
Somos unos ingratos y unos desagradecidos, porque mira qué no ser capaces de entender lo afortunados que somos por ‘tener trabajo’, y todo lo que conlleva. Anda que no hemos escuchado esa frase, una y otra vez, y se ha arraigado en nuestra cultura primorosa y de brilli brilli, hasta el punto de que hay momentos que pareciera que lo justo sería que pagues tú por trabajar, por lo menos. Tienes que dar las gracias al patrón, mientras vas reverenciando sus andares, y de colofón le besas los pies. Y si le limpias y lustras los zapatos, pues mejor que mejor, que se ahorra el trapo aprovechando que estás por ahí abajo. Lo que parecen no entender los promotores de dicha frase, es que yo no tengo que darle las gracias a nadie, porque yo desempeño una labor que le reporta un beneficio a la empresa; empresa que debido a ese intercambio me paga un sueldo por ese desempeño, todo siguiendo unas directrices y labor específicas. No me regala nada, al contrario, me infrapaga un servicio gracias a la posibilidad que tienen de acudir a un mercado de desempleados alto, y abundante. Por esa razón, los sueldos rozan la miseria, y las condiciones son vergonzantes, con unos sindicatos entregados y sin más papel que ir repartiendo mensajes de un lado a otro, como una sucursal de MRW. Pero este es otro cantar.
Frases como la anterior, o ‘el cliente siempre tiene la razón’, son puro paternalismo esclavista. Frases ideadas por los promotores de la explotación, los prohombres que se juegan tu futuro (el suyo no, ese ya está protegido) gracias a la financiación pública, o haber heredado empresas que se construyeron debido a un monopolio permitido y fomentado por la administración. Algún día irán saliendo cositas del nexo de cierta empresa con los fondos mineros, y cómo edificó su reputación e “imperio” gracias a ellos.
Pero volviendo a nosotros, la prescindible clase obrera, parece ser que haber sido las putas de todos durante los tiempos pandémicos, nos ha reportado la friolera de nada. Haber trabajado como energúmenos, y más allá, a día de hoy nos sigue reportando la friolera de nada. Eso sí, el caciquismo imperante en un sector donde el nepotismo y la desvergüenza son el pan nuestro de cada día, no han hecho más que aumentar junto a los beneficios obscenos que llenan los bolsillos de quienes nos piden que sudemos más. Desvergüenza que campa a sus anchas, mientras las directivas patronales y sindicales nos empujan a sacrificarnos por la patria, pidiendo al trabajador que asuma él la subida de costes para que la empresa no baje su margen de beneficios, porque pierden las primas por jugar al Minecraft en la oficina. Al revés, si los sube, mira tú que bien. Así podremos dar las gracias, no solo por tener trabajo, si no por trabajar en una empresa que se aprovecha del esfuerzo de los de abajo, para enriquecer aun más a los de arriba.
¿Cuál es el problema?, que el trabajador con el que no contaron para repartir beneficios récord, le va a sudar bastante el ciruelo paso, que ahora le lleguen mal dadas a la empresa.
Se fiel a la compañía, como si la empresa fuese tu madre.
Para quien uno trabaja, no le debe nada más que el básico y simple cumplimiento del deber, condicionado siempre por el sueldo que reciba y el contrato que tenga. ¿Me pagas 900?, tienes un desempeño de 900. Porque si te piden más por menos, no cierres la boca y diles que ese esfuerzo extra lo realicen los palmeros que con tanto gusto besan por donde camina el patrón, y que dan las gracias por pertenecer a ‘La familia’ entregando en bandeja de plata su amor propio. Y es que, cosas de la vida, mi esfuerzo y mi tiempo valen dinero. Y trabajo por dinero, no por amor a unos colores.
Como dije alguna vez, si quieres fidelidad te compras un perro. Al trabajador le respetas, le tratas como es debido, y por su parte recibirás exactamente lo que estés pagando. Ni un milímetro más de esfuerzo, porque no habrá un centímetro de terreno perdonado ante el abuso sistemático de unos y de otros.