Cóbrese usted mismo: precariedad al por menor

Es sorprendente como la atención al cliente ha ido derivando en ‘lo hacemos todo por usted’ a un ‘hágaselo usted mismo’, sin que el propio cliente lo encuentre inaceptable. Al contrario, pagan encantados precios duplicados por servicios que tienen menos de un cuarto de valor real, a la vez que la mano de obra ha ido cayendo de forma deplorable hasta un límite inimaginable. Mientras tanto, el cliente acude feliz a su caja de autopago para abonar su compra, pensando que está siendo protagonista de un avance determinante en la historia de la humanidad: ‘que delicia’, piensa con orgullo. Y es que ¿cómo no entender el progreso de tener a 20 tipos pagando en otras tantas cajas automáticas, mientras un trabajador ahogado y explotado les ayuda a poner sus artículos en la bandeja? Yo lo veo claro, el progreso para la empresa lo tenemos ahí: se han ahorrado 19 trabajadores, 19 salarios y 19 inconvenientes por posibles bajas/embarazos/accidentes, o reclamos por mejores condiciones laborales, y todo por el módico precio de 1 trabajador. Dispones de todo un servicio multinivel de empleado reventado (pero polivalente), y por el salario mínimo. O menos. Las máquinas no se quejan, tan solo hacen lo que están programadas para hacer. 

El progreso. 

Por supuesto, el avance llega también a las tiendas de ropa (quien dice ropa, dice de muebles, comida rápida o cualquier otro tipo de negocio al por menor), donde pasaremos a tener dos empleados, (uno por turno, claro) que se dedicarán a reponer, doblar la ropa, cocinar, recibir mercancía, y resolver cualquier incidencia con las susodichas cajas automáticas. Pero el cliente será una persona feliz observando como el progreso marca paso de manera inexorable y rodea cada aspecto de su vida, y paga 25 euros por una camiseta que hace cinco años le costaba 8, con una gran sonrisa. Entonces la cantinela de ‘el ahorro de costes se traduce en un descenso del precio del producto’ se demostrará falsa ante un consumidor que está comprando un producto más caro, a la vez que realiza el trabajo que antaño hacía una persona que cobraba por ello. Y él no es que lo haga gratis, es que ¡está pagando por hacerlo!  

Ay, el progreso, que extraño es. 

Tampoco caigamos en el falso mantra de que todo esto está mal visto, porque tendremos al liberal encantado de haberse conocido (siempre que papá estado le salvaguarde si todo va mal), defendiendo con ahínco este tipo de avances, que no solo dinamitan la independencia económica de un ciudadano medio cada vez más apartado del mercado laboral, si no que engañan al consumidor bajo el falso dilema de ‘es esto, o cerrar’.  

Claro que este tipo de avances no son cosa de un día, han entrado con suavidad en el mercado laboral, y normalmente son recibidos por la mayoría de personal con algarabía y jolgorio. Ya sabemos: ‘vamos a trabajar menos, pero a cobrar lo mismo’, piensan en su tierna ignorancia. De lo que no parecen darse cuenta, es que la empresa no te va a pagar por hacer menos, simplemente prescindirá de ti. Y esto va desde la dependienta de la tienda de ropa, hasta el cajero del súper que ahora se jacta de reponer durante el turno, y poco más, porque las cajas ya cobran solas.  

Ahora, querido amigo, detente un momento y hecha la vista atrás, ¿qué ves? No me cabe duda de que hace 10 años tenías menos carga de trabajo que ahora, y más compañeros a tu lado. Las labores estaban mucho más repartidas, y para colmo tu sueldo era más o menos el mismo. Te la van metiendo poco a poco, para que no te des cuenta de cómo te irán apartando y haciendo prescindible tu labor, hasta que te despiertes un día y te des cuenta de que tu trabajo ya no existe. El autoservicio ha sido la panacea para la mejora de las cuentas de empresas insalubres económicamente, siempre cercenando el derecho del currito que tendrá que elegir entre ser explotado, o irse a la cola del paro. No esperes a un sindicato mayoritario ayudándote aquí, cuando ni tú mismo lo haces. 

La precariedad laboral en la venta al por menor avanza rauda, sin detenerse ni hacer prisioneros. El trabajador observa atónito como sus compañeros se van yendo, algunos cansados de todo esto y otros despedidos, mientras los contratos por horas y días van poblando un paisaje que antaño, al menos, te otorgaba cierta estabilidad. Quedan cuatro gatos, y los que van quedando se resignan ante la imposibilidad de luchar. Al final acabaremos cobrándonos una compra, tras habérnosla servido nosotros mismos, y pagando 100 euros más de media que hace cinco años. Pero todo sea por el progreso. Y espera que, por una compra menor de 100 euros, no tengamos también que limpiar la tienda. Porque el progreso es así, no sabes dónde te va a sorprender. 

El cliente entrará un día al súper y se dará cuenta de lo que es lidiar con una máquina. Entonces, empezará a tratar con humanidad a ese ordenador, tras haber tratado como máquinas a los que hace unos años atendían con cariño a sus padres. A quienes vieron crecer a su hijo. A quienes conocían sus gustos y le ayudaban a elegir. A quienes le recibían siempre con una sonrisa, y un ‘buenos días’. 

Una máquina no te dará los buenos días, pero al menos siempre acertará con el cambio. 

Deja un comentario