
Primero llegó la renuncia silenciosa, donde el trabajador al parecer dejaba de acometer sus funciones como forma de ir abandonando el trabajo poco a poco. Por supuesto que llaman renuncia silenciosa al hecho de no cargar con más responsabilidad de la justa y necesaria, porque sabemos la idea que tienen algunos empleadores de lo que significa ‘dejarte la piel’ por la empresa como si fuese tuya: Véase trabajar gratis las horas que haga falta, porque ‘la empresa está pasándolo mal’. No contentos con la tontería, ahora nos hablan del despido silencioso. Como lo leéis. Por supuesto que no es otra cosa que el acoso laboral de toda la vida, disfrazado de técnica vanguardista donde el lince que te emplea ha ideado una forma preclara de rescindir tu contrato, pero sin hacerlo de fora directa. O permitiéndose tener los mimbres para hacerlo procedente.
No es que sea una práctica olvidada, hay empresas en ciertas zonas del país que continúan con ella y muchas de esas empresas, con la confabulación de los sindicatos y ciertos partidos autonómicos de gobierno porque les viene a bien a todas las partes, pero no alces mucho la voz que igual te tildan de algo que no se puede decir con niños delante. Prácticas más viejas que la prostitución, mediante las cuales minan la moral del empleado a base de desgaste psicológico y laboral, intentando por el camino que alguno de ellos se rinda y renuncie al puesto de trabajo de forma voluntaria. Se creen perros viejos, cuando al final del día no son más que matones trajeados que nacieron con un orinal mejor que el tuyo, o supieron lamer los culos necesarios para ganarse ese nuevo y brillante orinal. Todo se trata de donde naces, o de donde acabas paciendo. Si esas dos líneas indivisibles no se distancian mucho, acabarán siempre por encima de ti, porque han nacido con esa suerte en vida. Y el mundo se dividirá entre triunfadores y fracasados, donde el fracasado será el currito que ha padecido la desgracia de nacer pobre, y el triunfador el moralista que creció bajo la protección de papá y ha tenido todo a su disposición desde el primer llanto en vida.
La guerra de desgaste no es otra cosa más que comprender que no puedes despedir de manera justificada, por lo tanto, te dedicarás – bajo orden previa a los esbirros de turno – a realizar un acoso laboral imperturbable al empleado por no plegarse a las exigencias que ideases esa mañana al despertar. Dicho acoso puede ser desde el miedo a perder el trabajo, al bombardeo de rumores continuos (normalmente suelen salir desde las propias oficinas, porque así funciona el acoso laboral organizado. Son como la mafia, pero en cutre, aunque ellos se crean mentes elevadas sobre la prole inservible) como manera de minar la moral de un empleado abrumado por las circunstancias. Porque en realidad a ti el ambiente laboral como patrón te suda el aparato reproductor masculino, femenino, binarie o no binarie (mirad si soy inclusivo) de arriba a abajo, piensas en numerología, como pensaste en ella el día que realizaste un ERTE a un % largo de tu plantilla para ahorrarte cuatro duros en un gremio que no lo necesitaba, a pesar de las circunstancias externas, después de un año récord de beneficios. Y no un ERTE por media jornada, que podría ser entendible; un ERTE por una hora y media, de un mes de duración. Todo como agradecimiento a una plantilla que le tocó pringar como los que más, mientras vosotros permanecíais a resguardo en las oficinas, o teletrabajando. Bueno, eso los que hacían algo, porque otros se dedicaron a quedarse en sus casas de 300 metros cuadrados a tocarse los huevos a dos manos. Luego, quizás, tenías algún jefecillo yendo de negocio en negocio apabullando a los empleados en pleno confinamiento, por ‘no vender lo que deberían’ y pegarles cuatro voces. Es divertido como algunos jefes entienden como motivación laboral, o estatus de superioridad, gritar y vejar al trabajador frente a sus compañeros. Me imagino que su nula capacidad intelectual es el principal inconveniente a la hora de tratar con el currito, y es que cuando vas por la vida siendo un mermado cerebral, tiendes a asimilar que la única forma de ejercer de jefe es gritando, e imponiendo tus ideas por cojones. No te preocupes, el miedo funciona hasta que deja de funcionar. Y cuando deja de hacerlo, es cuando las tornas cambian y empezáis a llevaros alguna sorpresa que otra.
Pero por el momento estad tranquilos, que vuestros esbirros lo vendieron muy bien y acabó colando, como cuela casi todo. Eso sí, cada día van quedando menos esbirros.
Mientras tanto gozas de un ambiente laboral familiar, pero lo que no te decían en las entrevistas es que la familia que emulan es la Familia Manson. Y excelente ambiente laboral, como sinónimo de hijoputismo institucionalizado. Opciones de promoción interna, siempre y cuando entiendas por promoción trabajar seis meses e irte promocionado a la cola del paro. Y el día a día del trabajador corriente, del mileurista raspado, de quien no tiene más salida que acudir a un trabajo sin futuro porque vive en una autonomía sin futuro, se va acrecentando como una bola de nieve descendiendo por la montaña. La única salida es plegarse a la realidad y entender que no tiene salida, que su trabajo será prescindible en unos años (si tiene suerte), y sus superiores continuarán dando lecciones de manejo empresarial por el país. Olvidándose siempre de que han mamado de la teta pública para crecer, para salvar sus cuentas y, sobre todo, para no tener que entrar en pérdidas ni una sola vez. Porque los impuestos que pagas, vuelven al origen en forma de ayudas a la innovación, ecología y cincuenta mil gilipolleces más, eso sí, con nombres rimbombantes y absurdos. Porque sí amigo, trabajas en una empresa que se preocupa más por el medio ambiente que por ti, ¿por qué?, porque “preocuparse” por el medio ambiente le reporta ingentes beneficios y ventajas fiscales, mientras que tú eres un número desechable en una comunidad autónoma repleta de mano de obra sin futuro (Cada vez menos, la verdad sea dicha), por lo tanto, a ti no tienen que cuidarte. Y entre darte unas condiciones aceptables a ti, o comprarse el nuevo Mercedes de 150K, ya sabes que van a elegir.
Así que poco a poco, continuarán con esa práctica que ahora llaman despido silencioso, como forma de ahorrarse cuatro duros, que están mejor en su bolsillo, que repartidos en los bolsillos de cuatro trabajadores. Un acoso bajo cuerda y disimulado, conscientes, además, de que dar con la fuente es complicado. Tienes que cambiar de puesto, primero como opción para tener trabajadores polivalentes y más útiles; pero te vas dando cuenta de que ese cambio de puesto es una obligación que llega de la mano de amenazas veladas. Si no cambias, si no aceptas, si no pasas por el aro, te arriesgas a padecer las consecuencias. Poco a poco vas minando la moral de un trabajador deprimido. Porque las consecuencias siempre son las mismas: Empiezo a moverte de lado a lado, para conseguir que tu desempeño empiece a descender, y de esta forma puedo incluso despedirte de manera procedente por bajo rendimiento laboral. Incluso antes de que acabes lo suficientemente quemado, que te decidas a renunciar. Te machaco vía imposiciones, te meto el miedo suficiente en el cuerpo para que trabajar se convierta en un infierno… todo está pensado desde la primera orden. Todo es más viejo que la tiña. Prácticas abusivas perpetradas por un patrón que se sabe impune, en un momento de incertidumbre económica donde juegan con el pan que tienes que llevar a la mesa. Juegan con tu sustento y con el de tus hijos; juegan a los dados con tu futuro por mero divertimento. Mientras la desprotección del trabajador es total por parte del estado y los sindicados, quedando a merced de los abusos constantes de una élite que aprovechará la coyuntura para imponer su propia agenda. Que no es otra cosa más que trepar un poco más arriba en su propia pirámide de ganancia personal, a costa del sudor de otros.
Nos hemos ido transformando en una sociedad carente de los principios más básicos de empatía, primando siempre un número por encima de cualquier otra cosa. Porque ganar 7 este año; habiendo ganado 8 el año pasado y teniendo suficiente para mantener la empresa y vivir con 4, se opta por ganar 10. Maltratar a una mano de obra que se ha ido diluyendo en la irrelevancia, gracias sobre todo a su propia desunión, es la sintomatología más clara de un régimen empresarial psicopático. Porque no maltratan por necesidad, lo hacen por gusto, por el simple placer de hacerlo, por el mero hecho de que pueden y les hace sentir superiores. El maltrato les convierte, a su modo de ver el mundo, en personas de una catadura más alta, en seres que están por encima del bien y del mal. Venden esa idea a sus esbirros, y la cadena continúa en marcha siempre hacia abajo, un poco menos dura en la unión de sus eslabones, pero lo suficientemente potente como para que los de arriba tengan el control siempre a su orden. Defensores del abuso organizado, peores que la propia mafia.
Al menos en la mafia podías ascender, ganar más dinero y ser alguien importante. Tuvieses o no padrino.