Criptomonedas y la necesidad de creernos los más listos

Recuerdo el viejo timo de la estampita: por norma general el timador se hacía pasar por una persona con ‘diversidad funcional’, para llevar a cabo su empresa. Por supuesto, la caladura moral del timado ofrecía ciertas dudas, pues pensaba que se estaba aprovechando de una persona con problemas mentales, para así sacar tajada y llevárselo fino. Y al final, no me cabe la menor duda de que desde un punto de vista externo, la víctima no era una persona con la que pudiésemos empatizar. El viejo timo de timar al que piensa que él mismo va a poder aprovecharse de la situación.

Por lo que me sumerjo brevemente en el tema de las criptomonedas y no puedo evitar esbozar una sonrisa al poner sobre la mesa sus semejanzas. Nos encontramos con un supuesto mercado en el que un tipo que no es rico, te intentará vender la moto de que podrás hacerte rico entrando a saco en un mundo opaco y extraño, donde abundan los listos y personas con unos estándares éticos bastante discutible si. Y sí, quizás existan personas que piensen que nos encontramos ante un mercado alcista perpetuo, pero anclarse en la creencia de que algo que no existe, no es tangible, ni tiene valor real más allá de lo meramente especulativo, no dejará de subir y dar beneficios, es de una inocencia supina. Las criptomonedas no generan valor económico añadido, ni siquiera dividendos o beneficios; tiene un valor intrínseco de cero. Una burbuja en su definición más pura y simple, como puede ser invertir en sellos.

Muchos gurús de las criptomonedas se amparan en que nadie te promete beneficios (Ellos, si) por captar más personas, que tú compras cripto a 50, sabedor de que mañana puede valer 20 o 70. Se amparan en la capacidad de decisión de las personas, pero se olvidan de decir que en realidad esa es la definición más pura de un esquema ponzi. Porque lo relevante de la situación no es la promesa de recibir beneficios, si no un sistema donde se paga al usuario más veterano con la entrada de nuevos compradores. Mismamente según un estudio del National Bureau of Economic Research, los 10,000 principales inversores en cripto, controlan un tercio del mercado. En resumen, la definición de sistema piramidal. Y ese es el problema, la cantidad de coaches, foros, libros, programas, podcasts, gurús, traders y vendedores de humo que pululan y han transformado las criptos en lo que es hoy. Porque quizás en sus comienzos la idea de moneda de curso independiente, refugio de cara a posibles especulaciones y meneos de mercado o injerencias de Bancos Centrales, era atractiva. No me cabe la menor duda. Pero en 2022, las criptos se han convertido en el refugio de los listos, de los timadores de nuevo cuño y de los viejos lobos capados que no consiguen hacer fortuna de formas éticas. Vender basura envuelta en supuestos sueños. Y la intrínseca necesidad que tenemos de creernos siempre los más listos, los más guapos y los mejores; esa humanidad tan pura como es el creernos por encima del bien y del mal, donde nosotros navegamos por mundos superiores y observamos como dioses al resto de hormigas.

No, amigo. No vas a hacerte rico de la noche a la mañana gastando todo lo que tienes y ganas en humo, porque un youtuber con mucha verborrea te diga que estás a un paso de vivir como él. Una vida de coches veloces, tías buenas (o tíos, aquí ya depende de los gustos del lector), casas lujosas y no trabajar un solo instante en lo que te queda de vida. Lo siento, pero estás aceptando un timo y defendiendo una realidad que no es más que un programa en la Matrix. Y por supuesto que con tu dinero puedes hacer lo que desees, pero no te creas el más listo de la clase. ¿Por qué?, porque la historia humana está llena de gente como tú, pobres diablos de los que se han aprovechado hasta exprimirles lo poco que tenían.

Fuesen tulipanes, sellos, acciones de las .com, preferentes o criptomonedas, los timos, siempre serán timos. Por supuesto, saben adaptarse a los tiempos en los que viven. Así que, holdea a gusto, holdea todo lo que desees, pero te ruego que dejes de intentar convencernos al resto de lo que nos estamos perdiendo, lo listo que eres y lo idiotas que somos los demás. Y pregúntate por qué esa necesidad incesante de dichos gurús (y la tuya) para qué compremos y entremos en ese juego.

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