Clasismo y títulos

Reconozco que me sorprende como en España, país que se preocupa tanto por no ofender, no marginar, no machacar, no ridiculizar, y que tiene a la clase política e infinidad de sectores siempre inmensamente preocupados por la eliminación de discriminaciones y desigualdades, se continúa abrazando ese viejo clasismo laboral y titulítico. No solo es que se abrace, se promociona y patrocina desde la totalidad de los ámbitos.

Existe en España un reservorio de personas que llevan en su interior una inherente sed de sentirse superiores a los demás, a todo aquel que le rodea sin importar otra cosa que una en específico. Un reservorio de personas que disfrutan restregando o victimizándose, depende de la situación en la que se encuentren. Ciertas personas que, entre sus logros, cuentan el poder humillar a otro ser humano dependiendo de lo que hiciese con su vida hasta el momento en el que se encontraron. Por supuesto que estas personas negarán en todo momento tal forma de actuar, pero son incapaces de librarse de ese clasismo inherente a ellos, ese clasismo purista con el que se han criado, porque les han dicho siempre que ‘lo importante es estudiar’. Y si, hasta cierto punto es relevante, pero aquí tenéis a uno que lo ha hecho y su vida ha ido exactamente igual que si se hubiese ahorrado esos años, ese esfuerzo y ese dinero. Porque la realidad es que la oferta y la demanda en muchas titulaciones está muy descompensada, y lo está por ese mismo argumento. Se ha desdeñado toda educación que no sea universitaria, primándola sobre grados u otro tipo de titulaciones, y, sobre todo, sobre la experiencia adquirida mediante el trabajo. Y no ha sido más que una generadora de parados con títulos en las más diversas ramas, que no les abren ni la puerta del coche. ¿El problema?, el problema es que tenemos la floreciente y siempre predominante clase Gattaca, donde si no presumes de algo, es que no eres nadie. Les encanta compararse y clasificarte. Y si estás por debajo en lo que ellos consideran su escala de valor humano, quizás no puedan admitirte en su círculo.

Lo que antaño era clasismo, hoy se disfraza de otra cosa porque el clasismo está mal visto. Todo evoluciona.

Pero la verdad sea dicha es que en España hay un odio/clasismo hacia todo aquel carente de títulos que ha sido bautizado como ‘titulitis’, y digo España porque es de dónde soy, dónde vivo y de dónde hablo. Quejas continuas porque un trabajador sin estudios gane mucho en la obra, mientras tú con tus cinco años de carrera, máster y cientos de horas entregadas a los libros, malvives con un sueldo miserable en una ciudad en la que no puedes pagar ni una habitación sin privarte de comer. Y curiosamente estos casos son los menos, porque creo que muchos somos conscientes que, en España, hoy por hoy, un trabajador sin titulación tiene un acceso al mercado laboral limitado, o casi imposible, más allá de unos puestos para los cuales la mayoría considera que no necesitan aportar nada más que la ESO. Y por supuesto tendrá que encontrarse con el clásico ‘haber estudiao’. Porque molesta que un paria cobre más que tú, hay que reconocerlo sin tapujos. El paria lo sabe, no te preocupes. Curiosamente no molesta que el trabajador del súper o el camarero estén malpagados y sobrexplotados, y sus reivindicaciones son innecesarias porque ‘haber estudiao’, ¿quién te crees que eres para impedir que Antonio o Fulanita no puedan ir a comprar si decides hacer huelga? Las condiciones de un trabajador del comercio son nefastas, realizando muchas veces una persona el trabajo de tres, cobrando menos de 1000 euros (Que no os engañen, las pagas prorrateadas son una bicoca que maquilla relativamente bien sueldos de pobre de pedir) y en el estrato social más bajo de una sociedad que no siente ningún respeto por ellos. Pisoteado por clientes, pisoteado por jefes con ínfulas que tienen menos luces que un barco pirata y pisoteado por compañeros que quieren trepar un poco más. Y aquí extienden el odio de clase. Porque engañarse es de tontos y tontos no somos, sabemos que si le das a un trabajador un poco de poder sobre los demás, le engañas con 200 euros más al mes, ya tienes a una máquina de abusar y masacrar curritos que hasta hace dos días eran sus compañeros. Pero ahora ellos llevan una camiseta de otro color, y se han convertido en ‘jefes’, ya sabéis, están por encima de esos pringaos ¡por fin!

Por supuesto siguen siendo la misma mierda para la empresa, pero en ese reducto que es la tienda, son el sheriff. Por fin han alcanzado el objetivo que no lograron por no ‘haber estudiao’: estar por encima de alguien.

Con esos bueyes he tenido que arar muchas veces y sigo haciéndolo a día de hoy. Y no es algo que se vuelva más sencillo con el pasar de los años, al revés. Y hablando un poco de mí, os diré que trabajo en lo que se etiquetaría como un ‘trabajo sin cualificación’ del tipo de los que os hablé arriba. Entré de casualidad, tras años vagando por el mercado laboral con un título que me cerró más puertas de las que me abrió, porque es lo que tiene quemarte en un océano de nepotismo, enchufismo y mamadores de papá incapaces de hacer la O con un canuto, pero preponderantes en el peloteo y besar culos. Y entré porque uno tiene que comer, y no tengo anillos en mis manos que se puedan caer.

Llevo los últimos cinco años desempeñando una labor en uno de esos trabajos que muchos denominan ‘para las clases bajas’, o lo que es lo mismo, para los que no tienen un título que levantar al cielo, y deben conformarse con ser unos parias malpagados que no realizan una labor relevante para la sociedad (salvo que estemos en pandemia, por lo visto. Que ahí si éramos necesarios, pero duró poco). Ese ‘haber estudiao’ he tenido que escucharlo en multitud de ocasiones de clientes que te miran siempre con un halo de superioridad intransigente y despótico, del que te tienes que reír. Porque las otras opciones son enzarzarte en una guerra dialéctica que acabará con el cliente insultándote, o llamando a tu superior y jodiéndote el día ‘porque el cliente siempre tiene la razón’, aunque tú reacciones como haría cualquier persona a la que acaban de faltar al respeto. Luego tienes una opción más rebuscada en la que das con un cliente que se da cuenta de su error, en la que, si replicas, por supuesto te dirán que era broma o no querían ofender, porque normalmente les pillas a contrapié ya que no esperan que un paria como tú sepa el significado de la palabra ‘réplica’, o pilles una broma de tamaño calado intelectual. Y ahí entramos en cuestiones mayores. Porque a toda esta gente sí le importa que puedas llegar a ganar más dinero que ellos, máxime porque todo lo que supere tres cuartos del SMI les parece un sueldo excesivamente alto para lo que realmente vales, o mereces. No eres más que un piojoso, debes vivir como tal.

Sírveme, que yo he estudiado.

Pero no caigamos en esa trampa. La universidad española hoy por hoy solamente es una fábrica de acreditados en ramas específicas de conocimiento que han superado unos exámenes perfectamente dirigidos, y demuestran al mundo que se han leído un libro o han sabido darle un enfoque al tema como quería el profesor de turno. ¿Qué sucede después?, que esa gente sale al mundo y la hostia de realidad es soberana. De las que hacen época, y van acumulando rabia al ver que todo lo que les prometieron no se cumple. Que tienen un papel que vale lo mismo que un mantel usado de un restaurante, y no les abre ninguna puerta. Les prometen el maná si seguían formándose, y entran en un círculo vicioso de gasto de dinero y frustración, donde durante años va acrecentándose ese clasismo que llevan de serie (porque han escuchado toda tu vida que sin estudios no eres nadie) y acaban odiando con toda tu alma a una parte de la población que no ha seguido ese camino. Y muchas veces acaban por darse cuenta que tienen un papel que demuestra que han aprobado unos exámenes específicos, pero no que sepan y entiendan sobre toda la materia en cuestión. Al final, esa frustración acaba pagándose con el que te han enseñado que era inferior a ti, el pobre diablo que desempeña una labor miserable en trabajos que consideran desdeñables y ante los que se pueden y deben permitir el lujo de pisotear. Porque, ¿quieres acabar de barrendero? La categoría moral de una persona acaba midiéndose por los años que hincó los codos, o si los hincó siquiera.

La realidad es caprichosa y estamos en un mundo cada vez más competitivo y para minusvalorar esa competitividad y conseguir trepar un poco más alto que el de al lado, se va atacando a eslabones de una cadena que sostiene el sistema. Si rompes uno, la cadena se rompe. Y da igual que estés más arriba, si la cadena se ha roto te vas a ir al suelo, porque lo único inmutable por ahora, son las leyes de la física.

Imagen cortesía de Pexels.

Deja un comentario