Aplanar la curva: 2 años que iban a ser 15 días

Fotografía de 20 minutos

Un Estado de Alarma de 15 días para aplanar la curva. Solo 15 días, que serán los necesarios para evitar el colapso del sistema sanitario y salvar infinidad de vidas. 15 días van a pasar volando, no os vais a dar ni cuenta.

Fueron 42.

Fue otro Estado de Alarma, esta vez de 6 meses.

Fue 1 año.

Llevamos 2 años.

Dos años desde aquel fatídico día en el cual nuestros derechos civiles fueron coartados en base a una ilegalidad sobre la cual persiste una defensa acérrima de una buena parte de la población. Poco importan los fallos del Tribunal Constitucional declarando su ilegalidad, poco importan las declaraciones de algunos protagonistas indicando que hicieron lo que hicieron porque no sabían qué hacer, y se les fue de las manos. Poco importa que antes de aquella ilegalidad televisada y aplaudida, infinidad de voces iban alertando de lo que se nos venía encima. Poco importa que en Italia se cerrasen ciudades o el país entero, que los muertos se contasen a puñados y muchos hospitales europeos se empezasen a colapsar. Poco importaron las voces de alarma casi 1 mes antes, si podían mantener el discurso y el viento a favor. Poco importa que los derechos se pisoteasen, si con ello mantenían el silencio cómplice hacia unas medidas abusivas y autoritarias, draconianas y más propias de tiempos pasados, que hoy se demuestran ineficaces y que en realidad no ayudaron en absolutamente nada. Salvo a que cierta gente viese engordar su cuenta bancaria con muchos ceros, mientras millones de españoles lo perdían absolutamente todo. Incluso sus vidas.

Fueron casi tres cuartos de millón, o un millón e incluso dos. Porque el baile de cifras de vidas salvadas por el confinamiento, es algo que vais a ver por todos los medios. Llevamos viéndolo muchos meses, casi año y medio, pero ese medio millón de vidas salvadas que anunció el gobierno a bombo y platillo, tienen la misma credibilidad que las curas milagrosas por la homeopatía: ninguna. Una cifra creada y anunciada, dejada al viento y que sus feligreses se encargaron de hacer volar de un lado a otro, para defender una gestión nefasta y criminal, que debería de acabar y acabará, con muchos de sus protagonistas en prisión. Se celebrarán juicios. Saldrán a la luz contratos de dudosa procedencia, mordidas debido a partidas de material sanitario defectuoso, mascarillas sobrepagadas y empresas de amigos, familiares o propias. Veremos caer a muchos nombres otrora intocables, observaremos a los colaboracionistas negar todo apoyo a esos tiempos oscuros, escucharemos como tertulianos que se han paseado por platós y radios, sermoneando a la gente sobre su comportamiento y modo de vida, apartarse de todo este barullo antaño mediático. Leeremos cómo esos medios de anticomunicación escritos que llenaron sus portadas y páginas, físicas y no físicas, de artículos acusadores, señalando con su dedo al ciudadano medio desde su atalaya de superioridad moral, hacerse a un lado e ir sustituyendo cada palabra relacionada con el nuevo tema del momento.

También nos vamos a hartar de leer y escuchar a esos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que publicaban tiktoks y estados en twitter presumiendo de como multaban al abuelo de turno por sacar al perro, llorar por un aumento de sueldo o unas mejoras de su nivel de trabajo que seamos claros, a muchos ya nos importan tres cojones. Siguen frescos en la memoria los despliegues policiales en helicóptero en playas españolas, para amedrentar a un tipo que corría. Los controles de carretera para impedirte ir a ver a tu novia o madre a la ciudad de al lado. Siguen muy frescos en mi memoria, y supongo que en la de tantos otros, como a pesar de saberse ilegales, ejercían la patada en la puerta para entrar en domicilios porque excedían el límite establecido de personas. El respeto que tanto les costó ganar, y del que gozaban en un amplio espectro de la población, ya no existe. Y honestamente, dudo que algún día puedan volver a gozar de ello. Porque mientras a ti te metían miedo por no llevar bien ajustada la mascarilla, o reunirte con dos amigos en casa, nuestra casta política y sus mandos, disfrutaban de una patente de corso para hacer y deshacer a su bendito antojo. Fiestas multitudinarias, huidas de vacaciones, idas y venidas a segundas y terceras residencias… porque sabemos que los cierres perimetrales no iban con ellos. Ante eso se hacía la vista gorda, mientras se jactaban de multar a la abuela por pasear al perro, o ir a comprar a un supermercado demasiado alejado de su casa. Que tiempos aquellos en los que las multas iban y venían como una brisa primaveral. Por supuesto, todos los recursos o casi todos, han sido gestas victoriosas para esos sancionados por las autoridades que declinaron su deber aliándose con el infractor de verdad.

El respeto es algo que han perdido.

Nos encerraron sin base científica y mucho menos legal. Nos encerraron y aún hoy, dos años después, no somos libres del todo. Y yo quiero serlo, porque me quitan lo único que puedo decir que es mío y que tengo todo el derecho del mundo de defenderlo. No, el derecho no, tengo la absoluta obligación de defender con uñas y dientes mi libertad. La tuya. La de todos. Y esa libertad que tenías, ha desaparecido. Y desde el momento que tenías que presentar un documento para tomar un café, ponerte una mascarilla para salir de casa o demostrar que ibas a trabajar, para estar en la calle, hemos entrado en guerra. Una guerra silenciosa y sibilina que no dispara bombas, pero si cercena cada ejercicio de libertad que tienes y es tuyo por el mero hecho de nacer. Esa libertad que quienes nos gobiernan, no perdieron. ¿En serio nunca te dijo algo? ¿En serio nunca os hizo sospechar? No se trata de ponerse el sombrero de papel de aluminio y gritar que nos vigilan (El pasaporte covid, por cierto, era eso), se trata de levantarte y luchar por lo que es tuyo: tu vida. Tu familia. Tu futuro. Tu presente. ¡Tú! Si tú no te dignas a defender lo que de verdad importa, vas a perderlo.

Ahora somos un vulgar mosquito en la pared aplastado por una mano inmensa, y apenas nos queda una ala sana para poder escapar del insecticida que van a arrojar contra nosotros. Porque el 14 de marzo de 2020, eran 15 días para aplanar la curva, y estamos a 14 de marzo de 2022. Quizás un país quebrado después, una inflación galopante y el fantasma del desabastecimiento, nos haga despertar del letargo en el que llevamos sumidos más de 2 años. Porque no eran 15 días, nunca fueron 15 días… no tuvo que ser ni un solo día.

Infeliz día del confinamiento a todos. Esta tarde a las 20:00, una ronda de hostias a nosotros mismos en el balcón.

12 comentarios

  1. Joder, bravo. Bravo y bravo

  2. Dos años y lo que nos queda todavía. Vamos a echar de menos el confinamiento

  3. Que aniversario más tétrico. Muchos merecen cárcel

  4. La disculpa de la pandemia nos ha traído un autoritarismo de época. Rememorando a franco están muchos

  5. Tuvimos tiempo de sobra para prepararnos, que en diciembre asomaba por China un problema gordo que les hacía confinar ciudades de millones

  6. Lo de la policía fue de traca, pero los bailes en tik tok que no se perdiesen. Y los sanitarios sumándose a la tontería

  7. Y entre tanto erte y cuelga y erte, los dos pagadores y la ruina con hacienda

  8. El pasaporte covid se recordará como una de las mayores vergüenzas Democráticas en la historia

  9. Pues te leo y luego leo a los acólitos del confinamiento y es como si fuese lo mejor que nos pasó. Están encantados con el abuso que significó y pocos entienden la línea que ya hemos cruzado

  10. Aplaudo la valentía en cada párrafo. Que cada línea resuene en lo más profundo y nos despierte de este letargo.
    «Una guerra silenciosa y sibilina que no dispara bombas, pero si cercena cada ejercicio de libertad que tienes y es tuyo por el mero hecho de nacer.»

  11. Y otro día más y todo sigue igual

  12. Pingback:Aplanar la curva: 2 años que iban a ser 15 días — Puertas de Tannhäuser – Araceli Marin

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