Cuarta dosis solo para yonquis

Más de dos años llevamos sin conocer del todo los inescrutables caminos de la ciencia que nos ofrecen desde el Ministerio de la Verdad, perdón, perdón, de Sanidad. Siempre me equivoco. En fin, esos caminos brumosos y de difuso horizonte; caminos en los que nos perdemos porque no tenemos nada que encontrar ni una ruta que seguir, pero caminos asfaltados de dinero y prebendas para nuestros amados dirigentes que están ansiosos por recorrerlos hasta el final. Porque al final, siempre resulta ser una comisión que llevarse a la boca, a lo que añadimos un poco de presión de una farmacéutica aquí y allá y disponemos de un delicioso cóctel que disfrutar en una terraza durante una soleada tarde de verano. Eso sí, espero que lo hagan en uno de los bares que aún puedan permanecer abiertos en mitad de la vorágine de inflación y caos monetario que estamos viviendo.

Bueno, dicho todo esto, la entrada de hoy viene a colación porque ayer saltó la bomba de que se aprobará una cuarta dosis de la vacuna contra el covid para toda la población a partir del otoño. Así que amigo, amiga, si no pudiste conseguir la tercera dosis de tu vacuna durante estos últimos meses, el gobierno te da una segunda oportunidad de pincharte el suero mágico contra un virus que a ver, seamos claros, ahora mismo tiene la misma relevancia que una botella tirada en la calle. Y mi duda en este preciso instante es ¿quién se la va a poner? Tras el fiasco de la tercera dosis (somos uno de los países que menos se la han pinchado), me pregunto el objetivo real de esta medida que intentarán amparar en la ciencia y decisiones de Los Expertos (vuelven, a casa vuelven… ¿lo has leído cantando?, lo sé) para justificar el agujereo de los brazos de las ofrendas al dios pandémico que se sacrificarán por el bien de todos. Porque, por dios, tenemos a esas personas que se van a estar pinchando dosis hasta que no les quede brazo donde meterlas, con sus mascarillas FFP2 bien ajustadas a un rostro de adamantium y todo por nuestro bien. No sé que haríamos el resto sin su sacrificio. Pero ahora en serio, ¿qué base científica van a usar para justificar esta cuarta dosis?, ya os lo digo yo: ninguna. Simplemente lo soltarán y el yonqui, que se pinchará cualquier cosa porque continúa viviendo atascado en abril de 2020, correrá como si le persiguiera Mónica Oltra para invitarlo a una cena con su exmarido a ponerse cualquier cosa que Darías ordene. Porque no le cabe ninguna duda de que lo hace todo por su bien, porque la ciencia está detrás de todo. La ciencia está detrás de que tengas que llevar mascarilla en un tren, taxi o autobús, pero no hace falta que la lleves en un cine. La ciencia que está detrás de que alguien que entra en Alemania no necesite pasaporte covid o test negativo, pero para entrar en España tengas que enseñar un árbol genealógico. La ciencia tiene caminos que no podemos entender, pero para eso tenemos a nuestra amada Ministra, para darnos las pautas precisas en las que apoyar nuestro día a día. No sé qué sería de mi tracto intestinal si no llega a ser por la señora Darías. Mis idas y venidas al baño han mejorado ostensiblemente gracias al uso de la mascarilla en el autobús urbano o cuando voy al ambulatorio, pero retirándola cuando voy a comprar a una tienda. Ese quita y pon, creo que ha hecho que ciertas bacterias entren a mi cuerpo y cuando me pongo la mascarilla se mantienen ahí y son como el bífidus del yogur. Os lo recomiendo. Iréis mejor al baño.

Aunque tal vez tiene que ver el usar la misma mascarilla desde que Sauron era un niño de teta, pero bueno, eso solamente lo sabe la ciencia.

Cositas, ya sabéis.

Ahora hablando un poco más en serio, ¿os imagináis el prototipo del ciudadano (o ciudadana) que se va a pinchar la cuarta dosis? Yo si soy honesto, intento vislumbrar los motivos que van a llevar a un paranoico (o paranoica) a meterse una más, mientras no se quita la doble mascarilla ni para acostarse con su pareja (véase pareja como su propio órgano sexual también, para que no se me ofendan los autosexuales (los pajilleros de toda la vida, coñe, que han cambiado el nombre porque hay que adaptarse a los tiempos que corren) que luego la tenemos liada), ha pasado el covid 6 veces, ha gastado más en test de antígenos que en comida y vive en alerta permanente por la llegada de una nueva ola que va a arrasar el país, que se lo han dicho en la tele Los Expertos y que su vecino es un irresponsable porque no piensa en los demás. Encima, por supuesto, lleva tres dosis de una vacuna en la que obviamente no cree, pero que se va a seguir metiendo para el cuerpo porque ‘estamos en pandemia’ y no podemos bajar la guardia, así que lávate las manos, mantén la distancia de seguridad y por favor, cuídate y cuídalos.

La paranoia ha sido la auténtica pandemia.

Al final la cuarta dosis no acabará siendo más que otro recordatorio del fiasco que ha sido toda la pandemia. Un fiasco que se pondrán cuatro paranoicos y algún abuelo despistado, pero que el ciudadano medio no le hará el mínimo caso. Y digo esto porque tal vez el mayor problema que enfrentemos en otoño no sea un virus residual, y si un mundo metido de lleno en una crisis de campeonato, de las que hacen afición y se recordarán toda la vida. Una crisis que marcará generaciones, arruinará países, matará familias y alzará a multitud de gobiernos populistas al poder conduciendo al mundo a corto plazo, a caminos desconocidos de verdad. De esos caminos en los que nos lleva metiendo la ciencia oficial durante el último bienio, pero en sentido real y cruento. Ataos los machos.

Imagen cortesía de Pexels.

Deja un comentario