
Semana Santa de 2023, Carolina Darias señala en rueda de prensa que empiezan a darse las condiciones para comenzar a pensar en una retirada paulatina de las mascarillas en interiores, una vez que la decimoquinta ola del COVID 23 remita. Eso sí, pide precaución a la población y señala que la décima dosis de la vacuna contra la covid está haciendo su trabajo mejor de lo esperado, y que las cardiopatías infantiles ahora ya solo afectan a 8 de cada 10 niños pinchados. Por otro lado, la Ministra de Sanidad, apunta a la prevención como la gran aliada contra una pandemia que el mundo ha superado, pero se ceba con ensañamiento con España por el gran odio que le tiene el virus al Rey Sol Sánchez, debido a su grandiosa gestión a comienzos de 2020, evitando más de medio millón de fallecidos con el confinamiento. La Ministra acaba diciendo a los allí presentes que la covid aún busca con ansia ese medio millón de víctimas, y necesita seguir atacando a España hasta que se cobre su sacrificio. Por esa razón insta a la población a seguir manteniendo el distanciamiento social y el uso constante de gel hidroalcohólico para lavarse manos, cara y torso.
Por supuesto que esto es una tontería que acabo de meter con calzador, pero cada día que transcurre tengo menos dudas de que vamos a llegar a 2023 con mascarillas en muchísimos aspectos de nuestra vida, y que este año no se baraja retirarlas en interiores (y de forma momentánea) hasta que finalice el curso escolar. Es ciertamente sorprendente el nivel de histeria del gremio de la enseñanza. Gremio que gozó de una protección y mimo sin igual, mientras otros estamentos menos valorados y mucho más masacrados, trabajaron en lo peor de la pandemia con mascarillas de papel en media instancia, y en el inicio de la salvaje pérdida de control de toda la situación, sin ningún EPI. Y aquí doy fe, porque lo viví en primera persona. Y no se trata de atacar, tan solo se trata de estar cansado del victimismo constante, de la hipocondría eterna que nos está llevando a un túnel sin salida. Se está atentando constantemente contra el sentido común, anteponiendo el miedo del individuo sobre cualquier otra cosa, y nos acercamos de manera peligrosa hacia carreteras que jamás hemos recorrido y que dudo que sepamos transitar. Son terrenos sinuosos y difíciles, para los que esa gente aterrorizada no tiene capacidad de enfrentarse. Y eso que ellos mismos nos han traído aquí.
Nos encontramos cerca de la Semana Santa de 2022, más de dos años después del inicio de la pandemia, y somos de los pocos países de Europa que mantiene restricciones, y la mascarilla en interiores. Un país dependiente del turismo se enfrenta a sus homólogos, ya libres de cualquier paranoia covidiana, ofreciendo al turista un destino en el cual tendrá que ir embozado en cualquier situación interior, y exterior si es procesión o aglomeración. Y no es ya territorio absurdo pensar que a estas alturas se limiten aforos de cara a las fiestas eclesiásticas, tenemos a muchos caudillos autonómicos deseando meter mano de nuevo. Porque es lo que tiene sentir el poder total en tus manos, que si lo añades a la paranoia de una generación que ha perdido el juicio, tenemos una casta política que vive ajena a los intereses comunes de la población.
¿O no?
Siempre he dicho que las medidas fueron desproporcionadas, pero también digo y no me bajo de esa opinión, que las medidas han sido aplaudidas por más del 70% de la ciudadanía española, y me da la sensación de que me quedo corto. Sales a la calle y tenemos a los transeúntes con su mascarilla bien ajustada, pidiendo perdón como sumisos cada vez que se la tienen que retirar en un interior para sonarse los mocos, o mirando con odio exacerbado cuando te ven sin ella y te cruzas a su lado. La histeria colectiva es la fase final de la pandemia, y de la que dudo que podamos salir a medio plazo, no al menos mientras la clase gobernante siga azuzando el fantasma de nuevas variantes o el temor a una recaída. Porque seamos claros, la gente no tiende a informarse o a poner en duda lo que les dicen, obedecen y santas pascuas. Encima esa obediencia sumisa te otorga cierta estadía de superioridad moral sobre el que se niega a pasar por el aro, haciéndote creer que eres un salvador heroico por el mero hecho de llevar un trapo en la cara y actuar como un auténtico demente. ¿La ciencia? La ciencia y los hechos son simples herejías que no casan con la causa covidiana que sigues a pies juntillas. Por favor.
Nos enfrentamos a una retirada de mascarillas eterna, que llevamos escuchando desde el pasado mes de agosto y aquí nos encontramos hoy, marzo de 2022, exactamente igual. Sin olvidar que de por medio hemos tenido de nuevo la obligatoriedad de los bozales en exteriores y limitaciones de aforo que siguen vigentes hoy en día. Pequeño recordatorio de que, en eventos al aire libre (véase un partido de fútbol) está prohibido comer pipas o beber una botella de agua. Pequeño recordatorio de que, pese a no ser ya obligatorio, los niños en el recreo no deben llevar mascarillas, y solo hace falta asomarse a cualquier escuela asturiana para fijarse en que el 90% de los infantes llevan su trozo de tela bien ajustado en la cara. Pequeño recordatorio de que los menores de 6 años nunca debieron tener la obligatoriedad de llevar la mascarilla, y cuento más esos niños menores de 6 que he visto con mascarilla en Asturias, que los que he visto sin nada. Porque la paranoia paterna tiene que destrozar a toda una generación de niños, si o si. Así pues, llegados a este punto, nos enfrentamos a una retirada de mascarillas en interiores y un regreso a la vida normal que en realidad la mayor parte de la población no quiere, no pide y no piensa en ella. Luchamos los 4 descabezados en una red social en la que soltamos nuestras frustraciones, pero salimos a la calle y nos damos de cara con la realidad diaria que asola nuestro país: la gente se ha rendido. La superchería eterna de la nación española se puede sobreponer a cualquier atisbo de razón, y eso nos ha traído hoy hasta este punto en el que la cordura ha sido derrotada.
Nos quedan mascarillas en interiores hasta que el curso escolar finalice, y para justificarlo los medios ya preparan otra ola. Aunque los datos ya no ayuden ni apoyen mantener una sola restricción, la gente se queda con ese titular alarmante o la cadena televisiva de turno diciendo que se viene la séptima ola de un virus residual con menos capacidad de contagio que la gripe, y una sintomatología menor a la de un catarro. Llegamos a la primavera y las alergias serán covid, mientras mantenemos el uso de la mascarilla para contentar a ciertos sectores y que alguna casta gobernante continúe llenándose los bolsillos con mordidas y comisiones. Tú y yo gritaremos en twitter, gritaremos en casa y quien vive con nosotros o nos dará la razón, o simplemente pensará que somos unos trastornados más que la fatiga pandémica ha vuelto locos del todo. O un poco de cada cosa.
¿Y luego? Llegará el verano, ahí tal vez mantengamos restricciones de aforos pero la mascarilla en interiores desaparecerá de manera puntual (se va a mantener en centros hospitalarios y residencias), para regresar de nuevo en el próximo curso escolar. Por supuesto será una retirada trampa, pues cada empresa podrá juzgar si considera oportuno mantenerla en sus establecimientos, y como la paranoia ya ha hecho su agosto y se considera ganadora, la mascarilla seguirá sin ningún cambio pero con un engañabobos creado para contentarnos a los 4 que gritamos. Y el círculo vicioso, el de nunca acabar, se volverá a repetir una y otra vez. A fin de cuentas la base de todo esto no es otra cosa que la más básica y vieja corrupción. Políticos llevándose dinero por contratos bajo cuerda, con la ciudadanía como títere. Claro que todo acabará, y en una década a medida que todo esto aflore y se destapen los abusos y corruptelas, los covidianos más acérrimos serán los primeros en gritar indignados ‘como nos roban’ y el tan usado ‘ya lo sabía yo’, pero la hemeroteca es muy zorra. Muy muy zorra.Y la complicidad estará ahí. El político te roba si nosotros dejamos que nos roben, nos engañan si dejamos que nos engañen, nos destrozan la vida si dejamos que nos la destrocen… y les hemos dejado. No hay absolutamente nada que demuestre lo contrario. Y, amigo, amiga… No es la primera vez que nos la juegan. En España al menos, no. Y se lo hemos permitido todo. Les hemos rogado de rodillas que nos pisoteen nuestros derechos más básicos.
Nos hemos buscado el dónde estamos, y el hacia dónde vamos. Si pedimos dolor y nos dan dolor, no podemos quejarnos si nos duele.
Paciencia, mucha paciencia.
Corrupción pura y dura
Que razón en lo de que nos hemos dejado engañar, de nuevo. Nos gusta sufrir de lo lindo
Me da que estamos en un callejón sin salida y nadie del gobierno sabe cómo salir del embrollo. Y lo jodido está llegando
Totalmente de acuerdo:
«El político te roba si nosotros dejamos que nos roben, nos engañan si dejamos que nos engañen, nos destrozan la vida si dejamos que nos la destrocen… y les hemos dejado».
Nos robaron todo y nosotros les dimos más
Lo clavaste todo
Palabra por palabra, todo lo que se veía venir
Nada que no se viese ya venir
La autodestrucción es total. Ya no sé por dónde nos van a salir
Somos marionetas en sus manos y acatamos todo sin el menor atisbo de rebelión
Me da muy mal augurio todo lo que pueda pasar el día 20
Votamos gestos y tenemos gestos