
La esperanza es una idea que nos sobrepone de cualquier eventualidad o contratiempo que la vida disponga en nuestro camino. Es esa idea que nos consigue hacer avanzar en medio de la tormenta, aunque el viento nos agite o derribe. El simple hecho de tener esperanza nos concibe una fuerza inusitada para derrotar a cuantos enemigos se pongan delante, incluso al propio destino. Porque la esperanza es un poder superior, por encima de cualquier cosa tangible. Un algo que no podían arrebatarnos, a pesar de infinidad de intentos por hacerlo. La esperanza nos mantenía bregando a diario con la rutina, a pesar de que el presente fuese miserable, porque la esperanza conseguía hacerte concebir el futuro como algo abierto a cualquier posibilidad, un futuro de esplendor que abría ante uno un abanico de caminos resplandecientes por la luz de una vida mejor. Era el objetivo de vivir.
El problema al que te enfrentas cuando por fin han conseguido arrebatarte la esperanza, es darte de bruces con un presente oscuro y un futuro inexistente. Encaras la rutina del día a día apesadumbrado, porque nada en tu interior te conmueve lo suficiente, o porque el miedo constante a caerte al pozo y no poder salir, es una amenaza demasiado profunda. La persona rota, derrotada, donde el paradigma que antaño te mantenía en pie ha desaparecido. Te has transformado en un alma en pena, un cúmulo de desgracias sin apetito por vivir. Se ha ido ralentizando poco a poco la emoción por el día siguiente, convirtiéndose sin darte cuenta en una criatura deforme y farragosa que te arrastra con sus tentáculos hacia el abismo en el que ella vive. Ahora estarás con ella, y no abrirás la boca porque en ese sentido eres igual que esa criatura. Un espécimen que ha mutado en un vacío perenne de desidia, mediante la cual has ido contagiándote poco a poco de lo más insolidario de un mundo repleto de basura. El mal olor de un aire putrefacto ha conseguido pudrir tu corazón y la propia vida se ha escapado como alma que lleva el diablo, de lo que una vez fuiste.
El problema es que ya no eres capaz de concebir nada que no sea la tristeza, porque tu rutina es una mierda y las perspectivas de futuro son aún peores. ¿Cómo vives así? Vives por inercia, por el mero hecho de que tienes que estar aquí, porque no te queda otra. Sigues adelante, a pesar de que poco ha poco te lo han ido arrebatando todo, para acabar convertido en lo que hace 20 años no pensaste jamás que podrías ser: un eslabón prescindible de la cadena. Todas las ilusiones han desaparecido, y aquellas ideas de futuro, que cuando eras un imberbe niñato de 18 años se amontonaban en tu cabeza, hoy son sueños rotos que no provocan más que un vacío enorme en el hueco donde una vez tuviste el corazón.
Vives por inercia, y cuando la inercia se acabe… ya no quedará nada. Porque en ese momento será cuando por fin te des cuenta, de que no eres nada.
¿Qué diferencia a nuestra generación de las anteriores?, que nos han arrebatado las perspectivas de futuro. Nos han quitado la esperanza de algo mejor, nos han obligado a sacrificarnos una y otra vez, para decirnos que nuestro futuro será aun mucho peor que el presente porque quienes nos han traído hasta aquí, no quieren renunciar a sus propios privilegios. Somos una generación rota, una generación que sobra, a la que explotarán lo suficiente porque no sirve más que para dejarse la vida por un infrasueldo, mientras vagamos en tierra de nadie. Somos la nada en mitad de la pesadilla.
Somos una generación nacida solo para esperar la muerte.