerra entre sanitario y usuario, donde estos últimos con un hastío importante, acabarán saltando más pronto que tarde. Porque, queridos amigos, no sois héroes. Nunca lo habéis sido, y es hora de que muchos empecéis a bajaros de ese caballo alado en el que lleváis subidos más de dos años, porque a cierta gente le vino bien subiros ahí. Hicisteis vuestro trabajo, como otros hicimos el nuestro, y no merecéis más relevancia o atención que una cajera de supermercado o un bombero. Y esas verdades había que cantarlas, decirlas y gritarlas a los cuatro vientos, a ver si algunos acaban por enterarse de que el mundo era, es y será, independientemente de dónde estén ellos.