Cambios para que nada cambie

Como un rayo de sol, amaina el viento en los sauces primaverales mientras las pocas flores que permanecen impertérritas en el verde, son pisoteadas por los agresivos animales que pueblan un mundo lleno de acentos discordantes. Convertimos voces opacas en gritos de dolor, multitud de gestos que encarecen la existencia de los indefensos, perturbando el descanso de los que han caído en un mejor final.

Moverse entre las sombras para que nada cambie. Contentar a los que llevan tergiversando la verdad desde que todo esto empezó, maltratando a las futuras generaciones y llevándoselo crudo en cada partida a la que juegan. Y lo hacen con las cartas marcadas, por lo que poco o nada tenemos que hacer nosotros. Continúan con las presiones, manteniendo la inquebrantable mentira, el falso rigor y la certeza manifiesta de que no tienen razón, pero van de la mano del dolor, del miedo, del caos y de la más acérrima superstición que acompaña al español de a pie. Van a presionar, porque presionar es su trabajo y viven para esto. Desconocemos el motivo, más allá de que algunos se estén llevando una tajada. Desconocemos el por qué algunos de sus soldados y peones continúan guerreando en esta lucha estúpida que carece ya del menor sentido. Pero ahí siguen, bregando a diario por algo que no tiene mayor relevancia ya para nuestra sociedad, como podría ser una nube en el cielo. Sus miedos castigan a los más desprotegidos, aunque se empeñan en decir que les están cuidando. Mentira. Y la mentira se ha vuelto su dogma, porque viven de la fe y la credulidad. Se han situado, inexplicablemente, por encima del bien y del mal, alimentados por una fe absurda y cainita a la que les hemos permitido acceder. No van a soltar el arma tan fácilmente.

Y esa mentira se mueve entre bambalinas, con un gobierno que sigue lanzando globos sonda, con el temor que tenemos muchos respecto a que todo sea un cambio para que en realidad nada cambie y nos encontremos de nuevo en la misma casilla que hace una semana. Pasar la responsabilidad a terceros y que esos terceros deleguen en departamentos que no tienen ninguna base científica sanitaria sobre la que sustentar la obligatoriedad, que ciertos sectores desean mantener. Salvo seguir cobrando ciertas cifras de inmundicia carentes de ética.

Dos días.

Un comentario

  1. Eso decía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en Il Gattopardo… «cambiar todo para que nada cambie» Un saludo! 😉

Deja un comentario